Cinco meses después de las elecciones autonómicas en Cataluña, y luego de tres sesiones de investidura fracasadas, los catalanes podrían celebrar hoy la elección de un nuevo presidente. El candidato a ocupar el cargo es Joaquim Torra, la cuarta opción presentada por los partidos independentistas Junts per Catalunya y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) después de intentarlo sin éxito con Carles Puigdemont, Jordi Sànchez y Jordi Turull.
Torra, de 55 años, fue elegido diputado por Junts per Catalunya en las elecciones del 21 de diciembre. Antes, integró el consejo permanente de la organización Asamblea Nacional Catalana y presidió la asociación Òmnium Cultural, las dos independentistas. El sábado, en una primera votación en el Parlamento catalán, se quedó a dos votos de la mayoría absoluta requerida para ser investido presidente de la Generalitat. Ese día, recabó los 66 votos a favor de Junts per Catalunya y ERC, cuatro abstenciones de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) y 65 votos en contra de Ciudadanos, el Partido de los Socialistas de Catalunya (PSC), Catalunya en Comú-Podem y el Partido Popular.
Hoy se enfrentará a una segunda votación, en la que le bastará la mayoría simple de los votos para convertirse en el sucesor de Puigdemont y poner fin a la aplicación del artículo 155 de la Constitución, mediante el cual el Ejecutivo de España cesó a todos los miembros del gobierno catalán en octubre y asumió competencias de las autoridades regionales. Todo indica que lo logrará porque la CUP, que no sabía si en la segunda ronda mantendría su abstención o votaría en contra de la investidura, confirmó ayer que facilitará la formación de un gobierno encabezado por Torra.
El portavoz del secretariado nacional de la CUP, Lluc Salellas, aclaró que la decisión no significa que su partido apoya a Torra como jefe del gobierno regional –esta organización política sostiene que el presidente tiene que ser Puigdemont porque fue el elegido por el voto de los catalanes–. Sin embargo, Salellas explicó que el contexto político actual “de auténtica represión por parte de un Estado español autoritario” obliga a la CUP a no bloquear esta investidura.
El sábado, ante el Parlamento, Torra insistió en que su gobierno será “provisional”, porque el presidente “legítimo” de Cataluña es Puigdemont, y afirmó que uno de los retos fundamentales de su mandato será restituirlo en el cargo. Por otro lado, aseguró que entre sus principales objetivos están el de lograr la independencia catalana y el de iniciar un “proceso constituyente” que, impulsado por la sociedad civil, culmine con la redacción de una Constitución autonómica.
Torra evitó hacer una descripción detallada de su plan de gobierno, pero resumió sus objetivos en torno a cuatro ejes de actuación: restauración democrática de las instituciones catalanas; cohesión social; políticas de prosperidad económica; e “internacionalización del caso catalán”.
A su turno, los partidos contrarios a la independencia pusieron en duda que Torra pueda liderar un gobierno “para todos los catalanes”, en alusión a una serie de tuits en los que el candidato cuestionó a los catalanes que hablan castellano. La más dura fue la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, quien acusó a Torra de representar “al nacionalismo identitario y excluyente”. Además, la oposición cuestionó que el liderazgo de Torra vaya a ser una réplica del Ejecutivo anterior. En este sentido, el titular del PSC, Miquel Iceta, quiso saber si su presidencia reproducirá la “desobediencia” de la legislatura de Puigdemont o “buscará una solución” para acordar políticas con las fuerzas no independentistas.