“La situación tiene varias soluciones, pero no adoptaré ninguna de ellas. No es mi labor. Abandono la oficina del primer ministro”, declaró Serzh Sargsyan ayer, una semana después de que el Parlamento armenio lo eligiera para ocupar ese cargo. Antes, había dirigido el país durante diez años como presidente.

El anuncio llegó en el décimo primer día de protestas masivas en Ereván y otras ciudades de Armenia, en las que miles de manifestantes -convocados por el diputado opositor Nikol Pashinyan- manifestaron su rechazo a lo que consideraron el intento de Sargsyan de perpetuarse en el poder. Los opositores sostienen que, como la Constitución armenia impedía que Sargsyan (del Partido Republicano) pudiera aspirar a un tercer mandato presidencial consecutivo, el político de derecha optó por fortalecer las facultades del primer ministro y postularse a ese cargo. Esto fue posible gracias a la reforma constitucional que impulsó en 2015 y por la que el país pasó de tener un sistema presidencialista a uno parlamentarista.

En el comunicado que difundió ayer, Sargsyan admitió que el movimiento en las calles protestaba contra su figura, reconoció que “Pashinyan tenía razón” y que él “estaba equivocado”, y aseguró que dimitía porque sólo quiere “la paz para el país”.

Sargsyan pidió reunirse con Pashinyan el domingo, para evitar “daños irreparables” en Armenia. Sin embargo, el encuentro fue un fracaso. Unas horas después, el líder opositor y otros parlamentarios fueron detenidos. Esto recrudeció el conflicto y provocó que el centro de la capital armenia se convirtiera en escenario de una de las movilizaciones más grandes que tuvo lugar en el país, al aglutinar a cerca de 160.000 personas, según los convocantes.

Pashinyan -líder de la alianza opositora Yelk (“Salida”, de tendencia liberal)- y los otros parlamentarios opositores fueron liberados ayer, unas horas antes de que Sargsyan anunciara su renuncia. Al llegar a la plaza central de Ereván, colmada de gente que celebraba entre bailes y cánticos, el líder opositor pronunció un discurso en el que dijo que la dimisión del primer ministro era “sólo el comienzo”.

En el lugar de Sargsyan asumió ayer de manera interina el vice primer ministro armenio, Karen Karapetyan, quien confirmó que en los próximos días se reunirá con Pashinyan “para negociar y encontrar una solución” a la crisis política. Entre otras cosas, la oposición acusa al gobierno de no haber erradicado la corrupción en las esferas del Estado y de no tomar medidas para reducir la pobreza, mientras que los multimillonarios controlan la economía del país.