La situación en Gambia era de tensión ayer, el día en el que supuestamente se haría el cambio de mando entre el presidente saliente, Yahya Jammeh, y el entrante, Adama Barrow.

Jammeh gobierna Gambia desde 1994, tras dar un golpe de Estado y ganar varias elecciones. Pero en 2016 la victoria electoral fue otorgada al opositor Barrow. Al principio, Jammeh reconoció el resultado, pero después dijo que se habían cometido irregularidades y presentó un recurso ante el Tribunal Supremo. Pero el máximo órgano judicial de Gambia cuenta con un solo miembro -los otros cuatro fueron expulsados por Jammeh-, que se declaró incompetente para este asunto.

A comienzos de esta semana, Jammeh envió a la Asamblea Nacional un decreto para declarar el estado de emergencia, argumentando que por los “retrasos” en la resolución de su recurso él tenía que mantenerse en la presidencia.

En el medio de la situación de incertidumbre, Barrow dejó el país y viajó a Senegal, donde es protegido por fuerzas de seguridad de Gambia y de ese país que temen por su vida. Pese a las gestiones de Jammeh, Barrow aseguró que juraría el cargo tal como estaba previsto, lo que hizo ayer, en la embajada de su país en Senegal. “Como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, pido a todos los miembros del Ejército y de las agencias de inteligencia que sean leales a la Constitución y a mí. Les ordeno que permanezcan en sus cuarteles y no hagan uso de las armas sin mi previa orden”, dijo Barrow tras jurar. En paralelo, un contingente de militares de distintos países africanos ingresaron a Gambia con el objetivo de sacar a Jammeh del poder. Este contingente, coordinado por la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental, cuenta con soldados de cinco países africanos.

Las gestiones de la comunidad africana fueron respaldadas ayer por una resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Ante el inminente avance militar, varios integrantes del gobierno de Jammeh han dejado el país, así como miles de personas que se desplazaron a Senegal por el temor de que se produzca un baño de sangre.