Durante cinco días, los negociadores de Estados Unidos, Canadá y México discutieron temas sensibles para el comercio trilateral en el hotel Hyatt de la capital mexicana. Se trató de la segunda ronda de negociaciones bilaterales iniciada después de la amenaza del presidente estadounidense, Donald Trump, de cambiar radicalmente las bases del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por su sigla en inglés) o de salirse de él en caso de no lograr cambios en su favor.

Fiel a su estilo, Trump calentó el ambiente previo diciendo que el NAFTA era “uno de los peores tratados que se han negociado nunca, en cualquier lugar del mundo”, y que no creía en la intención del gobierno mexicano de negociar aspectos de este acuerdo, ya que a su entender “les ha ido bien”. A este comentario siguió una catarata de tuits, que la cancillería de México prefirió contestar en una carta pública en la que dijo que ese país no iba a negociar el tratado de libre comercio en redes sociales ni en medios de comunicación.

Ante esta postura del gobierno estadounidense, México ha buscado acercarse a Canadá para alcanzar una posición común en algunos aspectos y así tener mayor peso en las negociaciones. Por parte de Canadá se ha visto cierto titubeo después de las primeras semanas de presidencia de Trump, y el gobierno liberal de Justin Trudeau llegó incluso a estudiar la posibilidad de negociar un tratado bilateral con Estados Unidos en lugar de “actualizar” el NAFTA. Sin embargo, Canadá sigue en esa mesa, y a pesar de la falta de sintonía con el gobierno de Enrique Peña Nieto, se ha acercado a los negociadores mexicanos.

Aunque las exportaciones canadienses dependen en 74% de las compras estadounidenses –un porcentaje similar al de México–, su economía está más diversificada que la mexicana, los niveles de competitividad son más altos en virtud de una mayor productividad de la mano de obra, y su mercado interno es más maduro. En el acercamiento entre México y Canadá la brecha salarial y la posibilidad de dumping social del país latinoamericano alejan las posiciones entre dos gobiernos de distinto signo ideológico.

Como integrante de la delegación canadiense, viajó a las negociaciones en la capital mexicana Jerry Dias, líder de la mayor organización sindical de Canadá, que aprovechó para criticar la estrategia de los sucesivos gobiernos mexicanos, que buscaron rebajar los salarios para mejorar la competitividad de sus empresas desde la firma del tratado, en 1994. “México tiene que mantener a sus ciudadanos en la pobreza para generar empleos. Es un sinsentido y es indignante”, dijo en las negociaciones entre las tres delegaciones. “No entiendo el argumento de que tenga que oprimir a sus ciudadanos para estar mejor”, agregó.

De acuerdo con los medios internacionales, Dias, que asiste como acompañante del gobierno canadiense, es escuchado dentro del Ejecutivo, que ha visto que la renegociación del NAFTA es una oportunidad de hacer un acuerdo “más progresista”. Semanas atrás, la ministra de Relaciones Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, manifestó que su país “no considera los superávits comerciales o los déficits una medida primaria para determinar si una relación comercial funciona”. Además, expresó la voluntad de su país de hacer del NAFTA un pacto “más progresista”, con la incorporación de nuevas protecciones laborales y medioambientales, algo que no debió caer del todo bien en ninguno de los otros dos gobiernos.

México es contrario a someter a discusión las normas laborales en la renegociación del acuerdo. El salario mínimo en ese país es muy inferior al que rige en Estados Unidos y Canadá, y ha permanecido prácticamente estancado en los últimos 20 años. Así como Dias acompaña al gobierno canadiense, el de México invitó a una nutrida delegación empresarial que ha expresado su negativa cerrada a rever este tema. “México no puede meterse en el tema laboral de Estados Unidos o de Canadá. Y lo mismo les pedimos: que no se metan en estos temas”, dijo Bosco de la Vega, presidente de la patronal Consejo Nacional Agropecuario, al diario español El País.

El gobierno de Peña Nieto se ha negado a rediscutir normas laborales comunes en función de la defensa de la soberanía nacional. La expansión de las maquiladoras ha sido la base de la estrategia de crecimiento de los diversos gobiernos mexicanos de los últimos 25 años. Inicialmente, estas plantas se dedicaban a actividades intensivas en mano de obra, operaban con tecnologías rudimentarias, en condiciones precarias y a partir de pésimas condiciones de trabajo y bajos salarios. Posteriormente, muchas de estas industrias introdujeron tecnologías de punta, pero la trayectoria industrial siguió basada en el bajo costo salarial. De este modo, México ha logrado atraer a su territorio cada vez más etapas de la cadena de producción de industrias clave como la automotriz o la de electrónica.

En medio de esta segunda ronda de la negociación del NAFTA, Peña Nieto dijo que su gobierno no aceptará acuerdos que atenten contra la dignidad nacional.

Pero no sólo el tema de las normas laborales divide aguas. También se discutirán las divergencias surgidas en torno a las reglas de origen, que fijan el contenido regional obligatorio de cada producto a exportar a los demás socios del NAFTA, el mecanismo de resolución de controversias y las normas de propiedad intelectual.

“El NAFTA continuará regulando las relaciones entre México y Canadá”, afirmó el ministro de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo, en un evento previo al inicio de esta segunda ronda de negociaciones, refiriéndose a la eventualidad de que Washington considere unilateralmente dejar el acuerdo, aunque desde el lado canadiense nadie recogió el guante.

Según informó el diario Sun, de la ciudad de Toronto, una fuente canadiense presente en las negociaciones dijo que predomina “un tono negativo”. Agregó que como los negociadores estadounidenses dejaron de lado la demanda de Canadá de contar con mayor acceso a visas de trabajo para profesionales, el gobierno de Trudeau respondió reduciendo las que ofrece a ciudadanos estadounidenses.