Se ha discutido si la guerra civil en Guatemala comenzó en 1960 o si el punto de quiebre ocurrió un poco antes, en 1954, cuando fue derrocado el presidente Jacobo Árbenz en un golpe de Estado auspiciado por la CIA. Sí, hay consenso en que el conflicto finalizó en 1996 y en que la figura de Efraín Ríos Montt representa el horror que sufrió la población guatemalteca durante esos años.
Después de tres décadas de carrera militar, que incluyó formación en la Escuela de las Américas, Ríos Montt llegó a la jefatura del Estado Mayor General del Ejército en 1973. Pero el general quería gobernar, y dejó el cargo para postularse a la presidencia en 1974. Cuando perdió las elecciones, recordó la BBC, Ríos Montt dijo que había sido víctima de un fraude y responsabilizó en particular a la iglesia católica, que en su opinión estaba llena de “comunistas”. Tiempo después, abandonó el catolicismo y se convirtió en líder de la Iglesia Pentecostal de la Palabra, con sede en Estados Unidos.
Finalmente Ríos Montt logró gobernar. Llegó al poder con un golpe de Estado, en marzo de 1982, y fue derrocado con otro, en agosto de 1983. En esos 17 meses de dictadura se las arregló para llevar adelante una represión brutal. Se cometieron más de 250 matanzas, que implicaron la muerte de unas 25.000 personas, en su mayoría indígenas. Al mismo tiempo, los Tribunales de Fuero Especial, que él puso en marcha, emitían condenas a muerte y promovían las paramilitares Patrullas de Autodefensa Civil.
Mientras los militares reprimían, el dictador predicaba en cadena de radio y televisión, recordó la agencia de noticias Efe. Fue en uno de esos mensajes que Ríos Montt, que se consideraba el “ungido de Dios”, dijo que un buen cristiano manejaba tanto la Biblia como la metralleta.
Más de una década después, en 1999, la Audiencia Nacional de España aceptó la denuncia de la líder indígena Rigoberta Menchú contra Ríos Montt y otros ex altos cargos militares guatemaltecos por genocidio, terrorismo de Estado y torturas. Pero el ex dictador nunca fue extraditado.
Pese a su pasado, seguía participando en política y tenía partidarios en su país. Pudo convertirse en candidato a la presidencia en 2003 y fue electo congresista en 1994 y ocupó ese cargo hasta 2007. Una vez que perdió sus fueros, fue procesado en Guatemala con prisión domiciliaria preventiva, en 2013, esta vez a partir de una denuncia de la Asociación por la Justicia y la Reconciliación, integrada por familiares de las víctimas del terrorismo de Estado. Fue condenado a 80 años de prisión por la matanza de 1.771 indígenas del pueblo ixil, pero el juicio fue anulado por “errores de procedimiento” y se inició un proceso nuevo. Además, se estableció, pese a la protesta de las familias de las víctimas, que este nuevo juicio no podría enviarlo a la cárcel porque sufría demencia senil. Finalmente murió, a los 91 años, sin condena.
Una muestra de los favores de los que disfrutó el dictador fue la reacción del Parlamento, que lamentó su muerte y manifestó su voluntad de rendirle honores. La iniciativa quedó descartada porque la familia de Ríos Montt prefirió despedirlo en una ceremonia “íntima”.
También el gobierno de Jimmy Morales lamentó ayer su muerte. El presidente, que proviene de un partido creado por militares retirados, emitió un comunicado en el que “se solidariza con su esposa e hijos por tan sensible pérdida”.