Valls y Hamon cerraron ayer cinco intensos días de campaña, en los que intentaron dejar claro que representan a izquierdas diferentes. Lo hicieron tomando como referencia al gobierno del impopular presidente francés, François Hollande: Valls se presentó como “heredero” y “continuador” de las políticas de Hollande, de quien fue primer ministro hasta diciembre, y Hamon se ubicó en la vereda de enfrente, asegurando que su victoria del domingo demostró una clara “voluntad de pasar de página”.
Valls fue más agresivo y, en declaraciones a la radio RTL, aseguró que “la izquierda puede desaparecer y quedar marginada” si él no es el candidato. Agregó que al elegir a Hamon la izquierda estaría “renunciando a gobernar”. Antes, el domingo, había dicho que en la segunda ronda los votantes elegirán “entre el fracaso garantizado y la posible victoria; entre promesas irrealizables y una izquierda creíble que asume las responsabilidades del país”.
El tono no disminuyó el miércoles, cuando los dos candidatos socialistas se enfrentaron cara a cara en el único debate previsto entre las dos vueltas. Hamon aseguró que encarna una “izquierda deseable” que se opone a “la derecha total de [François] Fillon”, el candidato presidencial de Los Republicanos, y al “proyecto xenófobo y nacionalista” de la ultraderechista Marine Le Pen. Además, defendió su programa, atacó la austeridad en la economía y apostó por sus ideas “audaces”. Para Valls, el programa de Hamon incluye demasiadas promesas “imposibles” de concretar “sin aumentar los impuestos” en oposición a su propio proyecto, al que calificó de “responsable”. Su rival respondió que habrá impuestos para los más ricos y acusó a Valls de “haber financiado sueños en el gobierno, pero los de aquellos que ya tenían mucho”.
También discreparon en materia de seguridad: Valls defendió las sucesivas prolongaciones del estado de emergencia para luchar contra la amenaza terrorista, algo a lo que se opone Hamon. “Soy partidario de una lucha implacable contra el terrorismo pero respetando los derechos”, dijo el favorito.
Los candidatos coincidieron en que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, representa una “amenaza” para el mundo y también unieron sus voces para cuestionar la honestidad de Fillon.
Esto sucedió después de que el semanario Le Canard Enchaîné revelara que la esposa de Valls, Penelope, tuvo un empleo “ficticio” como su asistente parlamentaria durante ocho años, período en el que cobró un total de más de 500.000 dólares. El candidato presidencial de la derecha lo desmintió ayer en una entrevista con el canal TF1 y atribuyó esa invención a quienes quieren que pierda las elecciones. “Hace 30 años que estoy en política, sabía que iba a afrontar todas las calumnias, pero no esa. Es despreciable”, dijo, antes de asegurar que el trabajo de su esposa fue “real”, “legal” y “transparente”. Además, Fillon aseguró que si llega a ser acusado por la Fiscalía, que está investigando el caso, renunciará a su candidatura.
El otro partido de derecha, el Frente Nacional (FN) de Le Pen, tampoco está exento de problemas en la previa de las elecciones de abril. El padre de la actual presidenta del partido y cofundador, Jean-Marie Le Pen, obtuvo ayer una nueva victoria en la lucha judicial que emprendió para invalidar su destitución como presidente de honor de la formación, una decisión que el partido decidió tomar, en su momento, por sus declaraciones negacionistas y antisemitas. Le Pen padre exigió ayer que el FN sea obligado a restituirlo en su cargo.