Rusia terminó el año bien posicionada en el terreno internacional. Por un lado, la victoria de Trump parece anunciarle unas mejores relaciones con Estados Unidos, o al menos que el nuevo gobierno en ese país se dedicará a concentrarse en la política interna y no tanto a participar en conflictos internacionales. Por otro lado, al cierre de 2016 anunció junto con Turquía un acuerdo de alto el fuego en Siria y la posibilidad de nuevas conversaciones para negociar un fin del conflicto en ese país.

Pero sus victorias en el terreno internacional no se frenan ahí: las elecciones en varios países de Europa del Este dieron la victoria a candidatos pro rusos, confirmando su hegemonía en los países cercanos. En términos políticos, esto implica más cercanía con Rusia que con la Unión Europea (UE), en una zona en la que hay una pugna entre ambos poderes, especialmente desde la caída de Víktor Yanukovich en Ucrania y la consecuente anexión de Crimea por parte de Rusia.

También es importante en términos militares, ya que se enmarca en el enfrentamiento entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte. La alianza internacional intenta avanzar con la instalación de escudos antimisiles en el entorno de Rusia, mientras que el gobierno de Vladimir Putin intenta detener ese avance, a la vez que exige a sus Fuerzas Armadas tecnología capaz de evitar estos controles. “Hay que reforzar la capacidad militar de las fuerzas nucleares estratégicas, sobre todo con la ayuda de sistemas de misiles capaces de atravesar sistemas de defensa antimisiles existentes o futuros”, dijo Putin en una reunión con altos mandos militares la semana pasada.

Amigo visible

Las de Moldavia fueron las elecciones más representativas de este fenómeno. Se celebraron el 30 de octubre y el 13 de noviembre, y fueron las primeras elecciones presidenciales directas en 20 años. La victoria fue del socialista Igor Dodon, de 41 años, que se impuso en la segunda vuelta a una candidata de derecha, Maia Sandu, que prometía acercarse a la UE y distanciarse de Rusia. En cambio, Dodon prometió someter a un referéndum el Acuerdo de Asociación con la UE, firmado en 2014 y ratificado por el Parlamento, que entró en vigor el 1o de julio y es un primer paso hacia el ingreso de Moldavia al bloque.

Las de Dodon no fueron sólo promesas: una vez en la presidencia, anunció que su primer viaje oficial sería a Rusia y ordenó que se retirara la bandera de la UE del edificio de gobierno.

Su victoria fue resistida. Seguidores de Sandu, que era representante del unionismo -la corriente moldava que busca que su país forme parte de la vecina Rumania-, protestaron contra el resultado de las elecciones, que fueron avaladas por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa.

Rusia también se vio beneficiada por el resultado de las elecciones en Transnistria, un territorio autónomo que en 1990 se escindió de Moldavia, que no la reconoce como un Estado. Allí la votación dio la victoria en diciembre a Vadim Krasnoselski, ex jefe del Parlamento favorable a continuar con las íntimas relaciones que mantiene ese territorio secesionista con Rusia desde el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

También en Uzbekistán hubo elecciones cuyo resultado favoreció a Rusia. La victoria fue para Shavkat Mirziyoyev, mano derecha del ex presidente Islam Karinov, que murió en setiembre, después de presidir el país desde la caída de la URSS, en 1991. Mirziyoyev ya ocupaba la presidencia de forma interina y, mediante políticas y discursos, se comprometió a mantener la alianza con Rusia.

El mantenimiento de gobiernos aliados a Rusia en las ex repúblicas soviéticas no es casual. No sólo su incidencia política es mayor por su cercanía territorial, sino también por las relaciones comerciales. Por ejemplo, después de que Moldavia firmara el Acuerdo de Asociación con la UE, Rusia restringió la entrada de productos agrícolas de ese país y aumentó las importaciones de Gagauzia, una región moldava que reclama su independencia.

Más inesperado era el resultado de las elecciones de Bulgaria, donde Rusia también recibió buenas noticias. El país era gobernado por Rosen Plevneliev, presidente del partido Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria. Pero el europeísmo del anterior gobierno se vio truncado por la victoria de un político sin partido, el ex general Rumen Radev, a quien se le atribuyen simpatías hacia Moscú. La caída del partido de Plevneliev, que obtuvo 35% de los votos, lejos del 56% de Radev, causó también la salida del gobierno, que era liderado por Boyko Borisov, quien denunciaba intentos rusos de dividir a Europa.

Las dificultades de Radev para conformar una mayoría en el Congreso que le permita instalar un gobierno hace pensar que Bulgaria podría celebrar elecciones parlamentarias este año. Los sondeos indican que si esto ocurre, los partidos pro rusos también ganarían las elecciones legislativas.

Por venir

En 2017 se celebrarán elecciones en al menos cuatro países que están en la zona de influencia rusa, y podrían ser convocados más comicios en el caso de países con sistemas parlamentaristas si los gobernantes pierden las mayorías necesarias para mantenerse.

Serbia y Eslovenia tendrán elecciones presidenciales. Se prevé que en el caso de Serbia se elija a un presidente afín al Ejecutivo que gobierna este país, que mantiene un equilibrio entre las tendencias pro rusas y las pro europeístas. En Eslovenia, mientras tanto, el gobierno ha firmado acuerdos militares con Rusia, aunque también mantiene vínculos con la UE, sobre todo comerciales. También en Turkmenistán y Kirguistán, dos ex repúblicas soviéticas que mantienen su lealtad hacia Rusia, se elige presidente.

Las otras elecciones que pondrán a prueba la hegemonía rusa en su zona de influencia serán las parlamentarias de República Checa y de Armenia. En este último caso se espera que las elecciones sean reñidas, ya que en diciembre la oposición armenia firmó un acuerdo para conformar una coalición para enfrentar al oficialismo. Si esta coalición hubiera participado en las elecciones pasadas, de 2012, la oposición estaría ahora en el gobierno.

Mientras tanto, en República Checa el escenario es adverso para Rusia, pero también para la UE. Allí crece en las encuestas el partido Acción Ciudadanos Insatisfechos, un movimiento de indignados liderado por el empresario millonario Andrej Babis. Al partido le fue tan bien en las últimas elecciones que fue clave para la conformación de un gobierno, a tal punto que Babis fue designado al frente del Ministerio de Finanzas, cargo desde el que ganó visibilidad y popularidad. Las elecciones legislativas previstas para este año ponen un signo de interrogación con respecto a Rusia y a la UE por el nacionalismo del movimiento, que reivindica como un principio fundamental la independencia política de República Checa frente a los dos grandes poderes.

Con sospechas

Con miras a esas elecciones, República Checa creó en los últimos días de 2016 una comisión para enfrentar las “noticias falsas” y eliminarlas, especialmente aquellas con fines propagandísticos. Algunas agrupaciones políticas y sociales criticaron esta medida, con el argumento de que puede servir como excusa para la censura y la persecución. Sin embargo, el gobierno la defendió recordando lo sucedido en 2014, cuando durante una movilización contra el Poder Ejecutivo algunas páginas web que se presentaban como medios digitales anunciaron que había sido derrocado. A raíz de esas noticias falsas se llevaron a cabo investigaciones judiciales, pero estas nunca llegaron a determinar a quién pertenecían los sitios web en cuestión.

Según una nota del diario británico The Guardian, especialistas checos y europeos apuntan a la fuerte comunidad rusa en el país como el lugar de origen de las noticias falsas que buscan desestabilizarlo. La agencia de seguridad checa estatal, BIS, denunció en su último informe a Rusia por promover revueltas en República Checa y “fabricar desinformación”. Además, criticó que la delegación diplomática rusa sea el doble de grande que la de otros países, como Estados Unidos, y aseguró que muchos de sus funcionarios operan como espías.

El diputado independiente Ivan Gabal, presidente del Comité de Defensa del Congreso checo, criticó al presidente ruso, Vladimir Putin, al que acusó de “intentar separar a Europa en estados que compitan entre ellos por los recursos y la influencia rusa”. Agregó: “El riesgo es grande”.