El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidió despedir al director del FBI, James Comey, porque “simplemente no estaba haciendo un buen trabajo”, según explicó ayer el mandatario en sus primeras declaraciones públicas sobre el tema. El argumento oficial de la Casa Blanca para explicar la decisión es que Comey no tuvo una buena gestión durante la investigación sobre el manejo de Hillary Clinton de su cuenta de correo electrónico cuando era secretaria de Estado. De hecho, el anuncio se dio a conocer horas después de que trascendiera que el ahora ex funcionario dio la semana pasada, bajo juramento ante el Congreso, datos erróneos sobre esta pesquisa.
La portavoz adjunta de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, explicó ayer que esa actitud preocupó al fiscal general, Jeff Sessions, y a su número dos, Rod Rosenstein, que inmediatamente se pusieron en contacto con Trump para evaluar la situación. “La reputación y credibilidad del FBI han sufrido un daño sustancial y esto ha afectado a todo el Departamento de Justicia”, escribió Rosenstein en uno de los documentos enviados al presidente. Finalmente, Trump pidió el martes la destitución de Comey “con efecto inmediato”.
Sin embargo, la oposición demócrata y algunos republicanos consideran que la verdadera razón para despedir a Comey tiene que ver con la investigación sobre la supuesta injerencia rusa en las elecciones de noviembre y sobre si existió coordinación con el equipo del ahora mandatario para beneficiarlo como candidato. “La decisión del presidente de despedir al hombre que está a cargo de investigar la colusión con Rusia despierta la pregunta de si la Casa Blanca no está interfiriendo en una investigación criminal”, dijo el congresista Adam B Schiff, líder demócrata en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.
A la vez, los demócratas atacaron a Sessions por haber intervenido en el despido de Comey a pesar de que está inhabilitado para tratar cualquier asunto relacionado con la interferencia de Rusia, debido a que mintió al Senado sobre sus reuniones con el embajador de ese país en Washington, Sergei Kislyak, durante la campaña.
A esto se suma información publicada por medios estadounidenses, como The New York Times y The Washington Post, según la cual Comey pidió la semana pasada un aumento de recursos económicos y humanos para la investigación sobre los vínculos del equipo de campaña de Trump con el Kremlin. De acuerdo con estos diarios, la reunión la habría mantenido justamente con Rosenstein, el mismo que días después abogó por su renuncia. Esta información fue negada rotundamente por la Casa Blanca.
Aun así, el líder de la bancada demócrata en el Senado, Chuck Schumer, pidió que se nombre un fiscal independiente para que dirija esta investigación, algo que ayer la portavoz adjunta del gobierno consideró “innecesario”. Más adelante, el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, dijo que el pedido de los demócratas no tiene sentido y los cuestionó por estar criticando el despido de alguien a quien ellos mismos “criticaron repetidamente” cuando estaba al frente del FBI. Agregó además que cualquier nueva investigación puede “obstaculizar” las que ya están en marcha. En todo caso, Schumer le pidió a McConnell que convoque una reunión, si es necesario a puertas cerradas, para que el fiscal general y su asesor expliquen detalladamente por qué fue despedido Comey. Por lo pronto, los jefes del Comité de Inteligencia del Senado ya invitaron a Comey a testificar la próxima semana. Todavía no recibieron respuesta.