El calentamiento del planeta avanza más rápido que la diplomacia y el consenso mundial. Tal es la principal conclusión que parece haber emergido luego de la Cumbre sobre Cambio Climático (COP24) de la Organización de las Naciones Unidas, celebrada hasta el sábado en Katowice, Polonia.
Delegaciones de 197 países lograron a último momento –un día después de lo previsto– aprobar una declaración final que no establece con claridad el proceso necesario para garantizar el cumplimiento del Acuerdo de París sobre este fenómeno. Si bien los puntos de la declaración fueron aprobados y se describió un conjunto de reglas para implementarlos –estándares para medir las emisiones de gases de efecto invernadero y el seguimiento de políticas climáticas–, en el documento final los países no se comprometieron globalmente a incluir nuevos compromisos para reducir esas emisiones, pese a la urgencia que han expuesto los científicos del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC).
El Acuerdo de París, firmado en el año 2018 por casi 200 países, tiene como principal objetivo mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de los 2 °C respecto de los niveles preindustriales y proseguir con los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático.
El foco de la cumbre desarrollada en Polonia estuvo en las potencias petroleras –Estados Unidos, Arabia Saudita y Rusia–, que rechazaron en forma contundente una mención a la “acogida favorable” al informe realizado por los expertos del IPCC, lo cual minó las posibilidades de avances relevantes, recogieron agencias internacionales de noticias.
“Durante la COP24, Estados Unidos destacó su abordaje equilibrado, que promueve el crecimiento económico, mejora la seguridad energética y protege el medioambiente. Este abordaje equilibrado está ganando fuerza en países socios pragmáticos que reconocen que podemos proteger el crecimiento económico y la seguridad energética, al mismo tiempo que preservamos el medioambiente”, dice parte de un documento dado a conocer durante la cumbre por la delegación estadounidense.
Los resultados finales del encuentro significaron un serio revés para numerosos países, sobre todo los insulares –más vulnerables a los efectos del calentamiento global–, que esperaban que los estados en su conjunto se comprometieran a revisar al alza los compromisos de aquí al año 2020 y a llevar adelante nuevas acciones.
Paralelamente, según expresó en su página web Ecologistas en Acción, una organización que agrupa a más de 300 entidades ecologistas españolas, “el pretendido papel de liderazgo de la Unión Europea ha ocultado una evidente división de los países entre aquellos que presionan para reducir aun más los insuficientes compromisos contra el calentamiento global y los que obvian que los efectos del cambio climático pondrán en riesgo de desaparición a una gran parte de los ecosistemas europeos”.
El plenario final de la cumbre se retrasó más de un día, debido a las objeciones de países como Brasil, que no estaban conformes con algunos de los artículos. Los representantes brasileños rechazaron una modificación del actual sistema que regula el mercado de carbono, anticipando lo que será su postura al respecto luego de que asuma la presidencia Jair Bolsonaro, que en los últimos días expuso sus críticas a los Acuerdos de París y las exigencias que estos implican para Brasil, en particular la de reforestar una gigantesca área –similar a la del estado de Río de Janeiro– en la Amazonia.
La próxima edición de este encuentro global, la COP25, se realizará el año que viene en Chile, informó oficialmente el presidente de ese país, Sebastián Piñera. Originalmente la cumbre iba a realizarse en Brasil, pero en los últimos días el equipo de Bolsonaro anunció que no se iba a hacer cargo de albergarla. Según expresó el futuro gobernante brasileño en Twitter el sábado, organizar el encuentro le costaría a su país “más de 500 millones de reales”, algo así como 128 millones de dólares, y además debería organizarlo en poco tiempo, “lo que presionaría al futuro gobierno a adoptar posiciones que requieren un mayor tiempo de análisis”.
Esta decisión rompe con una tradición de los últimos años, en los que Brasil estuvo a la cabeza de los asuntos ambientales en el mundo. Fue uno de los principales negociadores sobre cambio climático, fue destacado redactor del texto del Acuerdo de París y ha adoptado en los hechos políticas públicas consideradas adecuadas para las metas fijadas a nivel internacional.
Brasil fue sede de las conferencias de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo en 1992 y sobre Desarrollo Sustentable –el encuentro denominado Río+20– realizado en 2012.