Pocos avances significativos, pero un amplio consenso en que la próxima vez será. Esa es la sensación que transmiten los resultados y las declaraciones posteriores a la cumbre sobre el clima, llamada COP23, que se llevó a cabo entre el 6 y el 17 de noviembre en la ciudad alemana de Bonn.
De lo que ha trascendido en el campo de la energía, la COP 23 sólo logró de los gobiernos una alianza de 25 países, aunque se espera que llegue a 50 para la próxima cumbre, que se desarrollará en Katowice, Polonia, el año que viene. Lo cierto es que en la cumbre de Bonn no se alcanzaron nuevos compromisos sobre emisiones que vayan más allá de los acordados en París para mantener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los 2º C.
Algo bueno. Pese a la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París, las negociaciones para lograr una “alianza anticarbón” llegaron a buen puerto. Firmada por 25 países de 197, la Powering Past Coal Alliance incluye también a organizaciones de la sociedad civil y a una amplia gama de empresas comprometidas en impulsar sus operaciones sin carbón. La “alianza anticarbón” de la COP23 acuerda eliminar gradualmente las centrales térmicas tradicionales de carbón y establecer una moratoria sobre cualquier nueva central eléctrica a carbón tradicional sin la tecnología de captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CO2), que separa el CO2 emitido y lo transporta a un almacenamiento geológico aislado de la atmósfera.
Sin embargo, la cumbre ha estado marcada por los desacuerdos sobre la financiación de los países más ricos y los menos desarrollados. Estos últimos consideran insuficiente el apoyo económico de los países más industrializados –y que más contaminan– para abordar el cambio de modelo energético. Además, los países en desarrollo exigían que los recursos que los países avanzados están dispuestos a ofrecer fueran anunciados con dos años de antelación, para así conocer con qué fondos contaban. Es que la posible salida de Estados Unidos, hasta ahora uno de los mayores donantes, creó un clima de incertidumbre entre los países en vías de desarrollo, que buscaron un compromiso del resto para asegurar los fondos prometidos, algo que no sucedió.
Las emisiones de CO2 que genera el ser humano volverán a aumentar en 2017 y se situarán en un nivel similar al alcanzado en 2015, cuando se batieron todos los récords de contaminación ambiental. Según los cálculos de los especialistas, se alcanzarán las 41,5 gigatoneladas. Por detrás del aumento está el incremento en el uso del carbón, especialmente en China. “El tiempo se está agotando”, advierten los investigadores refiriéndose a la necesidad de recortar las emisiones para evitar efectos catastróficos. Las cifras surgen de dos estudios publicados durante la última semana de la cumbre de Bonn en las revistas especializadas Nature Climate Change y Environmental Research Letters. Esas 41,5 gigatoneladas incluyen el CO2 vinculado con la quema de combustibles fósiles, la industria y los cambios en el uso del suelo. Sin embargo, en ese último tema –que supone 10% del dióxido de carbono de la actividad humana– los investigadores citados no encontraron grandes cambios respecto de 2016. Donde sí se produjo un notorio incremento fue en las emisiones relacionadas con los combustibles fósiles y la industria, que acumulan casi 90% de todo el dióxido de carbono que genera la actividad humana en el planeta. Dichas emisiones crecerán 2% respecto de 2016, hasta llegar a las 36,8 gigatoneladas, y marcarán un nuevo récord histórico. Además, este crecimiento se producirá tras tres años seguidos en los que se observó un estancamiento de esas emisiones.
Los investigadores señalan que las emisiones industriales y de los combustibles fósiles caerán en Estados Unidos y la Unión Europea (UE) –0,4% y 0,2%, respectivamente–, pero en China e India se incrementarán 3,5% y 2% en cada caso. Si se suman las emisiones de Estados Unidos, la UE, China e India se alcanza 60% del CO2 total del planeta.
En la reunión de Bonn se conocieron dos informes sobre el futuro de las energías renovables. Uno es de la Agencia Internacional de Energías Renovables y destaca que muchos países tienen ahora mayores objetivos con energía renovable que los establecidos en sus planes nacionales de acción climática; el otro documento, de Future Earth y The Earth League, señala que la expansión de las energías renovables en todo el mundo se está duplicando cada cinco años y medio.
La cumbre también logró, después de muchos años de negociaciones técnicas, un plan para la agricultura y la ganadería, que en conjunto son el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero después de la energía. También se acordó un Plan de Acción de Género para que las mujeres, más vulnerables frente al cambio climático, sean parte de los proyectos y decisiones sobre cambio climático a nivel internacional y nacional.
Según un comunicado emitido por la Organización de las Naciones Unidas, la conferencia de Bonn sirvió “de plataforma de lanzamiento para una mayor ambición” a concretarse en la COP24, que se celebrará en Polonia. El resultado parece mínimo para una conferencia en la que participaron 25.000 personas, que costó más de 100 millones de euros y que se proponía “salvar el planeta”.