Los candidatos que se enfrentarán en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas el domingo 28, el ultraderechista Jair Bolsonaro y el izquierdista Fernando Haddad, tienen planes radicalmente opuestos para Brasil. El primero, del Partido Social Liberal, apuesta al libre mercado, las privatizaciones, el endurecimiento de las penas privativas de libertad y un mayor involucramiento del Ejército en la seguridad interna del país. Su lema es “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. En tanto, Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), propone un modelo de economía estatista y de mayor protección social, plantea una reforma legislativa antipunitivista y promueve políticas públicas para la inclusión de negros, mujeres e integrantes de la comunidad LGBTI. Todo esto para construir “un Brasil feliz de nuevo”, según su lema.

Los dos programas de gobierno muestran que la segunda vuelta obliga a los brasileños a elegir entre polos. En materia económica, ambos presidenciables encarnan la pulseada neoliberalismo versus economía regulada por el Estado. Bolsonaro propone reducir 20% el volumen de la deuda pública mediante privatizaciones, concesiones y venta de propiedades del Estado. Por otro lado, defiende la introducción paulatina de un modelo de capitalización individual de la previsión social que promueva el ahorro personal para la jubilación. Durante la transición de un modelo a otro, el aspirante de la extrema derecha daría a los ciudadanos la opción de elegir entre este nuevo sistema o el actual, que se basa en el ahorro solidario universal, que en teoría intenta garantizar una jubilación digna sin importar el ingreso del trabajador. Además, defiende la reducción de impuestos, y se opone tanto a la tasación de grandes fortunas y herencias como a la imposición de nuevos tributos para los empresarios.

El programa económico de Haddad, en cambio, busca implementar medidas de emergencia para salir cuanto antes de la crisis económica. Entre otras, plantea la reducción de los intereses, la creación de líneas de crédito con intereses y plazos accesibles, la instauración de un Plan de Emergencia de Empleo dirigido a la juventud, la reanudación de obras paralizadas y que se reactive el programa “Mi casa, mi vida”, que brinda acceso a viviendas a familias con bajos ingresos.

Por otra parte, el candidato del PT quiere revocar algunas medidas impulsadas por el gobierno del actual presidente de Brasil, Michel Temer, como la congelación del gasto público, así como interrumpir las privatizaciones que estén en marcha. También se propone frenar la reforma laboral y reemplazarla por un Estatuto del Trabajo que será creado de forma negociada. Haddad también impulsa la introducción de cambios en el marco regulatorio del petróleo del presal, la plataforma continental que está debajo de la capa de sal en la superficie marítima. La anulación de estas medidas, establece el programa, se dará por decreto del presidente o por votación parlamentaria. Al mismo tiempo, el petista quiere promover una reforma bancaria –para que los bancos ofrezcan créditos con costos menores y plazos más largos– y estimular la reindustrialización.

Distintas nociones de “país seguro”

La rivalidad ideológica de los candidatos también queda en evidencia cuando se comparan sus propuestas en el plano de la seguridad. Bolsonaro deja claro en su programa que uno de los principales objetivos de su mandato será “la lucha contra la criminalidad”. El ultraderechista apoya el porte de armas –“las armas son instrumentos, objetos inertes que pueden usarse para matar o para salvar vidas, eso depende de quién las maneje”, ha dicho durante la campaña– y defiende un cambio en el Código Penal para establecer la legítima defensa de hecho –porque, dice, no tiene sentido castigar a alguien que está defendiendo “su casa, su patrimonio o su vida”–.

El ex militar también planea reducir la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años, garantizar que los funcionarios policiales no sean castigados si matan a alguien mientras están “en servicio” y calificar de “terrorismo” las invasiones de propiedades rurales y urbanas.

Con la mente en quienes ya están encarcelados, Bolsonaro propone terminar con la progresividad de las penas –es decir, con la posibilidad de que los presos obtengan ciertos beneficios si tienen un buen comportamiento– y con las salidas transitorias. También promete promover penas más duras para quien viole a una mujer e implementar la castración química voluntaria a cambio de una reducción de la condena. Este es el único punto de su programa en el que menciona específicamente a las mujeres.

En contrapartida, Haddad propone desarrollar una gestión penitenciaria que promueva la reinserción social. Esta estrategia incluye una reforma legislativa para que la privación de libertad sea adoptada “sólo para conductas violentas” y se fortalezca un sistema de penas alternativas a la cárcel. Con ese fin, el PT prevé la creación de un Plan Nacional de Política Criminal y Penitenciaria que establezca una Política Nacional de Alternativas Penales. En la misma línea, si resulta vencedor promete que buscará promover el diseño de un plan de reducción de homicidios que contemple, entre otras cosas, el control de las armas y la capacitación de los funcionarios de seguridad.

Jair Bolsonaro, después de votar en Villa Militar, en Río de Janeiro, Brasil.

Jair Bolsonaro, después de votar en Villa Militar, en Río de Janeiro, Brasil.

Foto: Fernando Souza

Precisamente, respecto de las fuerzas de seguridad, Haddad propone reformular el Sistema Único de Seguridad Pública, redistribuyendo tareas entre prefecturas, gobiernos estatales y gobiernos federales con el foco “en la inteligencia, en priorizar la vida, en el control de armas y en la renegociación entre los policías y las comunidades”.

Por otro lado, planea delegar el combate al crimen organizado en el país a la Policía Federal, creando para eso una nueva unidad especializada. Haddad considera que la política actual de represión de las drogas es “errónea, injusta e ineficaz”, por lo que aboga por “examinar las experiencias internacionales de despenalización y regulación del comercio” de estupefacientes, según dijo en un acto de campaña.

El candidato de izquierda también prometió que, de llegar a la presidencia de Brasil, el Ministerio de Defensa volverá a ser liderado por un civil y no por un militar, como sucede actualmente.

Una vida mejor

El PT asegura en su programa de gobierno que Brasil necesita “respirar y construir democracia”, y que para eso es fundamental afirmar los derechos de mujeres, negros, indígenas y quilombolas –descendientes de esclavos–, que son las mayorías “históricamente marginalizadas”. Con ese objetivo, Haddad plantea crear un Sistema Nacional de Derechos Humanos que también incluya a las juventudes, a la población LGBTI, a niños, niñas y adolescentes, a personas con discapacidad y a los pobres. Otras medidas del programa van en este sentido: la promoción de “acciones afirmativas” en los servicios públicos, la creación de un Plan Nacional de Reducción de la Mortalidad de la Juventud Negra y Periférica y el impulso de una reforma agraria que incluya titular las tierras de los quilombolas y demarcar áreas indígenas.

Además, el programa petista busca criminalizar la homofobia y la transfobia, implementar programas de educación para la diversidad sexual e instalar a nivel nacional el Programa Transciudadanía, que concede becas de estudio a travestis y transexuales en situación de vulnerabilidad y que Haddad lanzó cuando fue alcalde de San Pablo (2013-2016). Otra medida que promete llevar a la práctica si es elegido como presidente es la de reconstruir el Ministerio de las Mujeres, la Igualdad Racial y los Derechos Humanos, que instaló la ex presidenta Dilma Rousseff y que Temer renombró el año pasado como Ministerio de Derechos Humanos.

Por su parte, Bolsonaro anunció que redirigirá la política de derechos humanos con el fin de “priorizar la defensa de las víctimas de la violencia”, sin dar más detalles. Su plan también defiende que cada brasileño tenga garantizada una renta igual o superior a la que actualmente paga el programa social Bolsa Familia. Además, critica el Estatuto del Niño y del Adolescente vigente, que a su entender tiene que ser “rasgado y tirado a la basura” –como dijo en un acto de campaña– porque es “un estímulo para el vagabundeo y el malandraje infantil”.

El programa del candidato del Partido Social Liberal no contempla a las minorías sociales, religiosas o étnicas y tampoco menciona la diversidad sexual. En el apartado sobre educación asegura que “el contenido y el método de enseñanza deben ser cambiados” y propone como fórmula del éxito “más matemáticas, más ciencias y más portugués, sin adoctrinamiento y sexualización precoz”. Esto último se enmarca en la cruzada contra la educación sexual en las escuelas y el combate contra la “ideología de género” que anunció desde su primer día de campaña.

Uno de los pocos puntos que están en el centro de las dos agendas es el del combate contra la corrupción. Bolsonaro propone como herramienta principal la puesta en marcha de “Las diez medidas contra la corrupción” que el Ministerio Público de Brasil propuso al Parlamento en 2015 y que juristas calificaron de “represivas” y “punitivistas”. Para el equipo de Haddad, enfrentar la corrupción implica mejorar los mecanismos de gestión pública para que haya más transparencia, combatir “la impunidad de corruptores y corruptos” y ”enfrentar una cultura histórica de apropiación de lo público por parte de los intereses privados”.