El Partido de los Trabajadores (PT) presentó un recurso para solicitarle a la justicia electoral que fuerce a los medios de comunicación a convocar a un representante de su candidato, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, para entrevistas y debates. Lula está preso en Curitiba desde hace más de un mes, pese a lo cual es el favorito de las encuestas, y el PT sigue asegurando que lo registrará como candidato para las elecciones presidenciales del 7 de octubre.

Sin embargo, cuenta con la desventaja de que el dirigente no puede dar entrevistas, liderar actos políticos ni participar en debates. Ante esa ausencia física es que el PT reclama que, para garantizar la igualdad de condiciones en la carrera presidencial, emita una medida cautelar para que las instancias organizadas por los medios que impliquen la presencia de candidatos cuenten con la participación de un representante de Lula, que sería acordado en cada caso por el partido y el medio.

“Lula está en pleno gozo de sus derechos políticos y es el candidato del Partido de los Trabajadores. Además de que aparece en el primer lugar en todos los sondeos electorales, el PT tiene una propuesta programática para el país, por lo que excluirlo de todos los debates electorales también es cercenar el derecho de los votantes a tener pleno conocimiento de las propuestas del partido y del candidato preferido de la población”, asegura el PT en su petición.

No fue la única acción que reafirmó que Lula será el candidato en las elecciones. El propio ex presidente envió una carta a la presidenta del partido, Gleisi Hoffmann, en la que reitera su voluntad de ocupar ese lugar. “Si yo acepto la idea de no ser candidato, estaré asumiendo que cometí un delito. No cometí ningún delito”, dice la carta, en la que agrega que será candidato “hasta que la verdad aparezca y los medios, jueces y fiscales demuestren qué crimen cometí, o hasta que paren de mentir”.

Según fuentes del PT consultadas por medios brasileños, como el diario Folha de São Paulo y la cadena O Globo, la carta es una manifestación de respaldo de Lula a la posición de Hoffmann, que niega cualquier plan B a su candidatura, mientras que otros sectores del PT estarían dispuestos a buscarlo.

Escenario lulista

La detención de Lula, el 7 de abril, no evitó que siga encabezando todas las encuestas, aunque sí redujo su intención de voto en algunos puntos porcentuales, algo que puede atribuirse no sólo a su popularidad y la del PT –que es el partido que cuenta con más respaldo en la política brasileña–, sino también a la multiplicidad de candidaturas que surgen debido a la dispersión de otros bloques ideológicos.

La izquierda prevé presentarse a las presidenciales con otros dos nombres, los del líder del Movimiento de los Trabajadores sin Techo, Guilherme Boulos, y la edila del Partido Comunista Manuela D’Ávila. Pero claramente es Lula el que reúne la mayor intención de voto, de 30% o 31%, según quiénes sean sus rivales.

La situación es distinta en la derecha: hay más de una decena de nombres de candidatos o posibles postulantes que cubren desde la centroderecha hasta la derecha extrema, desde la ecologista y ex ministra Marina Silva hasta el militar retirado y diputado Jair Bolsonaro.

Entre esos dos puntos se mueven varios candidatos vinculados a los partidos que se integraron al gobierno de Michel Temer y lo apoyaron en el Congreso, incluido el del propio presidente. La mayoría cuenta con una intención de voto de 1% o 2%, con excepción del ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, que cuenta con entre 6% y 8% de apoyo, según los candidatos a los que se enfrente. Pero incluso Alckmin es ampliamente superado por Silva, con entre 10% y 15% según el escenario, y Bolsonaro, con entre 15% y 17%.

Con un escenario tan difícil en la búsqueda de lo que los partidos conservadores definen como “un candidato de centro”, los nombres no dejan de surgir y desaparecer. Primero fue el del conductor televisivo de O Globo Luciano Huck, que coqueteó con ser candidato. Después fue el del ex presidente del Supremo Tribunal Federal Joaquim Barbosa, quien se inscribió en el Partido Socialista Brasileño en un acto en el que quedó claro que era un precandidato, pero la semana pasada desistió de participar en las elecciones. Huck llegó a contar con cerca de 10% de intención de voto en las encuestas, pero el respaldo obtenido por Barbosa sorprendió, ya que oscilaba entre 8% y 16%.

Los análisis de las encuestas y la opinión de cientistas políticos consultados por medios brasileños indican que los más beneficiados por la salida de Barbosa serán Bolsonaro y Silva, por dos argumentos bien diferentes. Si bien Bolsonaro está vinculado con la política desde hace varios años, se lo sigue viendo, por sus posiciones radicales, como una figura externa, un terreno en el que también competía Barbosa. En el caso de Silva, la contienda era más bien ideológica: ambos defienden una gestión despolitizada, tienen un discurso que hace hincapié en combatir la corrupción, y posiciones conservadoras en lo referente a asuntos como el aborto legal o el matrimonio entre personas del mismo sexo.