Para Viktor Orbán, Hungría tiene varios enemigos: los refugiados que llegan a su territorio, las autoridades europeas, que le reclaman al país que los reciba, y el magnate George Soros, que apoya a organizaciones civiles húngaras a las que el primer ministro acusa de organizar la inmigración. Su país tiene que enfrentar todo esto, dar una “guerra”, una “lucha”, sostiene Orbán. Ayer, durante las elecciones, mantuvo este discurso y afirmó que el resultado electoral era una “gran victoria para Hungría”, que podrá seguir defendiéndose como país.

Con 85% de los votos escrutados, los resultados oficiales daban cerca de 50% de apoyo al partido Fidesz, de Orbán, seguido de lejos por el ultraderechista Jobbik, con 20%, y en tercer lugar aparecía una coalición de izquierda liderada por los socialdemócratas, con 12%, informó la agencia de noticias Efe. Así, el primer ministro, de 54 años, tiene asegurado un nuevo mandato, el tercero consecutivo. Orbán ya gobernó de 1998 a 2002, y regresó al cargo en 2010.

Durante sus dos últimas administraciones se aprobó una nueva constitución y leyes muy cuestionadas, como la de medios, conocida como “ley mordaza”. Todo esto fue posible porque el sistema electoral húngaro le permitió en su primer período de gobierno contar con dos tercios de las bancas en el Parlamento aunque sólo había recibido 52% de los votos.

A lo largo de la campaña electoral para las elecciones de ayer, Orbán se concentró en presentar la llegada de refugiados como un problema que enfrenta Hungría; los vinculó con el terrorismo internacional y afirmó que la “nación húngara” y los “valores cristianos europeos” están en riesgo. Días atrás, de visita en Polonia, otro país con un gobierno ultraconservador y nacionalista, afirmó: “El camino y la lucha de los húngaros y los polacos son los mismos, su meta es la de construir y defender nuestro hogar, Europa Central, y mantenerla como nacional y cristiana”. También ayer, cuando fue a votar, habló de la región: “La Unión Europea [UE] no está en Bruselas. La UE está en Berlín, Budapest, Praga y Bucarest”. El gobernante agregó: “Después de que Baviera, Italia, República Checa y Austria declararon que están en contra de la inmigración, ahora es el turno de Hungría”.

El Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas denunció a Hungría la semana pasada por su política hacia los inmigrantes y solicitantes de asilo, marcada por la expulsión automática de aquellos que están en la frontera, a veces de manera colectiva, y por recluir en centros específicos para ellos a los demás por un período indefinido. De acuerdo con Efe, el comité también cuestionó el uso de perros y de disparos de balas de goma, “lo que ha causado graves heridas y, al menos en un caso, la muerte de un solicitante de asilo”, y criticó “el discurso del odio, el racismo y el comportamiento discriminatorio de la Policía”, que también está presente en los medios y en el discurso político.