El día que Donald Trump ingresó a la Casa Blanca anunció una serie de medidas comerciales que, entre otras cosas, incluía la posibilidad de abandonar el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). El presidente estadounidense consideraba que el pacto, firmado en 1994 junto con México y Canadá, era “desastroso” y perjudicaba especialmente a su país. Sus vecinos no estaban dispuestos a dejar ir al principal socio comercial de la región y propusieron renegociarlo. Comenzó así una larga ronda de conversaciones para renovar el pacto y alcanzar uno que fuera beneficioso para las tres partes.

Ese proceso duró un año y terminó el domingo cerca de la medianoche, cuando Canadá decidió finalmente aceptar el acuerdo preliminar que Estados Unidos y México alcanzaron a fines de agosto. Nació así el rebautizado Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA, por sus siglas en inglés).

“El USMCA dará a los trabajadores, granjeros y rancheros un acuerdo comercial de alta calidad que resultará en mercados más libres, comercio más seguro y crecimiento económico más robusto en nuestra región”, aseguraron en un comunicado conjunto el representante de Comercio Exterior de Estados Unidos, Robert Lighthizer, y la ministra de Relaciones Exteriores canadiense, Chrystia Freeland. En el documento, los funcionaron también afirman que el nuevo pacto fortalecerá a la clase media en las tres naciones y creará “buenos trabajos bien pagados y nuevas oportunidades” para cerca de 500 millones de personas.

Los cambios más importantes que plantea el nuevo tratado tienen que ver con el sector automotor. Entre otras modificaciones, los tres socios acordaron que 75% de los componentes de los automóviles sean fabricados en América del Norte (actualmente esa cifra es de 62,5%) y que entre 40% y 45% sea manufacturado por trabajadores que ganen al menos 16 dólares la hora. Los vehículos ligeros ensamblados en plantas existentes que no cumplan con esto pagarán aranceles de 2,5%.

Uno de los principales triunfos de Washington fue haber logrado un mayor acceso al mercado lácteo canadiense, un sector que según Trump era impenetrable por los altos impuestos que Ottawa impone a los productos estadounidenses. En tanto, Canadá ganó la pulseada para mantener intacto el artículo 19 del tratado que permite que cualquiera de los tres integrantes pueda pedir paneles binacionales independientes cuando sus exportadores o productores crean que son víctimas de decisiones comerciales desleales por parte de otro miembro. Estados Unidos quería eliminarlo, pero finalmente cedió a las exigencias canadienses.

Otro punto a destacar es que el USMCA elimina el controvertido capítulo del NAFTA que permitía a las empresas extranjeras demandar a los gobiernos de los tres países si entendían que eran tratadas de forma diferente que las empresas nacionales.

Los parlamentos de los tres países tienen que ratificar el tratado para que pueda entrar en vigor, algo que se prevé que suceda en dos meses. El nuevo pacto tiene que ser revisado dentro de seis años. Si todas las partes consideran que no necesita cambios, se mantendría por 16 años más.

Trump aseguró ayer en una conferencia de prensa que el nuevo acuerdo comercial es el “más importante de la historia de Estados Unidos”. Al mismo tiempo, destacó que es un “privilegio” para cualquier nación del mundo comerciar con su país, una declaración que toma especial relevancia en un momento en el que Estados Unidos está en plena guerra comercial con China.

En tanto, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, celebró un acuerdo que describió en Twitter como un “ganar-ganar-ganar”. Más tarde, la presidencia de México manifestó en un comunicado que el tratado permitirá “profundizar la integración productiva de América del Norte” y consolidar a la región como “una de las más competitivas en el mundo”.

La fecha límite para firmar el pacto fue fijada para el 1º de octubre con el objetivo principal de que pudiera firmarlo Peña Nieto antes de que finalice su mandato, el 30 de noviembre. De todas formas, un equipo del próximo gobierno mexicano acompañó las discusiones desde julio, cuando Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales.

En un tono más cauto, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, reconoció ayer en una conferencia de prensa que el diálogo “no fue fácil”, dijo que el nuevo acuerdo “preserva” los principales puntos del NAFTA, y recordó que todavía falta el visto bueno de los legisladores para que se haga realidad.