En una extensa reunión mantenida ayer, la Unión Europea (UE) y Reino Unido acordaron las prioridades y el calendario para la negociación de la salida de ese país del bloque regional, que se concretará en dos años. El encuentro –que se repetirá una vez por mes hasta el 30 de marzo de 2019, cuando se concrete la salida– se desarrolló días antes de que se cumpla un año, el viernes, del referéndum en el que se aprobó el brexit. Ocurrió, además, en momentos en que el gobierno de Theresa May se encuentra debilitado por el resultado electoral.

La primera ministra británica convocó las elecciones de comienzos de junio con el fin de fortalecerse antes de las negociaciones, para iniciarlas con una posición dura y con el apoyo de los británicos. En el documento que elevó al Parlamento con la posición que llevaría a Bruselas, May dejaba claro que sus prioridades eran terminar con la libre circulación de personas entre Reino Unido y la UE, y quedar por fuera de los acuerdos regionales, entre ellos el de migración y el que establece la jurisdicción del Tribunal Europeo de Justicia. Por otra parte, Reino Unido estaba dispuesto a aceptar la salida total del mercado común y la firma de un amplio acuerdo de libre comercio con la UE, como los que ya tienen países como Noruega o Suiza. El brexit duro de May implicaba incluso la posibilidad de una salida sin acuerdo –porque “ningún acuerdo es mejor que uno malo”–, con lo cual Reino Unido debería interactuar con los países de la UE sin ningún tipo de privilegio.

Con ese planteo, May fue a las elecciones, en las que tuvo un resultado adverso. La primera ministra logró 42,4% de los votos, más que David Cameron en 2015 (36,9%), pero esta votación se tradujo en una reducción de 331 a 318 representantes en la bancada de los tories. El problema no es sólo que se esperaba un crecimiento, sino que, además, con esa bancada no alcanza la mayoría parlamentaria necesaria para formar gobierno en solitario. Estos resultados abrieron un período de incertidumbre en varios terrenos que a su vez están muy vinculados entre sí: la continuidad del gobierno conservador, la de May al frente de los tories –y, por lo tanto, del Ejecutivo– y la versión del brexit que impulsaría Londres.

Hasta ayer, May seguía sin lograr un acuerdo que le permita continuar al frente del gobierno británico. Alcanzó un principio de acuerdo con el Partido Democrático Unionista (DUP), que cuenta con diez diputados y le brindaría su apoyo para asumir el gobierno y aprobar normas fundamentales, pero sin conformar una coalición. Sin embargo, las negociaciones con el DUP chocaron con un factor imprevisto: la formación de gobierno en Irlanda del Norte. Allí las elecciones tuvieron lugar hace cuatro meses: los más votados fueron el nacionalista Sinn Féin y el unionista DUP, que todavía no han acercado posiciones para conformar un gobierno, algo que pretenden hacer próximamente.

Londres dispuso que si no tienen gobierno conformado para el 29 de junio, suspenderá la autonomía de Irlanda del Norte o convocará a una nueva votación. Con este escenario de fondo, cuando empezaron las negociaciones entre los tories y el DUP, el presidente del Sinn Féin, Gerry Adams, acusó a May de estar bloqueando un acuerdo de gobierno en Irlanda del Norte. Los nacionalistas del Sinn Féin aseguran que si los tories acuerdan conformar gobierno con el DUP estarían violando el Acuerdo de Viernes Santo que permitió la paz, ya que Londres perdería su posición de mediador imparcial en Irlanda del Norte.

Este reclamo ha sido sostenido en particular por Adams, incluso después de que May se reuniera con los responsables de otras fuerzas políticas en Irlanda del Norte para intentar trasladarles garantías de que Londres no se entrometería en asuntos norirlandeses. En todo caso, el acuerdo entre los tories y el DUP debería formalizarse hoy o mañana, cuando tendrá lugar el discurso de la reina ante el Parlamento, que oficialmente da comienzo a un nuevo período de gobierno y que fue postergado.

A su vez, los irlandeses tienen otra condición que afectará las negociaciones del brexit: que la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda sea “invisible”, en palabras del primer ministro norirlandés, Leo Varadkar. Este fin de semana, tras reunirse con Varadkar, May se comprometió a buscar una solución sencilla a la cuestión fronteriza en las negociaciones con Bruselas.

Sin embargo, no es del todo seguro que May todavía tenga la fuerza de asumir compromisos, ya que para mantenerse en el cargo deberá negociar dos versiones del brexit que respaldan algunos de sus ministros. Antes de las elecciones, la primera ministra era el punto de encuentro de dos posiciones claras que se perfilaban dentro de los conservadores: una que exigía el brexit duro, reflejado en figuras como el ministro para el brexit, David Davis, y otro que reclamaba una salida “blanda”, defendida, por ejemplo, por el ministro de Finanzas, Philip Hammond. Después de que los resultados electorales debilitaran a May, los defensores de esta última opción le manifestaron que seguirán apoyándola e integrando su gabinete sólo si suaviza su posición para salir de la UE, dando prioridad al mantenimiento de los vínculos estrechos entre el país y el bloque. En paralelo, según algunos medios británicos como el periódico Daily Mail, se mantienen conversaciones entre los tories para reemplazar a May con Davis o con el canciller Boris Johnson.

A esto se suma que May está cada vez más debilitada en el plano interno, no sólo por el resultado electoral sino también por el incendio de la torre Grenfell, en el que 79 personas murieron o desaparecieron. En la última semana, dos protestas en Londres exigieron la dimisión de la primera ministra por lo sucedido en la torre de apartamentos que, según los primeros indicios, se incendió rápidamente porque estaba revestida con un producto químico que está prohibido en Reino Unido.

En todo caso, algo de la flexibilidad exigida por los tories en las negociaciones con la UE parece haber permeado en el Ejecutivo, y Davis llegó ayer a Bruselas asegurando que Londres busca un vínculo “nuevo, profundo y especial” con el bloque. “Nos unen más cosas de las que nos separan”, agregó, en la conferencia previa al encuentro con su par de la UE, Michel Barnier. Además, se toma como una señal de que May se inclina hacia un brexit blando la decisión de Londres de aceptar ayer todas las condiciones de negociación propuestas ayer por Bruselas.

La primera de estas condiciones aceptadas por Londres fue que primero se negociará cómo se desarrollará la salida y después los términos de la relación posterior. Además, accedió a que se creen tres grupos de trabajo en torno a temas que Bruselas definió como prioritarios: los derechos de los ciudadanos europeos que residen en Reino Unido y los británicos que lo hacen en la UE; una factura que deberá pagar Londres para efectivizar la salida; y las futuras fronteras.

Los negociadores dijeron públicamente que prevén un acuerdo rápido acerca de la ciudadanía, ya que es uno de los temas que más urgen a ambas partes y que afecta a 3,2 millones de europeos residentes en Reino Unido y a 1,2 millones de británicos que viven en otros países de la UE. Se prevé que May presente las primeras propuestas británicas sobre este tema en la cumbre de jefes de gobierno de la UE, que comienza el jueves.