Crear una alternativa de izquierda que promueva un crecimiento inclusivo, impulse iniciativas sustentables y amplíe los derechos sociales, a eso apunta Revolución Democrática, uno de los partidos que integran el Frente Amplio de Chile. Pero la organización política no se conforma con generar cambios en su país, y apuesta además a la creación de una red internacional de izquierda. Considera que esta red debe estar basada en una “globalización” de los vínculos entre los países para “profundizar la democracia” y “recuperar soberanía”.
De visita por Montevideo, en el marco del Foro de Partidos Progresistas de la fundación Friedrich-Ebert-Stiftung, el presidente de Revolución Democrática, Rodrigo Echecopar, habló con la diaria precisamente sobre los desafíos de la izquierda en Chile –y en la América Latina que hace días vio al ultraderechista Jair Bolsonaro ganar la presidencia de Brasil–, y ahondó en la necesidad de coordinar lo que llamó un “sur global”.
¿Cuál es la situación de la izquierda en Chile, particularmente desde que volvió Sebastián Piñera al gobierno?
Piñera volvió al gobierno con una muy fuerte votación y su gobierno promete algunas certezas, como crecimiento y trabajo. Sin embargo, con el tiempo se va notando que no es tan real esa promesa de prosperidad o meritocracia sobre la cual se intenta sostener. Entonces, hemos visto en estos meses que su agenda en realidad está mucho más centrada en bajarles los impuestos a los más ricos, argumentando la misma falacia que venimos escuchando desde hace 30 años de que se va a promover una inversión que se va a traducir en crecimiento, pero finalmente termina siendo sólo para unos pocos. Todo esto siendo incapaz de responder a los desafíos sociales profundos. Pero que eso esté sucediendo no significa que nosotros no hayamos logrado mostrar que hay una agenda de izquierda. Creo que hoy día el mundo de la centroizquierda en Chile está fragmentado en dos grandes bloques: la ex Nueva Mayoría [coalición que llevó a la presidencia a Michelle Bachelet] y el Frente Amplio. En ese sentido, hoy día, antes que de alianzas, a nosotros lo que más nos interesa es hablar del proyecto que les vamos a plantear a los chilenos y las chilenas. Hay una derecha en el poder que hizo muchas promesas que nosotros creemos que no va a ser capaz de cumplir, pero no vamos a vencer por el fracaso de ellos sino que si ganamos va a ser porque somos capaces de mostrarle al país que hay una alternativa que traiga certezas, crecimiento inclusivo y sostenible, derechos sociales, seguridad y espacios de justicia y solidaridad que hoy en día siguen ausentes en nuestra sociedad.
En las últimas semanas hubo movimientos en la izquierda chilena. Se formó el bloque Convergencia Progresista por un lado y, por el otro, tú llamaste a los partidos Socialista [PS] y Comunista [PCCh] a pensar en conjunto una alternativa. ¿Cómo ve tu partido este nuevo bloque y a qué te referías con ese llamado?
La Convergencia Progresista es este espacio entre el PS, el Partido por la Democracia y el Partido Radical. Yo no quiero juzgar las intenciones ni la apuesta de otros, lo único que quiero decir es que no veo cuál es el proyecto, cuáles son las ideas que se están planteando que sean muy distintas de lo que se venía haciendo. Por otro lado, desde Revolución Democrática invitamos al Frente Amplio, al PS y al PCCh a una reflexión y lo hicimos en el marco de A Toda Marcha, porque no vamos a levantar vetos ni exclusiones de los espacios de diálogo y reflexión, pero espero que, si vamos a construir una alternativa, sea una en base a ideas. Pongo un ejemplo concreto. En Chile tenemos un sistema de pensiones absolutamente privatizado y hay sectores de la población muy amplios que están recibiendo pensiones de un poquito más de 100 dólares por mes. Y hay un movimiento social muy potente, que se llama Coordinadora No Más AFP [Administradoras de Fondos de Pensiones], que agrupa sindicatos y organizaciones sociales y que está planteando un cambio activo sobre nuestro sistema de pensiones. Yo no me imagino una alternativa a la derecha que no tenga entre sus lineamientos básicos terminar con el sistema de pensiones de las AFP. Lo mismo nos pasa con la salud. Tenemos un sistema de salud para los privados y otro para los públicos, uno para los ricos y otro para las clases medias o pobres. Si no somos capaces de poner sobre la mesa la necesidad de un sistema único para todos, para poder fortalecer la salud pública, no sé cómo nos podemos considerar una alternativa que amplía derechos sociales. Entonces sí, hemos invitado a los distintos sectores a dialogar, a reflexionar, a construir un nuevo proyecto en conjunto, uno que efectivamente amplíe derechos sociales y dé respuestas comunitarias y de solidaridad a los problemas actuales de la sociedad.
Hace apenas dos semanas, Revolución Democrática convocó al festival A Toda Marcha, que reunió a partidos políticos, organizaciones sociales y activistas de todo el mundo, para pensar justamente sobre los desafíos de la izquierda el siglo XXI. ¿Qué discusiones se dieron allí?
En el fondo fue un esfuerzo inicial por empezar a coordinarse, a dialogar, a reflexionar en conjunto con estas izquierdas emergentes que hay en el mundo. Participaron el Movimiento Nuevo Perú, la gente de Colombia Humana, el Movimiento Regeneración Nacional de México, el Partido Socialismo y Libertad de Brasil, representantes de Uruguay, de Podemos de España, de Syriza de Grecia, de La Francia Insumisa, de Italia. Buscó ser un primer esfuerzo de reflexión política de izquierdas democráticas en el siglo XXI y fuerzas emergentes. Fue un espacio muy rico porque nosotros formamos parte del Foro de San Pablo, pero es un espacio que se ha vuelto cada vez menos crítico y reflexivo y más de defensa corporativa, entonces necesitamos un espacio con aire fresco, para empezar a plantearse los desafíos del futuro, que –según entendemos– no se resuelven exclusivamente a través de mecanismos de un Estado. El capitalismo o el neoliberalismo de nuestros tiempos requieren diálogo entre las distintas fuerzas políticas, internacionalismo, lazos entre los países. Una de las conclusiones más importantes fue la de profundizar el diálogo y no hacerlo para que podamos reflexionar políticamente sobre nuestros proyectos, sino que nuestros proyectos incorporen una mirada internacionalista y de lazos entre las fuerzas.
Más allá de las reflexiones y el intercambio que generó el espacio, ¿surgieron lineamientos para trabajar en el futuro?
Hablamos sobre algunos elementos que hoy en día nos parecen centrales en las propuestas políticas de esta izquierda emergente. Por un lado, la izquierda siempre se ha concentrado en la ampliación de derechos sociales. Hoy en día nos parece que es muy importante hablar de globalización, pero desde una perspectiva democrática, no solamente de globalización en cuanto a cómo bajamos los aranceles de nuestros productos o las cuotas, sino globalización pensando en cómo los lazos con nuestros vecinos permiten que profundicemos nuestra democracia y recuperemos soberanía. Es decir, que el destino de nuestros pueblos vuelva a residir en sus decisiones democráticas y no en los intereses empresariales, corporativos o en instancias de comercio internacional sobre las cuales tenemos cada vez menos control. Otra reflexión importante tuvo que ver con nuestros espacios de desarrollo económico. Han sido como una bandera de muchas de las derechas de nuestros países, pero son esfuerzos que no se hacen cargo de la necesidad de que tengamos un nuevo modelo de desarrollo, sostenible, que proteja el planeta y a nuestros pueblos de los efectos del cambio climático. Por último, también hicimos una reflexión muy interesante sobre los procesos sociales que se están viviendo en torno a demandas que tienen que ver con el feminismo, por ejemplo. Chile tuvo este año una ola feminista muy potente. La ley de aborto en tres causales se aprobó el año pasado. Entonces la ola feminista este año estuvo muy enfocada en cambios estructurales que empiecen a modificar las relaciones de género y que tienen que ver con una educación no sexista, desde una perspectiva de educación pública, con una mirada integral de la violencia. Hubo semanas de toma de universidades, de movilización, de marchas; era un replanteamiento estructural de cómo es el rol de las mujeres en nuestra sociedad y es algo que ha interpelado fuertemente no sólo a Revolución Democrática o al Frente Amplio sino al sistema político en general y a la sociedad.
¿Se puede hablar de que en ese encuentro nació una nueva red progresista transnacional?
Vimos una voluntad concreta de las fuerzas políticas de empezar a tener estos espacios de reflexión. Así, cuando se organice algo en Perú van a estar yendo estas mismas fuerzas. Lo mismo en Brasil: va a haber espacios de reflexión muy interesantes sobre los desafíos que hay allí. Nosotros queremos estar presentes y nos van a invitar. Lo mismo con lo que está pasando en Europa. Son desafíos que no son iguales pero que riman.
La victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil modificó el mapa político de América Latina. ¿Qué lectura hacen su partido y el Frente Amplio del ascenso del ultraderechista? ¿Cómo creen que impacta en la región?
Creo que tiene distintas aristas. En primer lugar, es muy riesgoso para Brasil en particular, donde ya vimos casos de violencia durante la campaña electoral contra las personas que son de minorías o que apoyaban al candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad. Pero también es muy riesgoso para la región. En Chile, el tono de la conversación ya cambió después de los resultados de la primera vuelta. Vimos que los dos principales partidos de la derecha chilena, los dos principales partidos de la coalición de gobierno, salieron a apoyar a Bolsonaro; se atrevieron a decir cosas que quizás pensaban pero que no podían decir públicamente y empezaron a mover el eje de lo que estamos viendo en Latinoamérica, y eso es algo que va a ser gravitante en la región y que nos debería preocupar. Pero no basta con preocuparse sino que hay que ocuparse, y en ese sentido no es responsabilidad de las izquierdas que se haya levantado Bolsonaro, es responsabilidad de quienes han mantenido un modelo neoliberal que ha fragmentado a la sociedad, que ha dejado de lado los valores de la solidaridad, de la comunidad, de la empatía. Sí es responsabilidad de la izquierda que seamos capaces de levantar alternativas, y no alternativas para sentirnos cómodos con nuestro testimonio, con nuestras banderas de lucha, sino alternativas para ser mayoría en nuestros países, para volver a ser gobierno y conducir a nuestros pueblos hacia otros horizontes.
Antes de la segunda vuelta electoral, Bolsonaro dijo que quería formar un “bloque liberal” con Piñera y los presidentes de Argentina, Mauricio Macri, y Paraguay, Mario Abdo Benítez. Si esto se concretara, ¿qué impacto podría tener en esta red transnacional de izquierdas que está naciendo?
De nuevo, dos miradas. En primer lugar, es impresionante cómo Piñera se ha sacado la careta de liberal y ha pasado a condonar de cierta manera un discurso autoritario, violento, discriminador y neofascista. En ese sentido, creo que nuestras sociedades deben abrir los ojos, porque en la medida en que crece lo que pasa con Bolsonaro, nuestros propios gobernantes empiezan a radicalizarse un poco más. En segundo lugar, estoy cansado de ver cómo nuestros países van modificando sus alianzas, sus lazos, dependiendo de quién es el gobernante de turno. Lo hemos visto en los últimos meses con lo que está sucediendo con la Unión de Naciones Suramericanas, que tras una serie de victorias de la derecha parece que ya no es importante un espacio de articulación del Cono Sur, de Sudamérica, que ha sido lo más exitoso en empezar a levantar una coordinación del sur global. Hago un llamado a que dejemos de ver a la política de manera tan miope, a pensar en los próximos dos o tres años, cuando vamos a enfrentar los desafíos de América Latina y del sur global en conjunto y construyendo lazos para los próximos 50 años.