El Foro de San Pablo (FSP) nació en 1990 como un espacio abierto para debatir la situación de las izquierdas luego de la debacle del comunismo y como respuesta al Consenso de Washington. Fue una reunión del progresismo latinoamericano, sin ataduras en los debates, plural y respetuosa de las diferencias, integradora y tolerante. Los golpes sufridos por la izquierda, sobre todo por la más ortodoxa, parecían habilitar cambios, aperturas y búsquedas. Todo eso cambió en los últimos años, especialmente desde la expulsión del Partido Socialista Argentino, en un acto de autoritarismo estalinista inadmisible. A partir de este hecho el FSP viró sus posiciones hacia un peligroso dogmatismo. El simplismo, las visiones en blanco y negro, la falta de autocrítica, la negación tácita de problemas fundamentales, la paranoia política de responsabilizar de todo al “imperialismo” y la división del mundo en buenos (China, Rusia) y malos (Estados Unidos, Alemania) son apenas una muestra de la caída hacia posiciones dignas del estalinismo de hace 90 años. El “documento base” de su reciente reunión en El Salvador es más que demostrativo, con el intento de integrar concepciones antidemocráticas como forma de justificar las acciones de las izquierdas ortodoxas.
El antecedente inicial fue la nota enviada por el sandinismo a todos los miembros del FSP, en la que sostiene: “Consideramos que la situación actual está dejando en evidencia los límites de la democracia representativa como marco político de nuestra acción política como fuerzas de izquierda”. Este insólito cuestionamiento a la democracia quiso ser instalado en la propuesta final del encuentro de este año, donde se llegó a plantear que la “democracia representativa [es] legitimadora del poder de las clases explotadoras, lo cual fundamenta aun más la necesidad de los cambios estructurales no sólo en el ámbito económico, sino en el ámbito político, en cuanto al diseño del modelo”. O sea, la izquierda ortodoxa latinoamericana desdeña la democracia representativa y busca un nuevo “modelo”… ¿como el nicaragüense? Finalmente el documento aprobado no integró estos disparates, pero sí dejó estampado el siguiente desvarío: “Es vital no perder de vista el carácter instrumental de cualquier sistema político como medio de legitimación del poder de clase, independientemente de quién lo ejerza”. ¿El Frente Amplio (FA) está de acuerdo con que la democracia es algo instrumental?
Según sus documentos, el FA considera que la democracia es un principio, un valor, no una mera herramienta que se usa y se tira. ¿El FA apoyó esta barbaridad en el FSP? Cuando el FSP plantea el modelo político alternativo propone la solución bolivariana: “En cuanto al diseño del modelo, que nos debe llevar a una democracia que sea participativa y protagónica, como instrumento de legitimación del poder de las clases populares en construcción”. Lo de “participativa y protagónica” delata al chavismo sin ningún matiz. ¿La izquierda uruguaya acepta instalar un sistema basado en la concepción “participativa y protagónica” del decadente chavismo? Y peor aun, el FSP no deja de resaltar que “el carácter de la democracia deriva de las fuerzas que compongan el gobierno, del carácter de clase del bloque social que lo impulsa y qué clase o sectores de clase tienen la hegemonía”, o sea, la democracia tiene un “carácter” válido cuando gobernamos nosotros, pero cuestionable, obviamente, cuando gobiernan otros. En esta concepción la democracia, de nuevo, no es un principio ni un valor universal, es tan sólo un instrumento que sirve sólo si gobierno yo. ¿El FA acordó esto en El Salvador? El gran justificativo de estos dislates, al fin y al cabo, es que “una suerte de conservadurismo se expande en algunos predios de la izquierda”; por suerte están el sandinismo, el chavismo y Cuba para salvarnos de esa infección conservadora, que seguramente está atacando el cerebro del que escribe. ¿El FA acordó esta evaluación realizada por los dueños de la pureza ideológica?
En otro párrafo, como al pasar, resignifican el golpe de Estado de 1992 en Venezuela. El alzamiento de Hugo Chávez contra el gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez fue visto, siempre, como lo que fue, un vulgar cuartelazo militar. Condenado por toda la izquierda de entonces -Liber Seregni no recibió a Chávez por ser golpista y el propio FSP le prohibió la entrada a su reunión por esa razón-, hoy la ortodoxia lo transfiguró en “rebelión militar patriótica”. ¿Estamos de acuerdo en transformar un golpe miliquero ramplón en una “rebelión patriótica”?
No voy a extenderme en analizar las barbaridades sobre el nuevo rol de China, donde el FSP saluda el camino hacia una nueva dependencia de Latinoamérica respecto de Pekín con análisis penosos fundados en datos sin fuente, en los que resalta una pereza intelectual insultante para los lectores.
¿Qué se buscaba con esto? Sin duda, preparar a la izquierda latinoamericana para justificar las avanzadas antidemocráticas; la primera de ellas, el golpe de Estado en Nicaragua con la expulsión de los legisladores de la oposición. En febrero de 2010, en la reunión de la Regional Sur del FSP en Montevideo, el comandante Tomás Borge fue enfático en subrayar que el sandinismo no volvería jamás a perder el poder, fuera como fuera. Algunos vieron el discurso como la bravuconada de un hipócrita; otros guardamos esa frase, preocupados, en nuestra memoria. Y eso es lo que el sandinismo ha estado haciendo desde su regreso al poder. La reelección de Daniel Ortega, inconstitucional por donde se la mire, el nepotismo insultante, siempre corrupto, y, ahora, la expulsión de la oposición del Parlamento abren el camino hacia el unicato; una mancha más. El sandinismo se suma así a la modalidad derechista de los “golpes destituyentes” como los que se ejecutaron en Honduras, Paraguay y Brasil con éxito, como el que quisieron aplicarle a Gustavo Petro en la alcaldía de Bogotá, donde, por suerte, fracasaron. ¿Nadie va a condenar esta avanzada del sandinismo contra la democracia?
Nicolás Maduro se muerde de ganas para seguir el mismo camino que Managua. Tal vez Ortega y Nicaragua sean la mesa de ensayo para el venezolano, que ahora sostiene a voz en cuello que la “Asamblea Nacional se autodisolvió” porque integró a los legisladores que la Justicia chavista se empeñaba en no dejar asumir. Si el Parlamento está “autodisuelto”, ¿por qué no darle un empujoncito y salir de él?
De las pocas cosas aceptables del documento base del FSP es el diagnóstico sobre la contraofensiva de las derechas, sin duda. Regalarles a las derechas los valores democráticos y republicanos como sucedió en la década de 1960 fue, es y será un grave error. Con pronunciamientos como los que realizó el FSP sobre la democracia, lavándoles la cara a golpes de Estado, dando a entender que el modelo será el muy chavista “participativo y protagónico” y que la democracia sólo tiene sentido utilitario y no valor universal, la izquierda ortodoxa latinoamericana se transforma en el mejor aliado de la derecha… otra vez. ¿Tanto le cuesta aprender las lecciones de la historia?
El documento base acordado en El Salvador aún no fue aprobado por las autoridades del FA. La Mesa Política tiene la palabra...