El periódico Journal du Dimanche publicó ayer los resultados de su tradicional barómetro sobre la aprobación del presidente de Francia al cumplir su tercer mes en el cargo. Dicho sondeo, elaborado por el Instituto Francés de Opinión Pública, reveló una fuerte caída de la popularidad tanto de Emmanuel Macron como de su jefe de gabinete, Édouard Phillipe. La aprobación de Macron, que se situaba en 64% hace un mes, cayó a 54%. Phillipe tampoco se salva y su popularidad bajó ocho puntos, de 64% a 56%.

A estas alturas en sus respectivos mandatos, François Hollande gozaba de 56% de popularidad y Nicolas Sarkozy, de 66%. Por otra parte, es la baja más fuerte en un solo mes desde la que protagonizó Jacques Chirac durante su primer mandato, después de lo cual el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen entró en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2002.

A pesar de que las mediciones fueron elaboradas durante la polémica mantenida entre el Ejecutivo y el general del Estado Mayor Pierre Villiers –quien terminó por renunciar a su cargo– y eso ha podido influir en las valoraciones inmediatas de los ciudadanos franceses, las razones de peso parecen encontrarse en otras cuestiones. Por un lado, la suba del impuesto llamado Contribución Social Generalizada (CSG) y, por el otro, la reforma laboral en ciernes que se discute en el Senado.

El CSG es un impuesto sobre el salario que, según Journal du Dimanche, ha sido una de las razones fundamentales por las que la popularidad de Macron cayó 11 puntos entre los mayores de 65 años y 14 puntos entre la gente con edades entre 50 y 64 años. Por su parte, la reforma laboral que está preparando el gobierno le valió una caída abrupta: perdió 12% de popularidad entre los simpatizantes del Partido Socialista, 18% entre los empleados del sector público, 11% entre los votantes del partido de derecha Los Republicanos y, lo que es más sorprendente, una caída de 25% entre los partidarios de MoDem, el partido centrista con el que se presentó en alianza a las elecciones presidenciales y del que se valió para estructurarse territorialmente.

La mencionada reforma laboral se convirtió en uno de los asuntos candentes en lo que va de legislatura. Entre sus puntos más polémicos está el de privilegiar la negociación entre sindicatos y empresas de manera aislada y no mediante la negociación colectiva, así como el de favorecer la “moderación” de los salarios, lo cual según el Fondo Monetario Internacional es “crítico” para la creación de empleo. La polémica sobre la reforma de las leyes laborales ha llegado también al Senado, donde Alain Milon, representante del partido gobernante, La República en Marcha, calificó la reforma de una “profundización en el texto sobre la base de las ideas sostenidas el año anterior”, en referencia a la reforma acometida por el gobierno socialista de Hollande, que también fue muy cuestionada por los trabajadores. La oposición de La Francia Insumisa, por boca de la senadora Dominique Watrin, calificó la reforma de “ruptura del código del trabajo”.