–¿Cómo ve la campaña electoral para las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias [PASO]?

–Las PASO en Argentina no funcionan como un mecanismo de selección de candidatos sino como una primera vuelta electoral. Lo relevante en los resultados no es tanto cuáles van a ser los candidatos, sino cómo quedan posicionados e impactan en la votación posterior. La gente vota expresivamente en las PASO y estratégicamente después, en las elecciones.

–Lo importante termina siendo cuántos votos hay en la interna de cada partido.

–Sí, y hay encuestas para todos los gustos. No sabemos lo que va a pasar. Lo que hay que tener en cuenta es que son 24 elecciones provinciales: no hay listas ni nombres nacionales, y cada provincia es un mundo. La más importante es la de Buenos Aires, por dos razones: su peso electoral –cerca de 42% del total del país– y las consecuencias políticas. Hay antecedentes de que el resultado de las elecciones de mitad de mandato en la provincia de Buenos Aires se replica en la presidencial siguiente, entonces el gobierno tiene que ganar; si pierde es un mal augurio. Otra cosa igualmente importante es que la mayoría de las veces que un gobierno perdió las legislativas en la provincia de Buenos Aires, perdió las presidenciales siguientes pero el que le ganó también las perdió: el que mata muere.

–Un ejemplo de eso es el caso de Cristina Fernández y Sergio Massa: él ganó las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires en 2013, pero tanto él como el kirchnerismo perdieron en las presidenciales siguientes, las de 2015.

–Exacto, y hay otros antecedentes. Desde 1983 hasta ahora, cada vez que un opositor le ganó al oficialismo, no logró capitalizarlo en las siguientes elecciones.

–¿A qué se debe este fenómeno?

–En parte se debe a que para el gobierno es una elección nacional, mientras que para la oposición son 24 elecciones provinciales. El gobierno va a jugar sumando votos y bancas, y participa con la misma marca, Cambiemos, en 23 de los 24 distritos electorales, mientras que el peronismo, la oposición, está completamente fragmentado. En cada provincia tiene una etiqueta diferente. Aunque Cristina, en este caso, le gane al gobierno, en otras provincias otras personas también le van a haber ganado: el gobierno pierde, pero el que gana es uno más, no es el ganador.

–De hecho, las encuestas o algunos consultores han indicado que se espera algo así como un doble resultado: una victoria de Fernández en la provincia de Buenos Aires pero una victoria del gobierno en el plano nacional.

–Pase lo que pase, Cambiemos va a sumar bancas en las cámaras. Probablemente sean pocas, pero va a mejorar su representación. Y va a ganar las elecciones a nivel nacional porque es la marca única, mientras que en cuanto al peronismo, andá a saber cómo sumarlo en todo el país. El gobierno va a poder mostrar que ganó las elecciones nacionales con 35% de los votos, o los que sean, pero si en Buenos Aires pierde con Cristina, está jodido.

–Si se confirma que Massa no juega un papel fuerte en estas elecciones, si su alianza con Margarita Stolbizer queda relegada a un tercer lugar, ¿qué le parece que puede implicar para su futuro?

–Si no hay una catástrofe económica, Massa sale tercero en la provincia y está condenado. Hay un caso parecido en Brasil, el de Marina Silva, que ha obtenido alrededor de 20% en las distintas elecciones; es una excelente votación, millones de votos, la gente la quiere, pero no pasa de ahí. Si el sistema político no colapsa en Brasil, no va a ser presidenta. Con Massa sucede lo mismo. Si la economía se va al diablo ahora, puede salir segundo ganándole al gobierno, pero para que eso ocurra tienen que alinearse los planetas.

–¿Es real la polarización que presentan algunos medios argentinos entre kirchneristas y no kirchneristas, el regreso y el retroceso, etcétera?

–A nivel nacional no, sí a nivel local, como en el conurbano sur, donde está marcada intensamente la presencia kirchnerista, o en el interior de la provincia de Buenos Aires, con el antikirchnerismo. Nadie va a superar el 35% de los votos en la provincia, o si lo supera lo hace por muy poco, y no se puede hablar de polarización si el que gana lo hace con un tercio de los votos. Lo que sí hay es mucha intensidad: esos tercios se odian mutuamente.

–¿Hay gente que votó a Mauricio Macri en las presidenciales y que ahora, ante algunas decisiones de su gobierno y sus consecuencias, dejaría de votar al oficialismo?

–Sí, hay un deterioro de la percepción económica y hubo errores de gobierno que hicieron que alguna gente se alejara. Igual hay que tener en cuenta que Macri llegó a la presidencia en el balotaje, pero en la primera vuelta había sacado 34% de los votos y en las PASO había sacado 25%, así que el voto duro de Macri es ese 25% o 30%, hasta el 34% de la primera vuelta. Todo el resto es agregado, gente que lo votó porque no tenía un tercer candidato y no quería que siguiera el kirchnerismo [con Daniel Scioli como presidente].

–Vi unos comentarios suyos sobre que, dentro del peronismo, el de Cristina es un liderazgo atípico porque, habiendo perdido las elecciones, se mantiene.

–En realidad, sería atípico si se mantuviera después de estas elecciones, porque los líderes peronistas sobreviven las elecciones, pero muy poco tiempo. En la lógica del peronismo, Cristina debería dejar de ser líder en estas elecciones o en las próximas.

–¿Se puede pensar que el Partido Justicialista va a terminar de fragmentarse después de las elecciones, dejando de ser esa formación que aglutinaba a todos los peronismos?

–En Argentina hay un único partido nacional y es el del presidente. Cuando Cristina era presidenta, la oposición estaba fragmentada; ahora Macri es presidente y el peronismo está fragmentado. El peronismo se va a reunificar cuando gane la presidencia, antes no. El peronismo se define como un movimiento, el partido es una herramienta electoral. El Partido Justicialista fue la herramienta para ir a las elecciones; cuando a Cristina dejó de servirle, inventó otra.

–Hay un proceso natural de reformulación y hasta de reestructuración en los partidos que pierden elecciones. Ha pasado en Chile, por ejemplo.

–Sí, lo que pasa es que en Argentina se fragmentan, se dividen sobre todo en función del federalismo, de que cada provincia es un mundo, y se vuelven a juntar alrededor de un candidato. La identidad peronista está disponible para ser interpretada por un líder que prometa victorias.

–Varios líderes han surgido alrededor de Cristina, desde Massa en su momento hasta Florencio Randazzo hoy. ¿Cómo se puede leer esto?

–El peronismo es más dinámico y efervescente, y tiene esas cosas que no tiene el radicalismo: los líderes pierden el poder en vida. El peronismo se orienta en función del poder; si el líder les puede garantizar la victoria, se alinean, son disciplinados, mientras que cuando el líder no les garantiza la victoria, buscan a otro.