El candidato del Partido Democrático (PD), el liberal Moon Jae-in, ganó ayer las elecciones presidenciales de Corea del Sur y puso fin a una década de gobiernos del conservador Partido Libertad. Aunque la Comisión Electoral Nacional informó que los resultados oficiales serán publicados hoy, los sondeos a boca de urna apuntaban ayer a una victoria de Moon con alrededor de 40% de los votos, seguido por el conservador Hong Yoon-pyo, que habría logrado 25%, y el centrista Ahn Cheol-soo, que quedó en el tercer lugar con cerca de 21%. Los dos últimos ya aceptaron su derrota.

El avance de Hong sorprendió a los analistas, ya que, hace un mes, las encuestas lo ubicaban entre los últimos, con un apoyo inferior a 10%. Ese desgaste tuvo que ver con el caso de corrupción que involucró a la ex presidenta conservadora Park Geun-hye y marcó la agenda política del país en los últimos nueve meses. De hecho, las elecciones de ayer fueron anticipadas a raíz de este caso, por el que en diciembre dimitió la entonces mandataria, que ahora se encuentra en prisión preventiva y podría ser condenada a cadena perpetua.

De hecho, esta trama de corrupción pudo haber alimentado el interés de los surcoreanos en ir a votar, ya que se registró la participación más alta en unas elecciones presidenciales en los últimos 20 años, según informó la comisión electoral.

“Seré con orgullo el presidente de todos los coreanos”, dijo ayer el mandatario electo en un acto en Seúl. “Esta es una gran victoria de gente magnífica que me apoyó para crear un país de justicia en el que imperen las leyes y el sentido común [...] Construiré una nueva nación, una gran Corea”, prometió Moon.

La elección de este dirigente, un ex abogado especializado en la defensa de los derechos civiles, muestra el cambio que quieren los ciudadanos después del escándalo de Park. Puertas adentro, el dirigente del PD propone estímulos fiscales, el aumento de los salarios, la creación de unos 800.000 empleos estatales y una expansión del gasto público para crear puestos de trabajo. Además, para reducir la concentración de la riqueza prometió reformar los chaebol -poderosos conglomerados empresariales en manos de pocas familias que controlan la mayor parte de la economía del país- y potenciar las pequeñas y medianas empresas.

Durante la campaña, Moon generó polémica por unas declaraciones en las que dio a entender que está en contra de la homosexualidad. El PD intentó restarle trascendencia a este hecho argumentando que, en realidad, se refería sólo a su oposición al matrimonio igualitario.

Puertas afuera, una de sus tareas principales será modelar la política hacia Corea del Norte, de quien se ha declarado cercano. Al respecto, Moon propone una estrategia más conciliadora que la de su antecesora, con el establecimiento de relaciones económicas y una mayor apertura al diálogo, especialmente para aliviar la creciente tensión por el programa nuclear y de misiles del vecino del norte. Sus críticos lo han acusado de ser “blando”, pero él se defendió alegando que también es partidario de que se mantengan las sanciones a Pyongyang. La política de Moon podría enfrentarlo con Estados Unidos, que mantiene una fuerte tensión con el gobierno norcoreano, justamente, por su programa armamentístico. Hace unos días, el surcoreano dijo sobre esa crisis: “No deberíamos ser simplemente un espectador que presencia las conversaciones entre Estados Unidos y China”.

A pesar de todo, existe cierto escepticismo respecto de su capacidad para liderar un verdadero cambio, ya que algunos lo tratan de idealista e inexperto. Además, no le será fácil gobernar con un Parlamento en el que no tiene mayoría absoluta. Por esa razón, el futuro presidente estará obligado a pactar durante los próximos cuatro años -las legislativas están previstas recién para 2020- con partidos de centro y de izquierda, que pueden poner varios obstáculos en el camino al líder liberal.