Esta semana, presionado incluso por integrantes del Partido Republicano al que pertenece, Donald Trump repudió a los supremacistas blancos y neonazis que generaron disturbios el sábado en Charlottesville, en el estado de Virginia. Sin embargo, el presidente estadounidense ayer volvió a responsabilizar por la violencia tanto a esos grupos extremistas como a manifestantes de izquierda que les hicieron frente.
“Hubo un grupo de un lado que fue malo, y hubo un grupo del otro lado que también fue muy violento”, dijo el presidente estadounidense. Durante los disturbios del sábado, un supremacista blanco atropelló a manifestantes antirracistas con un auto, al estilo de los ataques de Estado Islámico, y mató a una mujer de 32 años. Para Trump, lo ocurrido en Charlottesville es “horrible”, pero quiso aclarar que no todos los que participaban en la protesta eran neonazis o supremacistas. “Condené a los neonazis, condené a muchos grupos, pero no todas esas personas eran neonazis, créanme. No todas esas personas eran supremacistas blancos, ni mucho menos”, dijo. El presidente estadounidense agregó: “Mucha gente también estaba allí para protestar por la retirada de una estatua de Robert E Lee. Esta semana es Robert E Lee [héroe del bando sureño de la Guerra Civil estadounidense]. Me pregunto, ¿es George Washington la semana que viene? ¿Es Thomas Jefferson la siguiente?”.
Desde el sábado, las protestas contra el racismo parecen reproducirse en Estados Unidos. En Durham, localidad de unos 230.000 habitantes en Carolina del Norte, activistas convocaron a un acto en el que derribaron una estatua de un soldado dedicada a aquellos que, como Lee, combatieron por el bando confederado durante la Guerra Civil. “En recuerdo de los jóvenes de uniforme gris”, se podía leer en el pedestal de la estatua, en referencia al color utilizado por el ejército confederado.
“Charlottesville y los monumentos racistas a lo largo del país son el resultado de siglos de supremacía blanca”, declaró Alissa Ellis al periódico Herald Sun como integrante del Partido de los Trabajadores del Mundo, organización que también participó en los disturbios del sábado.
Durante el acto en el que los manifestantes tiraron abajo la estatua del soldado atándole una cuerda al cuello, y lo golpearon una vez que cayó, la Policía se encontraba presente pero no pudo hacer nada para frenar a los activistas, a pesar de que en Carolina del Norte los símbolos tienen una ley que los protege. La normativa promulgada en 2015 impide retirar ese tipo de monumentos de la propiedad pública sin el permiso de las autoridades estatales.
El gobernador demócrata de Carolina del Norte, Roy Cooper, tuiteó: “El racismo y la violencia mortal en Charlottesville son inaceptables, aunque hay una mejor manera para retirar estos monumentos”.
Por otro lado, en la ciudad de Nueva York también se registraron actos de condena a la ambigüedad con la que Trump se refirió a los disturbios de Charlottesville en un primer momento. Cuando el presidente llegó a Nueva York para descansar en su apartamento en la Trump Tower, un grupo de activistas lo esperaba para lanzarle acusaciones e insultos y para protestar contra el racismo mediante consignas como “En nombre de la humanidad, no aceptamos a un Estados Unidos fascista”, “Cambiaremos a Trump por 10.000 refugiados” y “No al régimen Trump-Pence”. La presidencia se vio obligada a armar un operativo de seguridad para que Trump no tuviera siquiera que acercarse a las inmediaciones donde se concentraban las protestas, para evitar cualquier tipo de episodio similar al de Charlottesville.