La Corte Suprema de Rusia prohibió el culto de los Testigos de Jehová y confiscó sus bienes en el país por considerarlos una “secta extremista”. De esta forma, el tribunal supremo ratificó una sentencia que había emitido en abril, después de una denuncia presentada por el Ministerio de Justicia. Esa decisión había sido apelada por la organización religiosa.

Uno de los principales motivos de la nueva sentencia fue que los Testigos de Jehová prohíben que sus miembros reciban transfusiones de sangre, algo que, según los jueces, viola el derecho a recibir asistencia médica. A la vez, los magistrados argumentaron que las actividades de los Testigos de Jehová generan amenazas a los derechos e intereses de la sociedad y la seguridad pública.

Además de obligar al cierre de los 395 centros de los Testigos de Jehová en Rusia –que en total reúnen a 175.000 personas–, la decisión de la corte establece que los miembros de esta organización que se nieguen a acatar la medida enfrentarán cargos penales, informó la agencia pública rusa Sputnik Nóvosti.

El portavoz internacional de los Testigos de Jehová, David Semonian, reconoció en un comunicado que aunque esperaban una “decisión negativa”, el resultado final fue “muy decepcionante”. Agregó: “Sólo podemos esperar que prevalezca una valoración justa de los hechos y que nuestro derecho de practicar en Rusia sea legalmente restablecido”. Para lograrlo, la organización volverá a apelar el fallo, aunque esta vez directamente ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, según adelantó Yaroslav Sivulsky, el vocero de los Testigos de Jehová en Rusia, a la agencia de noticias Reuters. Dio dos razones: que en Rusia ya “agotaron todas las instancias legales” y que en el país “la libertad religiosa ha terminado”. Sin embargo, la situación es complicada. Para empezar, porque el Tribunal Constitucional ruso decidió en 2015 que las leyes nacionales siempre priman sobre las internacionales.

Las actividades de los Testigos de Jehová ya se habían vetado en ocho provincias rusas. Además, el gobierno del presidente Vladimir Putin prohibió la difusión de sus publicaciones en todo el país por considerar que destruyen las familias e incitan al odio. Por eso, llegó a incluirlas en la lista oficial de “literatura extremista”.