Las mujeres en Corea del Norte son sometidas habitualmente a violencia sexual por parte de funcionarios del gobierno, guardias de prisiones, interrogadores, policías, fiscales y soldados, así como también en sus hogares o en las calles, según se desprende de un informe presentado ayer por la organización Human Rights Watch.

Esta situación, de acuerdo al documento, es particularmente grave en los mercados denominados Jangmadang, que se multiplicaron en el país después de la hambruna de los años 90. Las mujeres que trabajan allí son particularmente vulnerables ante los policías, los inspectores de mercado y los soldados. “Su trabajo las ha expuesto al riesgo de violencia sexual en un país donde la discriminación de género y la subordinación de las mujeres son comunes”, dice el informe, para el cual entre 2015 y 2018 fueron entrevistados 72 mujeres, cuatro niñas y 30 hombres.

Según el testimonio de una de las consultadas, la violencia sexual “sucede tan a menudo que nadie piensa que esto sea un problema. Los hombres que agreden sexualmente no creen que esté mal y nosotras tampoco lo pensamos”.

Una de las conclusiones del documento es que este tema se discute tan poco en Corea del Norte que los investigadores encontraron que conceptos tales como violencia doméstica y violencia sexual no tenían una definición clara; incluso en el idioma estas definiciones se basan en una serie de eufemismos que a menudo minimizan la gravedad de la agresión.