Raúl Pont fue dirigente estudiantil, militante sindical y profesor universitario antes de convertirse en uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores (PT), por el que se convirtió en diputado y en alcalde de Porto Alegre. Visitó Montevideo como invitado a un acto del Partido Socialista de los Trabajadores y conversó con la diaria acerca de las medidas adoptadas por el gobierno de Michel Temer, la situación actual del PT y la eventual participación de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones de 2018.

–¿Cómo evalúa el PT la situación política de Brasil?

–El país vive una situación completamente particular, un Estado de excepción; no hay una intervención de los militares en la política brasileña, pero se estableció una alianza entre el Congreso, los medios golpistas y el Poder Judicial, que se apoyan mutuamente. El problema no eran la corrupción ni [la ex presidenta] Dilma [Rousseff ], sino sacar al gobierno para impulsar una nueva política, que es la que se está haciendo ahora, muy rápidamente, sin ningún respaldo popular. Esto se comprueba con cada situación nueva que surge. En octubre el Poder Judicial cambió la situación del senador Aécio Neves y le permitió volver al Senado; este comportamiento es completamente distinto del que había tenido con un senador nuestro [Delcídio do Amaral]. Eso demuestra que la Justicia juzga casos idénticos de manera diferente, aplica la ley como quiere y sin ninguna objetividad.

–¿Considera que fue un gesto político la decisión del Supremo Tribunal Federal de permitir, a partir del caso de Neves, que la decisión final sobre la separación del cargo de senadores o diputados sea adoptada por sus propias cámaras?

–Claro, se apoyan mutuamente. Ahora el Congreso legitima todo lo que viene del Ejecutivo, cuando no toma iniciativa propia, principalmente en el campo de la intolerancia y la censura. Pero los problemas mayores son con el gobierno.

–¿A qué se refiere?

–El Ejecutivo está liquidando el país, retrasándolo y extranjerizándolo desde el punto de vista de la industria y de las empresas públicas,en especial Petrobras y Eletrobras. Lo peor que ocurre hoy en Brasil es la entrega del país, a un ritmo acelerado, a empresas estatales chinas en el área de la energía eléctrica o a las petroleras internacionales en cuanto al presal [yacimientos petroleros en la plataforma marítima brasileña]. Las modificaciones que se hicieron al quitarle a Petrobras el dominio de la explotación del presal fueron estimadas en más de 300.000 millones de dólares por el senador Roberto Requião, que es del Partido del Movimiento Democrático Brasileño [PMDB, al que pertenece Temer], pero es un tipo íntegro. Este cambio para nosotros fue muy importante, porque el gobierno [del PT] había garantizado que una parte de los ingresos fueran invertidos en la educación y la salud, para garantizar la continuidad de lo que Lula y Dilma venían haciendo: duplicar el número de universidades federales, crear una red enorme de institutos técnicos federales, para tener tecnología y mano de obra especializada, etcétera. Esto es lo que está deshaciendo un gobierno que no tiene legitimidad ni respaldo de la población. Será tal el rechazo, que se fundó un movimiento de personas muy vinculadas al gobierno de Fernando Henrique Cardoso, como el ex ministro Carlos Bresser-Pereira, que se llama Movimiento Brasil Nación y critica las acciones del actual gobierno, que están liquidando un siglo de crecimiento económico...

–Mencionaba el caso de Requião, pero son varios los diputados y senadores que pertenecen a partidos que apoyan al gobierno y, sin embargo, han criticado sus medidas. ¿Ellos se han acercado al PT?

–Nosotros estamos trabajando en una reaproximación con varios partidos, incluso con algunos que se declaraban de izquierda y votaron a favor de la destitución de Dilma, como el Partido Socialista de Brasil [PSB], que actualmente está muy dividido y todo indica que volvió a tener la mayoría el sector más de izquierda, que está en contra de Temer. Estamos haciendo un esfuerzo muy grande para buscar una reconstrucción de una unidad entre partidos de izquierda, con el PT, el PSB, el Partido Comunista de Brasil [PCdoB], el Partido Socialismo y Libertad, que antes nos hacía una crítica muy dura por la izquierda y ahora ha perdido un poco ese discurso, porque nosotros ya no estamos en el gobierno. Estamos defendiendo una unificación, porque si cada uno se mueve en solitario y nadie conversa con nadie, no llegamos a ningún lado.

–¿El PT está bien posicionado en esas conversaciones, o es muy criticado?

–El PT tiene un elemento específico a su favor, que es el liderazgo de Lula y su fuerza en el contacto con la gente. Incluso si no le permiten ser candidato, Lula va a ser un gran elector. Pero además, el PT tiene un respaldo de 19% en las encuestas de intención de voto, el más alto entre los partidos. El problema es que en las elecciones del año pasado tuvimos candidatos en sólo 50% de las ciudades en las que había votación, y perdimos casi la mitad de los alcaldes que teníamos. Lo que se perdió el año pasado no va a ser fácil recuperarlo mientras estemos bajo el ataque mediático. El año pasado, la cadena O Globo nos calificaba todo el tiempo de organización criminal y nadie quería ocupar la candidatura. A tal punto fue así, que yo tuve que ser candidato aunque no quería, y para mí, que ya fui alcalde de Porto Alegre, que tuve varios mandatos como diputado, fue un horror. La gente no me agredía, pero tampoco me escuchaba. ¡La presión de los medios era muy fuerte! Nos transformaron en una organización criminal mucho más que a cualquier otro partido, cuando los demás tienen muchos más diputados y dirigentes involucrados en la corrupción [en términos generales, no sólo en el esquema de corrupción de Petrobras].

–¿En esta etapa el objetivo del PT sería alcanzar una alianza de la izquierda?

–La decisión del VI Congreso del PT fue muy clara: no va a haber acuerdos ni alianzas con los golpistas. Sin embargo, Brasil no es un país homogéneo, y los partidos, mucho menos. Por ejemplo, en Minas Gerais el gobernador es nuestro y hace poco sufrió un impeachment en el que no fue destituido solamente porque una parte del PMDB de Minas lo apoyó. Hay tipos como el senador y ex gobernador de Amapá João Capiberibe, del PSB, que coordina un frente en el Senado que integran su partido, el PT, el PCdoB y el Partido Democrático Laborista para hacer un frente de resistencia al golpe, ahí hay que hacer una alianza. Otra situación particular es la de Requião, que es del PMDB pero es el que hace los discursos más radicales contra los golpistas: fue gobernador de Paraná tres veces, seguramente tenga un candidato, y hay que conversar con él.

–Pero se trata de casos puntuales, no de alianzas nacionales, como antes.

–Exactamente. Esa es la diferencia, pero en cada estado hay que tener candidaturas, no hay cómo huir de eso. Es un momento para unirse en la izquierda, pero también en la resistencia al actual gobierno. Estamos viendo a un montón de gente que no se identificaba con la izquierda y que se está movilizando para cambiar la situación actual. Un profesor de la Universidad Federal de Porto Alegre lanzó un movimiento [al que denominó Ato em Defesa da Cultura e contra a Censura] que se reúne en un bar cultural muy conocido de Porto Alegre, y en sus reuniones se han afiliado 90 personas al PT. A comienzos de noviembre invitaron a [la presidenta del PT] Gleisi Hofmann para que conociera el bar y al movimiento, y otras 15 o 20 personas se afiliaron al PT. Eso es muy bueno. El PT perdió votos, perdió candidatos, pero continúa creciendo en afiliados: tenemos casi dos millones en todo el país, no estamos muertos.

–¿Qué nombres se manejan si Lula no puede participar en las elecciones?

–El PT no tiene plan B.

–Pero si un tribunal de apelaciones confirma la condena contra Lula, él no podrá presentarse a elecciones.

–Primero, jurídicamente hay toda una discusión por los plazos que tendría Lula para presentar un recurso, y segundo, la Corte Suprema ya dictaminó que personas condenadas en segunda instancia puedan concurrir a las elecciones; eso también será un lío jurídico. Sin embargo, el mayor será el lío político, porque al tipo que está al frente de todas las encuestas no le permiten concurrir a las elecciones.