A comienzos de este mes Hariri viajó a Arabia Saudita, desde donde anunció que renunciaba a su cargo. Hariri fue primer ministro de Líbano durante algunos meses en 2005, después de que su padre, Rafic Hariri, que ocupaba ese cargo, fuera asesinado en un atentado por el cual están siendo juzgados cinco integrantes de Hezbolá. En su anuncio, Hariri dijo que en su país se estaba planificando un atentado en su contra y que temía por su vida; además, el dirigente sunita criticó la injerencia iraní en Líbano y al grupo chiita Hezbolá, al que acusó de utilizar las armas para dirigir la política libanesa, aunque sin acusarlo de estar involucrado en el plan en su contra.

Por las condiciones en que fue presentada la renuncia de Hariri, ni el presidente libanés, Aoun, ni el presidente del Parlamento, Nabih Berri, la consideraron válida. “Las circunstancias que rodean la dimisión del primer ministro son inaceptables y es necesario aclararlas. Su renuncia queda suspendida hasta que regrese”, dijo Aoun.

La renuncia de Hariri se planteó como un nuevo escenario del enfrentamiento entre Arabia Saudita e Irán, que tiene fuertes lazos con el movimiento Hezbolá. En octubre de 2016, Hariri y Hezbolá alcanzaron un acuerdo para gobernar en unidad, el dirigente volvió al cargo de primer ministro y terminaron así con una crisis de dos años durante los cuales el país estuvo sin gobierno.

De hecho, una vez anunciada la renuncia de Hariri, el presidente iraní, Hasan Rohani, advirtió a Arabia Saudita que su país tiene “poder y posición” en la región y criticó que haya “obligado” a Hariri a renunciar “sólo para interferir en sus asuntos internos”. En la misma línea se pronunció Hezbolá, que emitió un comunicado en el que dijo que la renuncia “plantea numerosas preguntas” y exigió el regreso de Hariri al país para resolver la situación. Lo mismo pidieron a coro los correligionarios del primer ministro, entre ellos los responsables de la bancada oficialista en el Parlamento. “El regreso de Hariri es esencial para recobrar la dignidad y preservar los equilibrios internos y externos de Líbano”, manifestó la bancada del partido de Hariri, Movimiento del Futuro.

Después del anuncio, Hariri viajó a Abu Dabi, donde se reunió con el príncipe heredero, Mohamed bin Zayed al Nahyan, y de regreso a Arabia Saudita mantuvo encuentros con diplomáticos de Francia, Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea para transmitirles tranquilidad sobre su situación. Unos diez días después de su renuncia, tuiteó en su cuenta que estaba “muy bien” en Arabia Saudita y que dos días después viajaría a Líbano, algo que finalmente no hizo.

La extendida ausencia de Hariri despertó cuestionamientos por parte de Hezbolá y del presidente libanés, que acusaron a Arabia Saudita de tenerlo retenido contra su voluntad. “El primer ministro está detenido en Arabia Saudita y tiene prohibido volver”, dijo el máximo líder de Hezbolá, Hasán Nasralá. “Arabia Saudita intervino de manera pública y sin precedentes” en la política libanesa “al obligar al jefe de gobierno a dimitir”, agregó.

Aoun se pronunció en el mismo sentido que Hezbolá, movimiento del que es aliado. “No hay nada que justifique que Hariri no vuelva después de 12 días [de ausencia]. Así que lo consideramos detenido y retenido”, dijo en un discurso público.

Después de estas denuncias, el domingo, Hariri reiteró que regresaría pronto a su país en una entrevista que brindó al canal del cual su partido es dueño y que se llama Futuro. Allí reconoció que su renuncia no fue presentada de la “manera usual” y justificó su extendida ausencia asegurando que está “tomando medidas de seguridad” para protegerse ante un eventual atentado. Hariri utilizó la entrevista para despejar dudas: dijo que estaba “libre”, que podía abandonar Arabia Saudita “en cualquier momento” y que ese país no había intervenido en la política libanesa. Por último, vinculó la situación libanesa con el conflicto sirio y dijo que sólo anulará su renuncia si Hezbolá se mantiene neutral en Siria. Hezbolá y sus aliados manifestaron que Hariri habló condicionado durante la entrevista y señalaron que en un momento pareció mirar a alguien que estaba fuera de escena.

Cuando la situación parecía estancada, intervino Francia, que tiene una extensa relación con Líbano. La semana pasada el presidente francés, Emmanuel Macron, viajó sorpresivamente a Arabia Saudita, donde se reunió con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salman. El miércoles, fue el canciller francés, Jean-Yves Le Drian, quien se reunió con Bin Salman y con el rey Salman bin Abdelaziz. Este ministro francés mantuvo otras reuniones tras las cuales dijo que las tensiones de la región “son un tema de preocupación” para Francia, y subrayó que es importante “evitar toda injerencia y respetar el principio de soberanía en la región”. Le Drian también se reunió con Hariri.

Después de este viaje, el gobierno francés emitió un comunicado en el que informó que invitó a Hariri a viajar a Francia, junto a su familia, en un viaje que comenzará “pronto”, según dijo Le Drian a los medios. Al ser consultado por esta invitación, Macron dijo que se trata de que Hariri pase “unos días” en París, y subrayó que se trata de “un gesto de amistad” y no de “asilo político”. Agregó: “Necesitamos un Líbano fuerte y dirigentes libres para decidir y para expresarse”. El anuncio fue bien recibido por las autoridades libanesas. “Esperemos que la crisis haya terminado y que se haya abierto la puerta de la solución”, dijo Aoun.