Cuando comenzó su gira por Asia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, avisó que se concentraría en dos temas: los intercambios comerciales y Corea del Norte. El lugar clave para cualquiera de estos asuntos era China, país al que Trump llegó ayer para plantear directamente sus preocupaciones a su par chino, Xi Jinping.

La balanza del comercio entre Estados Unidos y China se inclina a favor de este último país, que en 2016 tuvo un superávit de 347.000 millones de dólares y que en los primeros diez meses de este año acumuló otro de 233.000 millones. Trump dijo que esta balanza es “vergonzosa” y “horrible” para Estados Unidos, acusó a China de utilizar prácticas comerciales desleales y prometió adoptar duras medidas para contrarrestar esta realidad.

Pero en estos días Trump bajó el tono, y ayer, en una conferencia conjunta con Xi, dijo que el desequilibrio en la relación comercial, que “es muy unilateral e injusta”, no es responsabilidad de las políticas chinas, sino de sus antecesores en la presidencia estadounidense. “¿Quién puede culpar a un país por aprovecharse de otro para beneficiar a sus ciudadanos?”, se preguntó Trump, que ganó las elecciones con el lema America first (Estados Unidos primero) e impulsando el proteccionismo, política que China promueve desde hace décadas. Trump también dijo que ambos gobiernos trabajarán para que la relación “sea justa y fantástica” para los dos países.

Si bien el mandatario no fue específico acerca de los pasos que se darán para mejorar el equilibrio en la relación comercial bilateral, durante la gira empresas estadounidenses y chinas firmaron acuerdos por unos 250.000 millones de dólares. Por ejemplo, Boeing comprará a China Aviation Supplies Holding 300 aviones por 37.000 millones de dólares; la estadounidense Qualcomm venderá a las empresas telefónicas chinas Xiaomi, Oppo y Vivo productos por 12.000 millones de dólares en el transcurso de tres años; y tres compañías estatales chinas –China Petrochemical Group, China Investment Corporation y Bank of China– alcanzaron un acuerdo para explorar y extraer gas natural licuado en Alaska.

Xi consideró que estos acuerdos son “históricos” y representan “buenos ejemplos del gran potencial y del beneficio mutuo de la cooperación entre China y Estados Unidos”. Reconoció que las relaciones comerciales entre los países sufren “algunas fricciones” pero consideró que se podrán resolver “de manera franca y consultiva”. Afirmó que China continuará con una política de “apertura” y contará con un entorno más “justo y transparente” para las empresas extranjeras, algo que reclamaban las estadounidenses. Por su parte, Xi pidió que Estados Unidos abandone las restricciones impuestas a la inversión directa de empresas chinas y a las exportaciones de productos de alta tecnología.

Nuevos amigos

Lejos quedó la tensión que solía estar presente en los encuentros de Barack Obama con las autoridades de China, así como los tímidos reclamos del ex presidente estadounidense acerca del respeto a los derechos humanos en el país asiático.

La bienvenida oficial a Trump fue transmitida en vivo por la televisión estatal, algo que no tiene precedentes para un líder extranjero, informó la agencia de noticias Efe. El gobernante agradeció en Twitter por la ceremonia de recibimiento, con un despliegue “memorable e impresionante”. Trump y Xi intercambiaron halagos, sonrisas y hasta algún chiste en un encuentro que se cree que abrirá una nueva etapa en la relación entre sus países.

Así como Trump bajó el tono con respecto a los problemas de la relación comercial para Estados Unidos, también evitó amenazar a China con tomar represalias si no endurece su posición con respecto a Corea del Norte. Sin embargo, manifestó: “China puede solucionar este problema de manera rápida y fácil”, le pidió al gobierno de Xi que “se implique plenamente” en este asunto, y lo instó a cortar los vínculos con Corea del Norte. Esta decisión dejaría en jaque al régimen norcoreano, ya que 90% del comercio internacional de ese país tiene como destino a China.

Por su parte, Xi se limitó a reiterar: “Nos dedicamos a llegar a una solución al problema de la península de Corea mediante el diálogo y las consultas”.

Después del encuentro, el secretario de Estado, Rex Tillerson, dijo que Trump invitó a los norcoreanos a “sentarse a la mesa” a negociar, en línea con el pedido chino de apostar por la diplomacia, pero aun así está preparando una “respuesta militar”, que no sería una “primera opción”, sino una alternativa por si la situación se agrava. Acerca de las diferencias que parece haber entre ambos países, Tillerson agregó: “Nuestros esfuerzos son complementarios, de ningún modo contradictorios, y buscan llevar al régimen norcoreano a la mesa de negociaciones dispuesto a empezar el largo proceso de cómo desnuclearizar a su país”.