Argentina se encuentra ya en campaña electoral rumbo a las elecciones legislativas de medio término, instancia en la que se definirá mucho más que la renovación de buena parte del Parlamento Fundamentalmente, lo que está en juego es la suerte del proyecto de Mauricio Macri y la posibilidad de un retorno al “modelo K” en 2019. Incluso las terceras opciones (peronistas o de izquierda) medirán sus fuerzas y ensayarán sus chances reales de cara a las próximas elecciones nacionales.
A continuación veremos qué se vota, por qué se centran todas las miradas en la provincia de Buenos Aires y cuáles son allí los principales candidatos, sus ambiciones y expectativas.
Qué se vota
El 13 de agosto se llevarán a cabo las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), y el 22 de octubre, las legislativas. En las primarias se define qué partidos podrán presentarse en octubre (los que obtengan al menos 1,5% de los votos) y cómo se conforman las listas de cada partido (en los espacios en los que hay interna; muchos van con lista única). En las legislativas se elige a los parlamentarios que renuevan el Congreso: un tercio de la Cámara de Senadores y casi la mitad de la Cámara de Diputados.
Por qué es tan importante la provincia de Buenos Aires
Siempre se trató de un territorio clave al momento de pensar la política argentina, dado que concentra más de un tercio del Producto Interno Bruto (PIB) nacional y casi 40% del padrón electoral, así como por la capacidad de movilización de sus fuerzas sociales.
Históricamente, la provincia de Buenos Aires ha sido un bastión peronista y una zona dificultosa para el antiperonismo, de modo que una buena votación de Macri y una mala elección de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) dejarían al proyecto Cambiemos afianzado a mediano y largo plazo. Del mismo modo, un buen desempeño de la ex presidenta la instalaría decididamente como la principal dirigente opositora y le permitiría comenzar a reorganizar sus tropas pensando en un retorno al poder.
Las candidaturas
La provincia elige 35 diputados y tres senadores (dos para el partido que obtenga el primer lugar; el restante para el segundo). Una primera división que se puede trazar en el mapa político bonaerense ubica, de un lado, al oficialismo (concentrado en un único espacio de derecha/centroderecha) y, del otro, a la oposición (separada en tres peronismos y tres frentes de izquierda). A su vez, todos los opositores comparten el rechazo a las medidas implementadas por el Poder Ejecutivo, así como sus resultados económicos y sociales. Difieren en lo que refiere a las soluciones a aplicar y, sobre todo, en materia de liderazgos.
Es así que, a primera vista, tenemos un macrismo que comenzaría la carrera electoral en ventaja, al estar dispersos sus adversarios. Pero las principales listas opositoras están encabezadas por dirigentes de primera línea, lo que, sumado al creciente descontento con la gestión de Macri, hace que los resultados no sean tan predecibles y que el gobierno no tenga asegurada la victoria.
El primer candidato al Senado por el oficialismo es el rígido, poco carismático y no del todo conocido Esteban Bullrich, actual ministro de Educación. Su designación, para muchos sorpresiva, dado su bajo volumen político, llega para confirmar que el gobierno apostará sobre todo a la marca de la coalición Cambiemos. La idea es que tanto el presidente como María Eugenia Vidal, actual gobernadora de la provincia, sean quienes impulsen y apadrinen a sus candidatos, ninguno de ellos figura de peso. A Bullrich lo seguirán en la lista dirigentes asociados a la lucha contra la corrupción y la inseguridad, en una muestra clara de que no pondrán el eje de la campaña en la economía, aspecto en el que Macri tiene pocos o nulos resultados para mostrar.
La candidatura a senadora de CFK, por su parte, aparece como uno de los platos fuertes del proceso electoral. Acompañada por buena parte de los intendentes peronistas bonaerenses y por sectores de centroizquierda, la ex presidenta abandonó el Partido Justicialista (PJ) y fundó Unidad Ciudadana. En su lista se destacan muchas figuras jóvenes y hasta ignotas, lo que tiene varias implicancias. Por un lado, CFK deja claro que la líder indiscutida del movimiento es ella. A su vez, la exclusión de dirigentes kirchneristas muy desgastados es un intento de iniciar una nueva etapa con nuevas caras. Esto, sumado a una renovada estética y una liturgia menos radical, confirma que la ex presidenta busca construir una alianza ciudadana por fuera de los esquemas tradicionales (incluido el kirchnerismo), con un objetivo central: enfrentar las medidas económicas del macrismo y ofrecerse ella misma como la única alternativa posible. Asediada por numerosas causas de corrupción y por una intensa campaña mediática, CFK basará su discurso en una pregunta que no se ha cansado de repetir: “¿Estamos mejor o peor que antes?”.
Una tercera vía es la que ofrece 1País, que lleva como primer candidato al Senado a Sergio Massa, abocado a cuestionar la política económica del gobierno y los casos de corrupción de la gestión anterior. Con una extraña alianza, liderada por peronistas en compañía de elementos antiperonistas, esta coalición propone superar la grieta entre los modelos de país K y anti-K.
El discurso centrista de Massa, sumado a su pasado kirchnerista y a su reciente cercanía al macrismo, son un arma de doble filo. Desde una visión optimista, puede ser interpretado como lo mejor de ambos proyectos: macrismo (en sus formas) con sensibilidad social peronista. En el peor de los escenarios, Massa resulta un oportunista sin ideas claras, una vaguedad que finalmente habrá de diluirse en la polarización entre Cambiemos y Unidad Ciudadana.
La tercera opción peronista es encabezada por Florencio Randazzo, cuyo objetivo inicial era competir en una interna con CFK, quien le dejó la “cáscara vacía” de la estructura del PJ y fundó un nuevo frente. Randazzo fue un destacado ministro de CFK, pero desde que la ex presidenta optó por Daniel Scioli como compañero de fórmula en las elecciones presidenciales de 2015, la relación entre ambos casi desapareció.
Sostenida en una parte minoritaria del justicialismo, esta oferta electoral se presenta como un kirchnerismo con autocrítica, que busca proyectar un nuevo peronismo. Su punto débil es que resulta demasiado K para un anti-K, a la vez que el kirchnerismo rechaza a Randazzo, a quien considera un ególatra incapaz de dejar de ceder a sus ambiciones personales. No obstante, y ya escapando a todo esquema ideológico, algunos ven en él a un hombre con principios, que aceptó liderar su frente en minoría antes que secundar a CFK, y podría encontrar su mayor potencial en esta condición.
Por último, la izquierda ofrece tres frentes electorales: Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), Izquierda al Frente y Creo, encabezados por Néstor Pitrola, Vilma Ripoll y Fernando Pino Solanas, respectivamente. Estos espacios, de los cuales el primero es el más consolidado, comparten un discurso crítico respecto del macrismo y el peronismo en todas sus variantes, al tiempo que aseguran que todos ellos representan, con matices, el ajuste capitalista.
Encuestas y expectativas
La danza de porcentajes promedia, en primer lugar, a la alianza Unidad Ciudadana, que ronda 30% de apoyo, seguida de cerca por Cambiemos, mientras que 1País se aproxima a 18%. Lejos vendría Randazzo, con cerca de 5%, y apenas atrás el FIT. Pero son sólo encuestas, y buena parte del electorado todavía no definió su voto.
Todos los analistas coinciden en que Bullrich, auspiciado por los gobiernos nacional y provincial, con el respaldo de los grandes medios y favorecido por la dispersión opositora, logrará hacerse conocido y crecer, lo que podría llevarlo al triunfo.
Desde el sector de Massa, en tanto, afirman que pelean el primer lugar, mientras que algunos observadores aseguran que su suerte dependerá de su capacidad para imponerse en medio de la polarización entre Bullrich y CFK.
El kirchnerismo, por su parte, apuesta a ganar o, en última instancia, superar el 30%, escenario que de todos modos le permitiría pensar su reconstrucción a nivel país. CFK se juega ni más ni menos que su futuro como líder opositora o, directamente, su existencia política.
Finalmente, Randazzo espera hacer un digno papel que le otorgue alguna autoridad en la interna peronista, mientras que la izquierda busca dar un salto que la confirme como una minoría clara, pero con chances de poder real en futuras instancias.
En lo estrictamente parlamentario, y ya a nivel nacional, el gobierno intentará consolidar su bloque (segunda mayoría) e intensificar su alianza con legisladores y espacios peronistas no kirchneristas.
En cuanto a la campaña, presenciaremos una intensa lucha de agendas, con el macrismo hablando de la corrupción K y la “pesada herencia”, y el kirchnerismo centrándose en los problemas sociales y económicos actuales. Mientras tanto, el massismo intercalará uno y otro enfoque.
En resumen
En la próxima instancia electoral los argentinos decidirán si le renuevan la confianza al gobierno de Macri o si, por el contrario, ya castigan el incumplimiento de sus promesas de campaña. También dirán si el kirchnerismo es cosa del pasado o si, reformulado, puede regresar. Y entusiasmarán o desmotivarán a un siempre ambiguo Massa. A la vez, otros peronistas no bonaerenses esperarán ansiosos los resultados, buscando su oportunidad.
Por primera vez en la historia, la derecha argentina blanca, liberal y antiperonista considera cierta la posibilidad de instaurar democráticamente y a largo plazo su modelo de país.