Después de nueve meses de duros enfrentamientos entre las tropas iraquíes y los combatientes del grupo yihadista Estado Islámico (EI), el primer ministro de Irak, Haider al Abadi, aseguró ayer que Mosul fue “liberada”. El anuncio no fue oficial, porque el gobierno todavía espera a terminar los combates en el casco antiguo de la ciudad y eliminar los explosivos instalados en la zona. Sin embargo, el primer ministro se adelantó y ayer, luego de llegar a Mosul, felicitó a los soldados por la “gran victoria lograda”, según informó su oficina en Twitter.

La “liberación” de Mosul significa la derrota de EI en el que hasta ahora era su principal bastión en Irak. En esta ciudad –la segunda más importante del país– fue que el líder del grupo yihadista, Abu Bakr al Bagdadi, proclamó el califato tres años atrás.

Pero el costo fue demasiado alto. La ofensiva en Mosul empezó en octubre de 2016. Desde ese entonces, miles de civiles murieron y cerca de un millón se vieron obligados a desplazarse. Y no está claro que estos últimos tengan a dónde volver, ya que los primeros reportes muestran una ciudad en ruinas. De hecho, la misión de la Organización de las Naciones Unidas en Irak estimó en 1.000 millones de dólares el presupuesto para la reconstrucción de las infraestructuras básicas.

El gobierno iraquí no ha revelado información sobre cuántos soldados murieron en la misión para liberar Mosul, pero, según datos del Departamento de Defensa de Estados Unidos, las fuerzas antiterroristas habrían sido reducidas 40%.

A esto se suma que EI sigue controlando algunos territorios en Irak y emplea tácticas cada vez más violentas. El comandante de las fuerzas antiterroristas, Ali Awad, dijo a la agencia de noticias Efe que, al verse acorralados, en los últimos días los yihadistas multiplicaron los ataques suicidas con explosivos, sobre todo los realizados por mujeres bomba, que llegaron a ser 34 en los primeros tres días de julio.