Trump no perdió el tiempo desde que llegó a la Casa Blanca. Dedicó sus primeros días a bajar a tierra sus propuestas más populares y controvertidas. Lo hizo mediante decretos presidenciales, que no requieren la aprobación del Congreso. Estas órdenes ejecutivas, además, pueden revertir órdenes de presidentes anteriores, algo que Trump aprovechó desde el día uno para empezar a tirar abajo las transformaciones de la era Obama. Sin embargo, la libertad de los presidentes para aplicar este recurso es limitada: no pueden usarlo para revertir leyes aprobadas por el Congreso y generalmente plantean medidas temporales.

Surge la necesidad de distinguir, caso por caso, cuál es el alcance de lo que decretó Trump hasta el momento. Porque muchos de sus decretos fueron efectivos, pero otros se enfrentan a desafíos legales o deben esperar el aval del Congreso para aprobarse definitivamente.

Una de las primeras medidas que tomó el nuevo presidente fue retirar a su país del Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, algo que logró sólo con su firma, porque Estados Unidos todavía no lo había suscrito. Ese mismo día, el presidente firmó otro decreto para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero, en este caso, tendrá que esperar, porque él no tiene la palabra final. En primer lugar, porque deberá ponerse de acuerdo con los socios, México y Canadá, que ya manifestaron sus reticencias a volver a negociar los términos del pacto. Pero además, si Trump quisiera cancelarlo, debería conseguir la aprobación de las dos cámaras del Congreso, cuestión que parece difícil porque muchos legisladores republicanos ya se manifestaron a favor del tratado y consideran que, en sus términos actuales, beneficia a Estados Unidos.

En sus primeros días en la Casa Blanca, Trump también congeló la contratación de funcionarios públicos (con la excepción de los militares) y redujo las regulaciones que disponen las agencias gubernamentales. Esto último lo hizo mediante un decreto que ordena a estas agencias que por cada nueva regulación que implementen den de baja a dos ya existentes. Como candidato, Trump insistió en que las regulaciones federales constituyen una carga para las empresas que era necesario alivianar.

Otro decreto firmado que ya empezó a regir fue aquel que prohíbe la concesión de ayuda estadounidense a organizaciones civiles que asesoren en el extranjero sobre el aborto como una opción de planificación familiar, o lo promuevan. Trump también creó el Día Nacional del Patriotismo, que será celebrado cada 20 de enero, fecha en que fue investido presidente.

Por otro lado, el presidente decidió avanzar en la construcción de los oleoductos Keystone XL y Dakota Access, como parte de su promesa de dar mayor libertad a la industria petrolera de ampliar su infraestructura. El Keystone XL transportará petróleo desde la región canadiense de Alberta hasta el territorio estadounidense de Nebraska, y el Dakota Access hará lo mismo desde los yacimientos de Dakota del Norte a una infraestructura ya existente en Illinois, desde donde el crudo se distribuirá al Golfo de México.

El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, anunció que la finalidad del presidente es “equilibrar” la protección ambiental y la economía. Pero grupos de activistas se oponen a dos proyectos que, según consideran, tendrán un grave impacto ambiental. La tribu indígena de los sioux, asentada en Dakota del Norte y Dakota del Sur, considera que el Dakota Access amenaza con destruir sus fuentes de agua potable, tierras que consideran sagradas y varios lugares con valor cultural. Obama había paralizado este proyecto a principios de diciembre por considerar que no contribuye a la creación de empleos estables y que podría afectar la imagen del país en materia ambiental. El riesgo de que Trump revirtiera la medida estaba en el aire desde entonces, pero nadie imaginó que lo lograría en dos semanas. Queda por ver si cumplirá también con su promesa de abandonar el Acuerdo de París contra el calentamiento global.

En diferido

Las órdenes ejecutivas que firmó Trump en materia de inmigración fueron las que causaron más inquietud. Pero, en este caso, el alcance también es relativo. En su tercer día de trabajo en la Casa Blanca, el presidente firmó una orden ejecutiva para autorizar la construcción del muro fronterizo con México, una de sus principales y más polémicas promesas de campaña. El mandatario dijo que Estados Unidos comenzará a construir el muro por su cuenta y luego le cobrará a México los más de 10.000 millones de dólares que estiman que costará, algo que sus vecinos rechazaron en múltiples ocasiones. Sin embargo, incluso si este plan se sigue al pie de la letra, Trump necesitará que el Congreso apruebe los fondos para iniciar la obra. Una semana antes de asumir como presidente, Trump urgió a los congresistas republicanos -que controlan la Cámara de Representantes y el Senado- a actuar rápidamente en este proyecto, en una entrevista con el diario The Washington Post. “El Congreso no puede congelar esos proyectos porque el público no dejará que eso ocurra”, dijo Trump en ese entonces, seguro de que su propuesta sería ratificada.

Junto con el decreto que autoriza la construcción del muro, el mandatario suscribió otra orden ejecutiva para retirar los fondos públicos a las más de 300 “ciudades santuarios” que se niegan a colaborar con las políticas del gobierno respecto de los inmigrantes indocumentados para evitar su deportación. Según reportó el diario Los Angeles Times, este proceso podría llevar varios meses, debido a la complejidad legislativa que existe entre los estados, los tribunales federales y el gobierno nacional. Esta medida se enfrentó con un primer obstáculo judicial el martes de la semana pasada, cuando el alcalde de San Francisco, el demócrata Ed Lee, presentó una demanda en nombre de la ciudad californiana contra el presidente alegando que su orden viola la Décima Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que asegura que los poderes no concedidos al gobierno federal deben recaer sobre los estados.

En materia migratoria, la orden ejecutiva que causó más revuelo, dentro y fuera del país, fue la que prohíbe temporalmente la llegada de refugiados y de inmigrantes de siete países de mayoría musulmana que Trump considera “propensos al terrorismo”. La firmó una semana después de asumir el cargo, alegando que así protegería a los estadounidenses y alejaría del país a los “terroristas islámicos radicales”.

Después de provocar protestas multitudinarias en todo el mundo, la condena de varios gobiernos y organismos internacionales y una gran confusión entre quienes viajaban a Estados Unidos, el veto migratorio se enfrentó con resistencias legales. El viernes, el juez federal James Robart antepuso una orden para bloquear temporalmente un veto que considera “anticonstitucional”. Los detractores de la medida de Trump argumentan que el decreto discrimina a los musulmanes y, por lo tanto, supone un ataque a la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense, que protege la libertad religiosa.

El Departamento de Justicia decidió apelar, pero la petición fue rápidamente rechazada, lo que obligó a las autoridades a reabrir sus fronteras tanto a refugiados como a los inmigrantes de los siete países vetados. Mientras el tribunal de apelaciones revisa el decreto, Trump dijo ayer que luchará hasta lograr la aprobación y advirtió que mucha “gente mala” está considerando ir a Estados Unidos, por lo que el veto es “necesario”.

Otra de las órdenes ejecutivas firmadas por Trump apuntaba a “derogar y sustituir” la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, conocida como Obamacare. El vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, dijo que el decreto es una instrucción para que los departamentos y agencias federales de salud “alivien las cargas del Obamacare”, mientras el Congreso analiza cómo desinstalar el programa vigente. En este punto los congresistas también deciden si avalan o no la iniciativa del presidente. Por el momento, los republicanos -que son mayoría en las dos cámaras- no se pusieron de acuerdo en un plan.

Uno de los factores que complican la derogación es la inclinación de Trump a mantener las dos partes más populares del proyecto original: el punto que obliga a las empresas a brindar seguros a personas con enfermedades previas y la extensión de la cobertura médica de un adulto a sus hijos hasta que cumplan los 26 años. El propio Trump reconoció ayer, en una entrevista con la cadena Fox, que el proceso será “complicado” y que “quizá” haya que esperar hasta el año que viene para la aprobación.

Más allá de los decretos

Trump no sólo provocó reacciones adversas con órdenes ejecutivas. También hizo declaraciones polémicas y tuvo exabruptos que, en realidad, más que repercutir en Estados Unidos y en el mundo, muestran cómo es su personalidad.

El jueves, por ejemplo, calificó de “estúpido” un acuerdo de intercambio de refugiados con Australia durante una conversación telefónica que sostuvo con el primer ministro de ese país, Malcolm Turnbull, tensando las relaciones entre los dos países. Estaba previsto que la llamada durara una hora, pero Trump la cortó a los 25 minutos, cuando Turnbull intentó pasar a otros asuntos, como la situación en Siria, informó The Washington Post.

El presidente ya había arriesgado la amistad que une a su país con China cuando sugirió que podría cambiar la política que considera a Taiwán parte de “una sola China”, y que es la base de las relaciones bilaterales desde 1972. Lo hizo poco después de ganar las elecciones, cuando mantuvo una conversación por teléfono con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, en el primer contacto formal entre Estados Unidos y ese país en casi 40 años.

Unas horas después de desembarcar en la Casa Blanca, el fenómeno Trump también se instaló en la página web del gobierno, en donde desaparecieron todas las referencias al cambio climático y la información relacionada con las políticas para la comunidad LGBT.