Emmanuel Macron dio ayer a los franceses y a Europa más señales acerca de lo que pueden esperar de su gestión como presidente de Francia. La primera se conoció de mañana, cuando se confirmó que su primer ministro será Édouard Philippe, diputado, alcalde de Le Havre y militante del partido derechista Los Republicanos, que fundó el ex presidente Nicolas Sarkozy. La noticia fue leída en Francia como un intento de Macron de compensar su cercanía con el Partido Socialista -cuyo gobierno integró como ministro de Economía- y acercarse así a los votantes de derecha, a semanas de las elecciones legislativas de junio.

Al asumir el cargo, Philippe, de 46 años, se reivindicó como “un hombre de derecha”, aunque más tarde citó una frase del primer ministro saliente, el socialista Bernard Cazeneuve, para decir que los originarios de Normandía, como ellos, son “violentamente moderados”. Philippe ha sido un seguidor del ex primer ministro Alain Juppé, considerado el líder del ala moderada de Los Republicanos. Cuando en las últimas primarias Juppé fue derrotado por el más conservador de los postulantes, François Fillon, Philippe le dio su apoyo al candidato del partido, pero se lo retiró, como muchos otros dirigentes y votantes, cuando quedó envuelto en un escándalo de corrupción.

Con la decisión de elegir a Philippe, Macron reafirmó su postura contraria a mantener los límites partidarios o los ideológicos, y rompió la tradición según la cual el presidente francés designa como primer ministro a un líder de su propio partido. Que Philippe aceptara el cargo causó malestar en Los Republicanos. “Philippe debe aclarar si apoya a los candidatos [a las legislativas] del partido del presidente, [La República en Marcha] o a los nuestros”, dijo el secretario general de Los Republicanos, Bernard Accoyer. “Él mismo se sitúa fuera de nuestra familia política” al aceptar la designación, agregó. En cambio, unos 20 diputados de Los Republicanos celebraron el gesto de Macron y emitieron un comunicado en el que pidieron a su partido que “esté a la altura de la situación” y responda “a su mano tendida”.

La designación de Philippe fue criticada por sus rivales políticos y los del presidente. En opinión del primer secretario del Partido Socialista, Jean-Christophe Cambadélis, este nombramiento implica “un giro a la derecha” de parte de Macron. Para la ultraderechista Marine Le Pen, es parte de “la alianza sagrada de las viejas derechas e izquierdas, unidas para mantenerse en el poder a cualquier precio y continuar con las mismas políticas de austeridad, de sumisión a Bruselas, de inmigración masiva y de permisividad que tanto han perjudicado a Francia”.

Ayer también hubo indicios de la relación que la Francia de Macron mantendrá con la Unión Europea (UE). El nuevo presidente visitó a la canciller alemana, Angela Merkel, un día después de asumir su cargo, y los dos se declararon comprometidos a trabajar para revitalizar y profundizar la integración. “Necesitamos una refundación” de la UE, dijo Macron, y consideró que para lograrla hay que fortalecer la relación entre Francia y Alemania como eje del bloque. A su vez, Merkel coincidió con él y dijo que “a Alemania sólo le puede ir bien cuando a una Francia fuerte le va bien”. Los dos gobernantes hablaron de profundizar la unión monetaria y la integración en materia de defensa, y se refirieron a la posibilidad de buscar una armonización fiscal, de establecer un sistema de asilo común y de incluir una cláusula de reciprocidad en las relaciones comerciales.

También abrieron la puerta a modificar los tratados de la UE para promover esas transformaciones en el bloque. “Desde el punto de vista alemán, es posible cambiar los tratados si fuera necesario”, dijo Merkel, y Macron consideró que no habría “tabúes” al respecto.