Domingo Rolón tenía 17 años cuando comenzó su militancia, en 1972, incorporándose a la Juventud Agraria Cristiana (JAC) junto a su hermano, Martín. Entre otras cosas, la JAC se encargaba, junto a otras organizaciones, de una chacra comunitaria y un almacén en el que los campesinos podían vender sus productos sin que se cobrara por la intermediación. Además, gestionaban una escuelita campesina en la que se enseñaban las tareas del campo a niños y a adultos. Organizaciones de derechos humanos cuentan que el almacén comunitario fue lo que más molestó a los dirigentes de la zona, vinculados al Partido Colorado y al régimen de Alfredo Stroessner, porque ellos eran los mediadores de las ventas de los campesinos, por lo que se vieron perjudicados económicamente.

En 1972 y 1973 comenzaron las amenazas contra los líderes locales de las distintas organizaciones involucradas en estas acciones campesinas, y más adelante llegaron las detenciones arbitrarias y otro tipo de amedrentamientos, como la irrupción intempestiva de policías y militares en las casas y los espacios de trabajo colectivo o las golpizas de parte de encapuchados a los líderes sociales.

Ante estas presiones y agresiones, algunos empezaron a reunirse en la clandestinidad para evitar la represión policial y militar, pero finalmente Rolón optó por alejarse de estas actividades por el riesgo que representaban y viajó a Asunción con sus hermanos. Poco después, en abril de 1976, fueron detenidos sus padres y su hermano Martín –quien permanece desaparecido– y él escapó a Argentina. Después de un amague de regresar a su país para entregarse a cambio de la libertad de su familia, en diciembre de ese año fue detenido en Argentina y trasladado a un regimiento en Formosa, donde fue torturado durante varios días, presuntamente por militares argentinos. Más adelante, las autoridades argentinas lo entregaron a los militares paraguayos. Estuvo detenido durante un año en la Jefatura de Investigaciones, en Asunción, donde fue torturado de manera constante, y donde le decían que lo iban a matar como a su hermano.

Rolón fue liberado un año después de su detención, pero hasta que cayó el régimen de Stroessner tuvo que presentarse todos los días en la seccional más cercana, donde debía permanecer entre las 7.00 y las 13.00.

Si bien fue denunciado en varias ocasiones en Paraguay e incluso fue llevado a Argentina, su caso no era aceptado o no avanzaba. La situación cambió el 29 de diciembre, cuando la fiscal paraguaya Liliana Zayas solicitó que nueve ex policías sean juzgados por torturar a Rolón. Ellos ya habían sido acusados por estos delitos, pero nunca fueron llevados a juicio.

Antes de que emitiera ese pedido de la fiscal, Rolón tuvo que contar en varias ocasiones cómo era torturado por cada uno de los ex policías para que las denuncias ganaran fuerza en la solicitud de juicio, explicó Zayas.

Se trata de uno de los primeros pedidos de juicio que surgen de la Unidad Especializada en Derechos Humanos, conformada en 2011 con el objetivo de agilizar las denuncias de delitos de lesa humanidad, tanto en época de dictadura como en democracia.