El ritmo de la campaña electoral francesa es tan vertiginoso que resulta muy difícil vislumbrar qué va a pasar el domingo 23. Más allá de lo que pasa con cada candidato -sus propuestas, sus discursos, sus escándalos-, uno de los factores que agregan incertidumbre al proceso es que gran parte del electorado parece indeciso -y además, en Francia el voto no es obligatorio-. Según un sondeo de la encuestadora BVA, publicado el sábado, 38% de la población todavía no puede decir por quién votará o podría cambiar de opinión antes de la elección. Otro síntoma de este fenómeno es que las tendencias en las encuestas cambian con rapidez y que, como ha pasado en los últimos meses, el menos respaldado podría convertirse en favorito.
La candidata que siempre ocupó uno de los primeros lugares en los sondeos fue Le Pen, que aparecía como la ganadora segura de la primera vuelta electoral. Sin embargo, el último sondeo, publicado ayer por el diario Le Monde, ubica a la líder del Frente Nacional (FN) y a Macron empatados con 25% de las preferencias. El mismo estudio muestra que el ex ministro vencería a Le Pen en la segunda ronda, prevista para el 7 de mayo, con 61% de los votos frente a 39%.
El avance de Macron es lo único que parece irreversible en esta carrera, excepto que surja alguna sorpresa en lo que queda del mes. El candidato independiente reconoció el sábado, por primera vez, que el FN es su principal rival y se mostró confiado en que va a ser el más votado en la primera vuelta. “Quiero que alejemos de esta campaña y de este país al partido de odio y desprecio y a todos quienes nos avergüenzan tanto. Vamos a superarlos en primera ronda y vamos a ganarles”, aseguró Macron, en un acto en Marsella, en referencia al FN. En ese acto, Macron se presentó, una vez más, como el único candidato que renovará la política francesa de los últimos 20 años. “Conmigo llegará el tiempo de la alternancia profunda y de la renovación verdadera”, dijo el candidato del movimiento ¡En Marcha!, frente a 5.000 seguidores. También aprovechó para responderles a los candidatos que se refieren a él como el heredero del actual presidente francés, François Hollande: “No soy el heredero de nada, soy el heredero de ustedes, de su confianza, de su energía”.
Probablemente porque es el aspirante favorito, Macron fue uno de los más golpeados por sus contrincantes en el primer debate presidencial y, el fin de semana, fue blanco de las críticas de sus principales rivales de izquierda: el líder de La Francia Insumisa, Mélenchon, y el socialista Hamon. En una entrevista que publicó el domingo el semanario Journal du Dimanche, Mélenchon consideró que el discurso de Macron muestra “una debilidad interna”. A la vez, dijo que si bien los dos encarnan distintas “formas de alternancia”, él encarna la “de la solidaridad” y Macron la “del reino del mercado”. En tanto, en otra entrevista publicada el domingo en Le Parisien, Hamon dijo que el ex ministro “no es de izquierda” y que “su programa no tiene sentido”.
Para no seguir siendo el blanco de todas las críticas -tanto de la izquierda como de la derecha-, Macron se está esforzando en negar su condición de favorito. En una entrevista publicada el lunes en Le Monde, por ejemplo, dijo que “el peor riesgo” es no darse cuenta de que Le Pen puede ganar las elecciones si termina primera y con una amplia distancia en la primera vuelta.
En direcciones contrarias
Lejos de los favoritos, la pelea también está reñida. Fillon, del partido de derecha Los Republicanos, está en el tercer puesto con 17,5% de los apoyos, seguido por el izquierdista Mélenchon, que le pisa los talones con 15%. El candidato de La Francia Insumisa subió seis puntos en las últimas dos semanas, según un sondeo del instituto Odoxa. Su apoyo creció impulsado por su buena actuación en el primer debate y por la masiva convocatoria que tuvo una marcha que encabezó el jueves. El candidato respaldado por el Partido Comunista reconoció su “despegue” en una entrevista que salió el domingo en el Journal du Dimanche, y aseguró que “la naturaleza” de su candidatura “cambió” en estos días. Agregó: “Soy un camino marcado. De repente, me presento ante muchos como una solución razonable. No, no razonable; razonada. En mi caso, hay pasos, hay un calendario, hay un método”.
La tendencia que está marcando Mélenchon en los sondeos, al alza, indica que en cualquier momento podría robarle el lugar a Fillon, que no se pudo recuperar del golpe que significó ser imputado por nepotismo. La campaña de Fillon sufrió un nuevo revés la semana pasada: la Justicia imputó también a su esposa, Penelope, por haber recibido pagos del candidato por un empleo ficticio en el Parlamento.
En el quinto lugar se encuentra Hamon, el candidato oficialista, que alcanza 10% de las preferencias y sigue perdiendo apoyos dentro del PS. El elegido en las primarias socialistas ya había sido abandonado por figuras importantes del partido: diputados y dirigentes como el ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, que terminaron respaldando públicamente a Macron. Sin embargo, ninguno tenía el peso del ex primer ministro Manuel Valls, que fue aspirante a la presidencia hasta que perdió en las primarias con Hamon. “Votaré a Emmanuel Macron porque no quiero tomar ningún riesgo con respecto a la república [...] ante la amenaza que representa la extrema derecha”, dijo Valls el miércoles, entrevistado por el canal BFMTV.
Su anuncio cayó mal en algunos sectores del PS, que no dudaron en calificarlo de “traidor”. También reforzó la idea de que Macron encarna una visión de gobierno más parecida a la de Hollande. En respuesta, Hamon respondió con un nuevo llamado a la unidad de la izquierda: “Les pido que castiguen a quienes se prestan a este juego malsano [...] y, al mismo tiempo, den la espalda a esos políticos que ya no creen en nada y que van hacia donde sopla el viento, en desprecio de sus convicciones”.
Consciente de su soledad y de la incapacidad para llegar a los votantes de izquierda, que apostaron especialmente por Macron, Hamon reiteró su voluntad de aliarse con Mélenchon. Pero, como tantos otros, él también le dio la espalda.