“Hay personas que actúan más como representantes partidarios que como representantes del Poder Judicial”, dijo el sábado el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva. “Esas personas no merecen ser juez”, agregó, en una misa en homenaje a su esposa, Marisa Letícia, a un año de su muerte. El homenaje tuvo su costado político no sólo en el discurso de Lula, sino también en la elección del lugar en el que se desarrolló, la sede del Sindicato de los Metalúrgicos de São Bernardo do Campo, donde Lula militó y fundó el Partido de los Trabajadores.
El ex presidente se refirió allí a su esposa y dijo que está “seguro de que ella está acompañando lo que está pasando” y que “desde algún lugar” le dice: “La lucha continúa, no pare, no se desespere”, que “el pueblo brasileño va a vencer y va a conquistar una vez más la democracia”.
Las diferencias entre las posiciones de distintos jueces en torno a Lula quedaron de manifiesto la semana pasada, cuando un magistrado de un tribunal le devolvió el pasaporte. Se lo había retenido otro juez, de primera instancia, bajo el argumento de que podría decidir no volver al país si se le permitía viajar a Etiopía a participar en un encuentro sobre el hambre convocado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. El juez que le devolvió el documento, Bruno Apolinário, consideró que ese viaje era un compromiso profesional pactado tiempo atrás, y que no había “cómo concluir” que el ex presidente pudiera tener planes de huir de Brasil para evitar a la Justicia.