“Ustedes no saben lo que han hecho, sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente”, había dicho el hasta entonces todopoderoso empresario Alfredo Yabrán. Era una amenaza a José Luis Cabezas, el fotógrafo de la revista Noticias que consiguió hacerle una foto mientras caminaba por la playa de Pinamar junto a su esposa durante el verano de 1996. Al año siguiente, el 25 de enero de 1997, y luego de repetidas amenazas y persecuciones, Cabezas apareció en su Ford Fiesta blanco quemado, con dos tiros en la cabeza y las manos esposadas. Yabrán se suicidó de un escopetazo -todavía existe la creencia de que el cuerpo hallado en su casa no era el suyo y que él está vivo en alguna parte- en 1998, luego de que la Justicia requiriera su captura.
El periodista Gabriel Michi trabajó con Cabezas en la temporada en la que tomaron la foto. Estaban haciendo una cobertura sobre el esquema de corrupción que encabezaba Yabrán. Lo que los movía, cuenta a la diaria, era el “leit motiv del periodismo: la búsqueda de la verdad, conocer un hecho que está oculto y darlo a conocer”. “Lo que hicimos con José Luis fue básicamente hacer periodismo”, agregó. En aquel momento, recuerda, aunque habían visto algunas cosas que les llamaron la atención en la cobertura, la variable muerte no estaba en los planes ni representaba una amenaza: “Nunca nos imaginamos que esto podía desembocar en un crimen, como finalmente ocurrió; el fantasma de un asesinato no estaba presente”. Hasta ese entonces, no había ocurrido ningún crimen de un periodista desde el retorno de la democracia.
“Hay crímenes que tienen la potencia para definir una época. Como si en su funcionamiento se desnudara la lógica completa del entramado de poder”, dice el periodista Juan Mattio en el artículo que recuerda a Cabezas en el sitio web argentino Notas-periodismo popular, y mucho de eso hay en el asesinato de Cabezas y lo que mostró sobre la Argentina de la década de 1990, entre corrupción y privatizaciones, entre mafias y aprietes, “entre pizza y champán”.
“El legado es la reacción”, dice Michi, “tanto del periodismo como de la sociedad en defensa de la libertad de expresión, contrarrestando ese mensaje mafioso de silenciamiento que se dio contra José Luis y buscando la verdad, aun a costa de enfrentarse a poderes ocultos”. Este reclamo, y lo que vino después, “mostró un gran signo de unidad en los periodistas, independientemente de la ideología y del medio en el que trabajaran, algo pocas veces visto”, sostiene Michi, y mostró “que el periodismo cuando se pone los pantalones largos puede actuar y reaccionar de manera sólida, no solamente con las movilizaciones que se generaron, sino con la profunda investigación periodística del caso”.
De los nueve condenados por el caso, ninguno está en prisión. De los siete condenados a cadena perpetua, todos fueron liberados y dos murieron. “Nuestro reclamo es que la justicia sea justa, que los asesinos vuelvan a prisión a cumplir la cadena perpetua a la que fueron condenados, y que se haga honor a la memoria de José Luis también desde el punto de vista judicial”, dice Michi. Los familiares y los periodistas organizados crearon el -a esta altura- mítico “No se olviden de Cabezas”, cada día más actual.
No olvidarse de Cabezas es también no olvidarse de Rubén Espinosa, fotógrafo mexicano asesinado en julio de 2015 en México por trabajar en Veracruz, uno de los lugares más peligrosos del mundo para los periodistas. De Sérgio Silva, fotógrafo que perdió su ojo izquierdo a causa de una bala disparada por la Policía Militar mientras cubría una de las protestas de 2013 en San Pablo. De Atoq Ramón, fotógrafo peruano baleado por la Policía hace unos días mientras cubría la protesta contra la instalación del peaje de Puente Piedra en Lima, y ahora pelea por salvar la vista de su ojo izquierdo. El crimen de Cabezas, los constantes asesinatos de periodistas y fotógrafos, y la represión de su trabajo, muestran las distintas facetas en las que se manifiesta una misma cara: la del poder. Su incomodidad ante la desnudez y sus mecanismos para evitarla a cualquier precio.