Los tiempos están cambiando, y los altos cargos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) adaptan su lenguaje a los nuevos vientos autárquicos, cuyo principal representante es el hombre de negocios devenido presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Pero no sólo es el triunfo de Trump lo que mueve los énfasis discursivos. El brexit y el pasaje de la candidata derechista Marine Le Pen a segunda vuelta en las elecciones presidenciales en Francia hablan de un giro a cierto nacionalismo económico (o al nacionalismo a secas).
Los países miembros del FMI se reunieron el sábado y se comprometieron a trabajar para reducir los desequilibrios mundiales. El Comité Monetario y Financiero Internacional, que dirige el organismo, reiteró su rechazo a las devaluaciones competitivas de las monedas, pero no repitió su anterior compromiso de resistir a “todas las formas de proteccionismo”.
El comunicado del FMI establece el objetivo de “reducir los excesivos desequilibrios mundiales” mediante “la adopción de políticas apropiadas”, una frase que es bastante general. De todas maneras, aclaran que se trabajará “para fortalecer la contribución del comercio a nuestras economías”. Pero no hay condenas al proteccionismo.
En los últimos meses, se ha manejado la posibilidad de que una escalada proteccionista ponga en riesgo la incipiente y frágil reactivación global que se observa tras años de estancamiento. “Todos recordamos los brotes verdes de 2011, que no duraron mucho”, dijo la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, en una advertencia sobre los “riesgos e incertidumbres” que acechan.
El comunicado que surge de la reunión del sábado se acerca a la retórica de la declaración emitida tras la reunión del G-20 de marzo en la ciudad alemana de Baden-Baden. Según la prensa internacional, allí se dio el mayor enfrentamiento hasta la fecha entre el nuevo gobierno estadounidense, los organismos internacionales y los jefes de finanzas del grupo de las mayores 20 economías mundiales. El resultado de esa reunión -que se inició con la afirmación del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, acerca de que la promesa contra el proteccionismo ya no era relevante- fue dejar de lado el histórico rechazo al proteccionismo.
El ex presidente del banco central mexicano y encargado de dirigir el Comité Directivo del FMI, Agustín Carstens, dijo sin ningún pesar que el proteccionismo es un término “relativo” y “ambiguo”, y agregó: “No hay país que no tenga alguna disposición sobre el comercio”.
En el comunicado, el comité del FMI agrega que, si bien la recuperación económica mundial está ganando impulso, el crecimiento es “todavía modesto”, y advirtió de una mayor incertidumbre política.
El gobierno de Donald Trump está en camino de desmantelar la regulación financiera adoptada después de la crisis de 2008, algo que el FMI entiende que “aumentará la probabilidad” de nuevas turbulencias financieras.
Varios integrantes del gobierno estadounidense expresan su escepticismo sobre el multilateralismo, por lo que las instituciones como el FMI y el BM van a sufrir. Quizá por esa razón el ataque directo al proteccionismo se suavizó, y sus voceros no pierden oportunidad de hablar bien del plan de inversiones en infraestructura del gobierno de Trump.
Si bien Estados Unidos no puede por sí solo limitar la injerencia del FMI en diferentes temas, puede incidir en su agenda. En particular, puede intentar frenar los cambios que el organismo estaba haciendo para incorporar preocupaciones sociales y ambientales, y, sobre todo, dar más peso a algunos accionistas de creciente importancia en la economía mundial, como China, Rusia e India.