El Consejo Electoral Provisional (CEP) anunció el martes que Moïse ganó las últimas elecciones de Haití con 55,6% de los votos. De esa manera, consiguió que el PHTK, liderado por el ex presidente Michel Martelly, se mantenga en el gobierno por cinco años más. Está previsto que Moïse asuma la presidencia el 7 de febrero, día en que comenzará “una nueva página en la historia” de Haití, según dijo luego de conocer los resultados.

El segundo candidato más votado fue Jude Célestin, de la Liga Alternativa por el Progreso y Emancipación Haitiana (Lapeh), que obtuvo 19,6% de los votos, seguido por el aspirante de la plataforma de izquierda Pitit Dessalines, Jean-Charles Moïse, que logró 11%, y la candidata de Fanmi Lavalas, Marysse Narcisse, que reunió 9%.

Cuando se dieron a conocer los resultados preliminares, que también ubicaban a Moïse como ganador, estos tres candidatos los impugnaron, argumentando que contaban con “pruebas sólidas” de que hubo fraude electoral. A la vez, llamaron a sus seguidores a salir a las calles a protestar, lo que desembocó en movilizaciones masivas que en más de una ocasión terminaron en enfrentamientos con la Policía.

Todo indicaba que iba a repetirse la misma historia que en octubre de 2015: los ciudadanos votan, surgen denuncias de fraude, se generan protestas violentas y se anulan las elecciones. Lo mismo sucedió en las legislativas de agosto de ese año y también las dos veces que se pospusieron votaciones desde entonces. La última vez que se pospuso el proceso fue debido al paso del huracán Matthew, que dejó 500 muertos, 800.000 personas necesitadas de ayuda alimentaria y provocó el desplazamiento de otras 175.000.

Sin embargo, esta vez fue distinto. En un intento de calmar las aguas, el Tribunal Electoral confirmó el martes que no hubo fraude -aunque reconoció que se detectaron algunas “irregularidades”- y desestimó las impugnaciones. También la Organización de Estados Americanos aseguró en un comunicado que los datos oficiales “están en línea” con los recabados por la misión de observadores que desplegó en el país el día de las elecciones.

En sus primeras declaraciones tras conocerse el triunfo de Moïse, Célestin rechazó nuevamente los resultados pero aseguró que “no luchará” contra ellos. “Yo sé que las elecciones no estuvieron bien organizadas y hubo fraude”, dijo el segundo candidato en votos, antes de anunciar que se reunirá en estos días con sus aliados para decidir sobre su futuro político. “La batalla electoral es muy larga, tenemos que buscar una buena manera de continuar la lucha por la democracia verdadera en Haití”, concluyó.

En tanto, Moïse se presentó ante el país como el presidente del desarrollo y la estabilidad. “Con su voto [...] eligieron el camino del progreso, de la democracia, de la producción nacional y de la estabilidad política”, dijo el presidente electo, el martes, en una conferencia de prensa. Además, prometió “trabajar por el desarrollo y la paz”, y dijo que restablecerá “el orden y la disciplina”. Después aseguró que promoverá “otra imagen de Haití”, para dar a conocer el lado bueno del país y no sólo “a los que queman gomas en las calles”, en referencia a las manifestaciones callejeras convocadas por los opositores para rechazar los resultados y que terminaron con neumáticos prendidos fuego.

El futuro presidente de Haití tiene 48 años y una exitosa carrera como empresario bananero. Pero creció en el seno de una familia de clase baja dedicada a tareas del campo. En un debate entre candidatos a la presidencia, durante la campaña electoral, Moïse dijo: “Soy alguien del campo [...] que ve un país con tremendo potencial y tiene grandes ideas para transformarlo”. Moïse había ganado las elecciones de 2015 que se anularon por las denuncias de irregularidades, después de encabezar una campaña en la que prometió continuar los proyectos de desarrollo iniciados por Martelly, a quien considera su mentor político.

El empresario toma las riendas de un país que enfrenta una gran cantidad de desafíos, como la recuperación de la economía, la emigración de miles de ciudadanos y los estragos causados por el huracán Matthew. A esto se agregan los graves problemas sanitarios, el tráfico de drogas, los bajos niveles de educación, la debilidad del sistema de Justicia y la inseguridad pública. Además, tendrá que hacer frente a la corrupción, a la vez que se embandera con el legado de un ex presidente que fue acusado en varias oportunidades de llenarse sus bolsillos con la plata de los haitianos.