Si bien la salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE) está fijada para el 29 de marzo, quedan todavía algunas cuestiones por resolver para hacer efectivos los resultados del referéndum del 23 de junio de 2016, en el que ganó el brexit. El principal punto de desacuerdo entre Londres y el bloque europeo refiere a la frontera irlandesa. La cuestión clave es que República de Irlanda seguirá perteneciendo a la UE, pero Irlanda del Norte, como parte integrante de Reino Unido, dejará de integrar el bloque. Lo que Dublín y la UE no aceptan bajo ninguna condición es reimplantar ninguna clase de frontera física entre los dos territorios irlandeses, en los que actualmente se puede circular libremente hacia un lado y otro.

El jefe negociador de la UE para el brexit, Michel Barnier, advirtió ayer que el bloque no está dispuesto a firmar un acuerdo con Reino Unido ni dará a Londres un período de transición si no se llega a un punto de concordancia sobre el complejo tema de la frontera de Irlanda con Irlanda del Norte. Barnier aseguró que el objetivo de la UE es lograr un acuerdo total con Reino Unido. Pero de momento “no estamos al 100 por ciento”, agregó, porque “lo que falta es una solución para el tema irlandés”. Agregó que si esto no queda resuelto, entonces “no habrá acuerdo ni tampoco período de transición”, según informó la agencia de noticias Reuters.

La primera ministra británica, Theresa May, está enfrentando las negociaciones en la interna y dijo a su gabinete que confía en cerrar un acuerdo cuanto antes “pero no a cualquier precio”. Pero también negocia con el bloque europeo y con el primer ministro irlandés, Leo Varadkar. Este último dijo la semana pasada a la cadena irlandesa pública RTE que “el brexit ha comprometido ya el proceso de paz”. También criticó a Londres: “Cualquier cosa que divide a las comunidades de Irlanda del Norte y de la República de Irlanda, y que crea tensiones entre Reino Unido y nuestro países, es una manera de subvertir el Acuerdo del Viernes Santo”. Se refería al firmado en Belfast el 10 de abril de 1998 por el gobierno británico y el irlandés, y que contó con el apoyo popular en un referéndum, tanto en Irlanda como en Irlanda del Norte. Ese acuerdo puso fin al conflicto norirlandés entre católicos independentistas y protestantes unionistas, que duró casi 30 años y les costó la vida a más de 3.000 personas.

Varadkar, la UE y la propia May entienden que volver a poner una barrera física entre los territorios irlandeses sería un enorme paso atrás, por eso se buscan fórmulas alternativas. A May incluso la presiona el Partido Unionista Democrático, la formación norirlandesa que sostiene su gobierno con sus diez diputados y que ha amenazado con votar en contra del presupuesto, que será tratado en el Parlamento a fines de este mes, si las negociaciones con Bruselas sobre el brexit incluyen algún tipo de control fronterizo o aduanero entre Irlanda del Norte y el resto de Reino Unido.

Al mismo tiempo, la UE no aceptará, mediante esta excepción de ausencia de fronteras físicas entre las Irlandas, que todo el territorio británico quede, en la práctica, dentro del mercado único del bloque una vez que Reino Unido lo abandone. Para acercar posiciones, Londres se comprometió a aceptar algunas normas de la UE, por ejemplo en el campo del intercambio de alimentos, pero esto podría resultar contradictorio cuando toda la campaña del brexit se basó en liberarse de las restricciones comerciales y de otro tipo impuestas desde Bruselas.

Mientras la cuestión de la frontera irlandesa sigue latente, otro frente se le comienza a abrir a Reino Unido en Escocia. El gobernante Partido Nacionalista Escocés (SNP, por su sigla en inglés) afirmó ayer que el “caos y la desesperación” que acarreará la salida de Reino Unido de la UE está elevando el número de ciudadanos que apoya la independencia de la región.

Keith Brown, vicepresidente del SNP, precisó que la gestión del gobierno británico de las negociaciones sobre el brexit está contribuyendo a ensanchar la base popular en favor de la secesión. En declaraciones que citó la agencia de noticias Efe, Brown manifestó: “A medida que continúan el caos y la desesperación debido al manejo del brexit por parte de Westminster, cada vez más personas se sienten atraídas por las oportunidades y la esperanza en el futuro que ofrece la independencia escocesa”.