“No es una política que apoyemos”, dijo Lloyd Blankfein, director general de Goldman Sachs, el principal banco de inversión de Estados Unidos y uno de los líderes mundiales. “Para que seamos exitosos, nuestros hombres y mujeres deben reflejar la diversidad de las comunidades y de las culturas en las que operamos”, agregó, explicando que ese es uno de los principios de esta organización financiera. La empresa de la que Donald Trump eligió a Gary Cohn -el hasta entonces presidente del grupo bancario- para dirigir el Consejo Económico Nacional, encargado de coordinar la política económica, entiende que “mantener la diversidad no es una opción, es lo que debemos ser”.

Pero las que más se quejaron fueron las empresas de Silicon Valley. Las principales firmas tecnológicas del mundo y las miles de startups practican la política de elegir a los mejores en el país en que estén. Así, 19% del personal de Apple es de origen asiático y 12% es de procedencia latina. Por su parte, 38% de los trabajadores de Facebook son asiáticos.

Pero hay algo más. La polémica entre estas empresas y el gobierno del magnate Trump incluye la visa H-1B, que abre las puertas del mercado de trabajo estadounidense a extranjeros calificados. En las últimas horas, la página de noticias Bloomberg dio a conocer los planes de Trump para endurecer aun más las condiciones de acceso a esta visa. Para que el gobierno otorgue una de estas visas, será necesario que el trabajador y la empresa que lo quiere contratar acrediten que esa persona está más capacitada para desarrollar ese trabajo que un residente en el país. La política de inmigración del nuevo gobierno se rige por la premisa de potenciar la creación de puestos de trabajo para estadounidenses a costa de endurecer las condiciones para acceder a dichos permisos. Pero las compañías tecnológicas argumentan que la falta de talento en Estados Unidos las obliga a buscar mano de obra extranjera.

Un viaje de ida

“Apple no existiría sin la inmigración”, aseguró Tim Cook, máximo jerarca de la empresa que cuenta con la mayor capitalización bursátil de Estados Unidos. En términos similares, el director general de Google, Sundar Pichai, recordó que “durante generaciones este país ha sido el hogar de inmigrantes”.

La relación entre Trump y los directivos de las empresas tecnológicas ha sido áspera desde que se vio que el magnate contaba con serias chances de ser electo. Por ejemplo, el jefe de Amazon, Jeff Bezos, fue acusado por Trump durante la campaña electoral de utilizar su diario, The Washington Post, para intentar conseguir beneficios impositivos para su otra empresa, Amazon. En esa oportunidad, Bezos respondió ofreciéndole a Trump un viaje al espacio en un cohete operado por su compañía de vuelos espaciales Blue Origin, y en un tuit le preguntaba: “¿Sólo de ida?”.

A pesar de los chisporroteos, Trump y su vicepresidente, Mike Pence, se reunieron semanas antes de asumir con los ejecutivos de grandes firmas de tecnología: Cook; Satya Nadella, de Microsoft; Larry Page, de Google; Brian Krzanich, de Intel; Elon Musk, de Tesla y SpaceX; la jefa financiera de Facebook, Sheryl Sandberg; la presidenta de Oracle, Safra Catz, y el propio Bezos. En la reunión, a la que no tuvo acceso la prensa, se discutió cómo mejorar la ciberseguridad, pero también Trump instaló el tema de la repatriación de beneficios de estas empresas. Según trascendió, en esa reunión Trump no detalló su política migratoria ni el timing de su implementación.

Apple, Google, Tesla, Amazon y otros gigantes tecnológicos nacieron gracias a inmigrantes. Un estudio de la National Foundation for American Policy destaca que 50% de las empresas valoradas en más de 1.000 millones de dólares cuenta con al menos un inmigrante entre sus fundadores.

Pero también el grupo Ford, el mayor del sector automotor en Estados Unidos, emitió un comunicado en el que subraya la “rica diversidad” que la empresa defiende. “Por esa razón, no apoyamos esta decisión ni cualquier otra que esté en contra de los valores que mantiene la compañía”, agrega un mensaje dado a conocer por el director general de la compañía, Mark Fields, y el presidente ejecutivo, Bill Ford.

Por su parte, la cadena de cafeterías Starbucks no sólo dijo que está en contra de la orden ejecutiva sino que anunció su intención de contratar en los próximos cinco años a unos 10.000 refugiados en los 75 países en donde opera. “Vivimos tiempos sin precedentes, en los que se está poniendo en duda el sueño americano, que nos obligan [...] a no permanecer callados ante la incertidumbre que despiertan las medidas de la nueva administración”, afirmó el director ejecutivo de Starbucks, Howard Schultz.

La medida también tuvo reacciones en Wall Street, donde las empresas financieras, muy poco amigas de la inestabilidad política, observan con preocupación las protestas contra el gobierno. La medida reafirma los temores de los principales directivos de bancos sobre el carácter “temperamental” de Trump. “Las preocupaciones en relación con Trump están empezando a asentarse”, dijo el economista jefe de First Standard Financial, Peter Cardillo.

Los empresarios estadounidenses empiezan a sentirse incómodos con Trump y sus decisiones impulsivas. Medidas como esta les quitan la clave de su capacidad de competir internacionalmente y se la ofrecen a las empresas extranjeras.