Las primeras elecciones parlamentarias que tuvo Líbano en nueve años estuvieron marcadas por una baja participación, de 49%, que se atribuye al escepticismo de la población acerca de lograr un cambio con su voto debido a sucesivas crisis políticas. En Líbano los partidos representan a distintas comunidades que integran el país, y muchos de ellos tienen una fuerte influencia religiosa. La Constitución establece que el presidente debe ser un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán sunita y el titular del Parlamento un musulmán chiita, por lo que los principales cargos surgen de las negociaciones entre los partidos.