Varias cosas dieron vuelta el tablero electoral en Francia en las últimas semanas. No sólo no hay un favorito claro para el Elíseo, sino que los tres candidatos que encabezan las encuestas de intención de voto están bastante reñidos. Y se enfrentan, además, a problemas de distinto tipo y magnitud. Fillon empezó la carrera como el preferido de los franceses, con una propuesta de derecha no tan radical como la del FN y muy lejana a la del gobernante Partido Socialista (PS), que vive una profunda división interna. Sin embargo, cayó estrepitosamente a fines de enero al verse implicado en una investigación judicial por nepotismo. Macron, en tanto, escaló en los sondeos beneficiado por la crisis del PS y por el triunfo de Benoît Hamon, un candidato poco popular, en las primarias socialistas. Pero sus detractores lo acusan de liderar una candidatura “en el aire”, ya que todavía no presentó su programa de gobierno.
Una encuesta de Opinionway publicada el lunes mostró que la candidatura de Fillon sufrió una baja de seis puntos porcentuales en un mes, y confirmó que no sólo dejó de ser el favorito para las presidenciales, sino que sería descalificado en la primera vuelta. De acuerdo con este sondeo, Le Pen ganaría esa primera ronda con 27% de los votos, seguida por Macron, que lograría 20%, y por Fillon, también con 20%. En esta encuesta aparece por primera vez una caída de Macron, que la semana pasada tenía 23% de las preferencias.
Así las cosas, el mapa queda pintado a favor de Le Pen, la única aspirante que tiene propuestas claras pero que, en contrapartida, es percibida por los analistas políticos como la perdedora segura de la segunda vuelta electoral, porque se considera muy probable que todos los partidos apoyen en bloque a su rival para frenar la victoria de la ultraderecha, como se ha hecho en otras votaciones.
A su manera
El FN de Le Pen recolecta apoyos desde hace tiempo. En diciembre de 2015, sorprendió al pasar a la segunda vuelta en varios cargos en las elecciones regionales, pero finalmente fue derrotado en segunda vuelta. Ya en ese entonces Le Pen había advertido que el avance de su organización política no iba a poder “ser detenido” y que 2017 sería su trampolín al éxito. Sus palabras resuenan fuerte hoy, especialmente en el corazón de una Europa que vive el auge de los movimientos nacionalistas y xenófobos, alentados entre otras cosas por la crisis de los refugiados y el terrorismo yihadista.
La líder ultraderechista inició oficialmente su campaña electoral el domingo 5 en la ciudad de Lyon, donde se presentó como “la candidata del pueblo” y repitió una y otra vez que “lo imposible es posible”. Los sondeos lo demuestran. En ese acto, al que acudieron cerca de 3.000 personas, Le Pen dio a conocer 144 propuestas de gobierno marcadas por un fuerte nacionalismo antieuropeísta. La candidata hizo especial hincapié en la promesa de organizar en los seis primeros meses de su mandato un referéndum para consultar a los franceses sobre si seguir o abandonar la Unión Europea (UE). Su objetivo es que Francia vuelva a ser un país que controle sus fronteras, retorne a su propia moneda y tenga una identidad no “alterada” por los inmigrantes y la globalización, explicó.
En materia migratoria, el programa de la ultraderechista aboga por limitar la entrada de inmigrantes a 10.000 personas por año y establece que los indocumentados no tendrán derecho a asistencia médica gratuita. Además, propone que se impida que estos últimos puedan legalizar su permanencia en Francia y que sólo se acepten solicitudes de asilo presentadas en los consulados franceses en el extranjero. En referencia a los problemas de integración de la comunidad musulmana en su país, agregó: “Los que vengan a Francia es para que vivan en nuestro país, no para que impongan sus costumbres; si no les gusta, se hubieran quedado en sus casas”.
En su programa electoral -agrupado en siete grandes temas respecto de una Francia “libre”, “segura”, “próspera”, “justa”, “orgullosa”, “potente” y “sostenible”- también figura la intención de modificar la Constitución para que los franceses tengan prioridad en el acceso al empleo y la vivienda. Otras propuestas tienen que ver con invertir más dinero en las fuerzas de seguridad, volver al servicio militar obligatorio y establecer la “cadena perpetua real”, aunque a la vez sometería a referéndum el regreso de la pena de muerte. El FN también se opone a los tratados de libre comercio y reclama, en cambio, un “proteccionismo inteligente”.
Le Pen, como tantos otros políticos franceses, no escapa de los problemas judiciales. La hija de Jean-Marie, el fundador del FN, es acusada de pagarle a una asistente “ficticia” con fondos europeos para remunerar a colaboradores de su partido cuando era eurodiputada. La candidata niega haber cometido cualquier abuso y ya aseguró que no dimitirá si es imputada porque se considera una “perseguida política”.
De la cima al suelo
Fillon también acusó a sus opositores de orquestar un “linchamiento mediático” para arruinar su candidatura, después de que el semanario francés Le Canard Enchaîné sacara a la luz información sobre el enriquecimiento de su familia gracias a empleos públicos ficticios de su esposa y dos de sus hijos. En su caso, la polémica repercutió gravemente en su carrera a la presidencia, al punto que muchos parlamentarios de su propio partido quieren que se retire, según dijeron el martes de la semana pasada. “No se puede hacer campaña. Corremos hacia un desastre anunciado. Estamos ante una situación desastrosa”, dijo el diputado Georges Fenech, perteneciente a la corriente del ex presidente Nicolas Sarkozy, fundador de Los Republicanos.
Para intentar cortar el flujo de disidentes, Fillon se reunió la semana pasada con Sarkozy. Según informó el diario Le Monde, el encuentro sirvió para intercambiar consejos en un momento difícil para el partido. Además, el candidato se aseguró de que cuenta con el apoyo del ex presidente y de quienes lo siguen. Al día siguiente, Fillon incluyó en su programa la baja de la edad de imputabilidad a 16 años, una medida que Sarkozy defendió durante las primarias.
Fillon es un candidato con propuestas ultraliberales en lo económico y de perfil conservador y religioso en lo social. Entre sus propuestas se destaca la reducción de las competencias del Estado, la supresión de 500.000 puestos de trabajo públicos, el recorte del gasto en salud, el aumento de la semana laboral de 35 a 39 horas en el sector público y la promoción de los valores de la familia tradicional. Todo con una fuerte impronta nacionalista y euroescéptica, basada en un discurso que incluye una visión cultural xenófoba y, por otro lado, la oposición a un europeísmo que él considera que amenaza los intereses nacionales de los franceses.
El candidato de Los Republicanos tomó ayer otra medida, en su intento por recuperar votos, y anunció que suprimiría los aspectos más liberales -y criticados- de su programa de salud. En concreto, prometió que si gana las elecciones el Estado asumirá desde finales de este año el 100% de los gastos en los lentes para los niños, con el objetivo de que, para el final de su mandato, también pueda hacerse cargo de la totalidad de los gastos de prótesis auditivas, de óptica y dentales.
La caída de Fillon no se percibe sólo en los sondeos: el líder conservador tuvo que suspender varios actos de campaña tras ser recibido con pancartas y gritos de “Fillon ladrón” y algunos dirigentes regionales han cancelado actividades que tenían planificadas con el candidato, como muestra de rechazo.
La pulseada de Fillon con la Justicia se volvió incluso más difícil el jueves, cuando la Fiscalía anunció que tiene material suficiente como para seguir investigando el caso. Las autoridades francesas tratan de determinar si hubo malversación de fondos públicos, abuso de bienes sociales y receptación de estos dos delitos. En respuesta, Fillon dijo que no hay “absolutamente ningún elemento nuevo” e insistió en que la acción de la Fiscalía, que a su parecer no es más que “un acto de comunicación que alimenta el culebrón mediático”, no le va a impedir continuar con su candidatura. Cuando se desató el escándalo, Fillon prometió que renunciaría sólo si es imputado en la causa. Por el momento, sigue en carrera.
Sin un plan
Después de que se destapó el escándalo de Fillon y que Hamon ganó las primarias socialistas, Macron -ex ministro de Economía del presidente François Hollande que no quiso participar en las internas del PS y se postuló como independiente- ganó terreno. Aunque en ningún momento logró pasar a Le Pen en las encuestas, los expertos lo veían como el posible triunfador de la segunda vuelta electoral.
Pero ahora dichas encuestas lo alejan de la líder del FN y lo igualan con Fillon, después de que el jueves calificó la colonización francesa en Argelia como “un crimen contra la humanidad”, algo que no cayó bien a muchos franceses. Tampoco lo ayuda que todavía no haya hecho público su programa de gobierno, el cual, según lo definió, no es ni de izquierda ni de derecha.
Macron lanzó oficialmente su campaña el domingo 5, en un acto multitudinario en el que se manifestó como progresista. “No les digo que la izquierda y la derecha ya no signifiquen nada. Pero en los momentos históricos, ¿estas divisiones son insuperables?”, dijo el candidato del movimiento En Marcha. “Me reconozco en el término progresista, quiero ser un europeo generoso e innovador”, agregó. También pidió que Francia se convierta en “tierra de innovación”, facilitando el acceso al trabajo y poniendo de nuevo en el centro de la vida política el lema “libertad, igualdad y fraternidad”, que nació durante la Revolución Francesa. Especificó: “La libertad, sobre todo económica. La igualdad, de oportunidades. La fraternidad, europea e incluso ecológica”.
Su discurso informal y sus actos electorales poco convencionales atraen especialmente a los jóvenes y a gran parte del electorado de izquierda, desorientado frente a un PS en crisis interna. Sus críticos le siguen pidiendo propuestas.
El sábado, consciente de que el incidente sobre Argelia le jugó una mala pasada, dedicó un acto en Toulon -al sur del país- a desmarcarse de la retórica de su principal contrincante. “Nuestra responsabilidad es enorme: tenemos que mantener nuestra democracia en pie, sin ceder al odio, y respetar a todos y cada uno, lo que incluye a los que no piensan como nosotros”, dijo. Además, acusó a Le Pen de “jugar con el miedo” y denunció que varias personas no pudieron asistir a ese acto por amenazas de miembros del FN.
Después dio algunas pistas sobre lo que serán sus políticas en materia de seguridad, uno de los asuntos que más preocupan a los franceses a causa de los ataques yihadistas de los dos últimos años. Macron consideró que el país no debe cerrar las fronteras -desmarcándose de la postura de sus oponentes- y pidió no confundir el islam con el terrorismo, en otra alusión al FN. Por otro lado, demandó “tolerancia cero para los delincuentes”, pero también para los excesos policiales, en un momento de gran efervescencia por los abusos cometidos por policías contra un joven negro a principios de mes.
Por último, se tomó un tiempo para responderle a quienes critican que su propuesta no sea ni de izquierda ni de derecha: “El mundo cambia. Lo que yo propugno es la libertad radical y la justicia social radical”.
El ojo en Siria
El lunes, durante una visita a Líbano, la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, dijo que “en el contexto de la política del mal menor” la permanencia en el poder del presidente sirio, Bashar al Assad, sería “una solución mucho más tranquilizadora para Francia que [el grupo yihadista] Estado Islámico”. Su postura dista de la posición del actual gobierno francés, que acusa al mandatario sirio de cometer “crímenes de guerra” e insiste en que debe renunciar al cargo.