Un periodista tunecino se inmoló el lunes de noche en la plaza pública de la ciudad de Kasserine, una de las más pobres del oeste de Túnez, y desató protestas contra el gobierno del presidente Béji Caïd Essebsi. La escena recordó a las manifestaciones que en diciembre de 2010 pusieron fin a la dictadura de Zinedin el Abedin ben Ali y desencadenaron la llamada “primavera árabe”, que fue replicada en varios países de la región. En ese entonces, la protesta comenzó con el suicidio de un joven en la localidad vecina de Sidi bou Sid.

Antes de rociarse con nafta y prenderse fuego, el periodista Abderrazak Rezgui, camarógrafo y corresponsal del canal Telvza TV, explicó en un video publicado en las redes sociales que con su acción pretendía iniciar una revolución como la que se desató hace ocho años. “Ya es suficiente, ocho años ya. Uno se cansa de las promesas diarias incumplidas. Son sólo mentiras. No pertenezco a ningún partido político. Te negás a contratar a desempleados y preferís corromper a los que ya tienen un medio de vida”, dijo el periodista. “Hoy decidí comenzar una revolución por mi cuenta. Quien quiera apoyarme es bienvenido. Voy a protestar solo, me voy a inmolar, y si una persona consigue un trabajo gracias a mí, estaré encantado de que Dios lo ayude”, dijo, antes de pedir a “los desempleados” que “reclamen su derecho”, “protesten” y “quemen neumáticos”. Agregó: “El Estado no quiere movimientos pacíficos”.

Su llamado fue escuchado por cientos de jóvenes de Kasserine, que ayer levantaron barricadas con neumáticos prendidos fuego en varias carreteras de acceso a la ciudad y lanzaron piedras contra unidades antidisturbios. La portavoz del Ministerio de Interior tunecino, Sofiene Zaag, dijo a la prensa que seis funcionarios de la Policía fueron heridos y decenas de personas fueron detenidas.

A la protesta se sumó el Sindicato Nacional de Periodistas Tunecinos, que acusó al Estado de “convertir los medios en un foco de dinero sucio y sospechoso que sirve a intereses particulares, sin control y sin respeto por las leyes y la normativa laboral”. El sindicato también anunció que analizará la posibilidad de convocar un paro en el sector para forzar al gobierno a tomar medidas contra la crisis que atraviesa el país.

Si bien la transición política de Túnez hacia una democracia ocurrió gracias a la “primavera árabe”, el país sigue sumido en una crisis económica y social basada en los mismos problemas que llevaron a las movilizaciones en 2010: el desempleo –que supera 35% entre los jóvenes–, la corrupción y la inflación.

Estos problemas se han agudizado en los últimos dos años. La falta de una verdadera revolución económica llevó al actual gobierno a pedir un préstamo de 2.850 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de una serie de políticas de austeridad que, por el momento, tampoco ha sabido aplicar. Esto último, en parte, por temor a la respuesta que pueda haber en las calles. El FMI ya advirtió al gobierno que, si no las aplica, no liberará la próxima parte del préstamo en enero.

Uno de los manifestantes que salieron a las calles de Kasserine ayer dijo a la agencia de noticias Efe: “Nada ha cambiado en ocho años. Nos engañaron, tenemos que volver a exigir nuestros derechos. El de la protesta es el único lenguaje que conocen los políticos”.