Antes de Navidad, muchos inversores entraron en pánico porque el precio del bitcoin se desplomó casi un tercio, lo que llevó a que se perdieran miles de millones de dólares en cuestión de días. Sin embargo, después de esa fecha se recuperó rápidamente y la alegría volvió junto a los brindis de fin de año. Pero en los primeros días de enero hubo una nueva caída asociada a las noticias de que Corea del Sur planea prohibir el comercio de bitcoin y de otras criptomonedas.
Antes de que panda el cúnico, hay que tener presente que estas subas y bajas son la norma en el mundo turbulento y errático de las criptomonedas. A modo de ejemplo: a lo largo de 2016, en seis oportunidades la caída del precio del bitcoin superó el 30%. Estas variaciones hacen a estas monedas más parecidas a un activo especulativo que al dinero emitido por bancos centrales o a los activos de reserva.
Más allá de estas fluctuaciones violentas, el bitcoin tuvo un saldo positivo el año pasado. Entre el 1º de enero y el 31 de diciembre de 2017 experimentó un aumento de su precio de más de 1.400%, que se agregó a la duplicación que su valor había experimentado en 2016. A mediados de enero, para comprar un bitcoin había que poner alrededor de 12.000 dólares, mientras que hace siete años alcanzaba con desembolsar un dólar.
Entre analistas, presidentes de bancos centrales e inversores existe preocupación de que la evolución del precio de las criptomonedas esté reflejando todas las características que tuvieron antes las burbujas financieras: movimientos erráticos y significativos en el precio en pocos días, proliferación de imitadores que buscan subirse al carro y aprovechar el ruido y la opacidad de su mercado e incluso –por si faltaba algo– el respaldo de celebridades de dudosa capacidad para transmitir valores e información, como Paris Hilton y el boxeador Floyd Mayweather.
Libertad y plusvalía
En el corazón del ascenso exponencial en el precio del bitcoin (y en el de otras monedas descentralizadas) está la posibilidad de crear valor a partir de la tecnología de la cadena de bloques (blockchain en inglés), que es básicamente una tecnología de registros descentralizados que permite llevar el apunte de transacciones entre dos partes, verificable e inmutable, evitando la intervención de múltiples intermediarios (abogados, notarios y oficinas estatales).
Todo inversor, más aun el financiero, busca obtener un beneficio rápido, más allá de si el valor que se crea es socialmente útil. El negocio bancario tradicional consiste en intermediar demandas y ofertas de capital, es decir, convertir dinero ocioso en capital. En el medio, los ahorros de individuos y hogares se ponen en las manos de banqueros (o inversionistas), y por medio del mercado de acciones (entre otros) se canalizan hacia la economía real. De esta manera, las ganancias financieras o bursátiles tienen algún vínculo con la economía real.
En el caso de las criptomonedas, este anclaje económico con lo real no existe en absoluto, ya que lo único que determina el aumento de sus precios es la expectativa que existe entre inversores de que en el futuro serán superiores a los actuales. Nada más parecido a las burbujas conocidas.
Pero pronosticar y reconocer una burbuja no es sencillo, debido a la dificultad de determinar su sintomatología o a la simple ignorancia de cómo funciona la especulación con el precio de un activo. En todo caso, las peculiaridades de cada uno de los episodios históricos que han acompañado a las múltiples burbujas especulativas vividas anteriormente coinciden al menos en algunos aspectos básicos: comienzan con el desplazamiento de otros activos que genera un activo novedoso, seguido por el boom de su valor. Luego llega la fase de euforia, en la que el precio del activo se dispara siguiendo el optimismo de inversores “no sofisticados”. Así, el activo alcanza valores absurdamente elevados en relación con su valor real (en este caso ni siquiera hay un producto de base). Una vez que el número de inversores que prefieren tomar las ganancias (y vender) supera un determinado umbral, la burbuja estalla y su precio se desploma.
Estás igualita
La burbuja más cercana en el tiempo es la de las primeras empresas conocidas como “punto com”. El índice de firmas tecnológicas Nasdaq creció aproximadamente 200% en 1999, pero a principios del año 2000 muchas de estas compañías quebraron y su mercado se hundió. Una de las sobrevivientes fue Amazon. Su similitud con el patrón que está siguiendo el bitcoin fue destacada por varios analistas. Esta empresa tuvo un crecimiento espectacular en su cotización (se elevó 1.066% al cierre de 1998) y luego apenas logró sobrevivir al crac.
También en la era punto com, muchas empresas sedujeron por su novedad a partir de la incapacidad de muchos inversores de entender el fenómeno. Algo similar sucede con estas criptomonedas, pero, a diferencia de esas empresas innovadoras de la década de 1990, las monedas virtuales no tienen activos tangibles. Así como no sobrevivió la totalidad de las 1.000 punto com que aparecieron en el primer año del boom, se puede deducir que es probable que no todas las criptomonedas existirán dentro de un par de años.
La Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés) advirtió a los inversores sobre el “sustancial riesgo” de perder el dinero invertido en criptomonedas, y denunció que muchas emisiones de estas “no están siguiendo las leyes”. La institución reguladora recuerda que las criptomonedas, a pesar de tratar de reemplazar a las monedas tradicionales, carecen de algunas importantes características de estas, como el respaldo y la responsabilidad de un emisor soberano.
Corea del Sur, uno de los mercados más activos en la inversión en bitcoins (y otras monedas descentralizadas), mantiene su plan de prohibir las plataformas de negociación de criptomonedas y prepara un conjunto de medidas para reprimir el “irracional” auge de la inversión en divisas virtuales. En China, otro de los principales mercados para el bitcoin, los inversores afrontan también una mayor supervisión de sus movimientos.
Semanas atrás, el estadounidense Warren Buffett, uno de los inversores más importantes del mundo, afirmó que las criptomonedas “tendrán un mal final”, aunque aclaró que no sabe cómo ni cuándo sucederá y añadió que no ha invertido en ellas ni planea hacerlo. “Me meto en suficientes problemas con cosas sobre las que pienso que sé algo. ¿Por qué debería arriesgarme en algo de lo que no sé nada?”, ironizó.