Casi todo lo que se consume hoy en día viene en el interior de un envase de plástico. No importa el contenido, el tamaño o la consistencia; prácticamente todo puede conservarse adentro de una botella, una bolsa, un recipiente, una bandeja, un vaso, un sachet. Es un material muy útil, además, en la medicina, el transporte, la ropa, la ingeniería o la construcción, por poner algunos ejemplos.

El problema es que la mayoría de los productos de plástico ‒en especial los desechables‒ pueden demorar años e incluso siglos en degradarse, porque están hechos para durar. El año pasado, un estudio del ecologista industrial Roland Geyer, de la Universidad de California, concluyó en que, hasta esa fecha, se habían producido 8.300 millones de toneladas de plástico en el mundo. De ese número, unas 6.300 millones de toneladas ahora son residuos, y 79% de ellos se encuentra en vertederos o en el entorno natural.

Una gran parte termina en los océanos y mares, algo que contamina los ecosistemas marítimos y mata a muchas especies. Los expertos lo advierten desde hace años: si no se adoptan alternativas sustentables, va a llegar un momento en el que, en vez del agua, nos va a tapar el plástico.

El plástico es versátil, puede ser una gran solución por razones higiénicas y es barato. Esto hace que sea muy difícil deshacerse de este material por completo. Sin embargo, se puede optar por alternativas y hábitos más amigables con el medioambiente, sobre todo para suplir a aquellos productos que se usan una sola vez y se tiran a la papelera.

Esta alerta ecológica llegó hace meses al corazón de la Comisión Europea (CE), que después de tomarse un tiempo para confeccionar una estrategia, presentó la semana pasada un paquete de medidas para reducir la producción de plásticos y la contaminación provocada por el vertido de algunos productos en mares y océanos. La medida se plantea tres años después de que la Unión Europea (UE) puso en marcha la prohibición del uso de bolsas de plástico en los comercios.

Para lograr su nuevo objetivo, Bruselas propone prohibir determinados productos de plástico que se suelen utilizar una sola vez y para los cuales existen alternativas “disponibles y accesibles económicamente”, según plantea el proyecto de ley comunitaria. La lista de productos incluye cotonetes, cubiertos, platos, pajitas, palitos para revolver las bebidas, varillas de globos, tanza y otros elementos de pesca. Respecto de estos últimos, la CE pide que sus fabricantes asuman parte de los costos de su recogida en los puertos, así como su transporte y tratamiento. Estos materiales representan, de acuerdo al organismo europeo, 27% de los residuos de las playas.

El paquete de medidas también propone que los fabricantes de los otros productos ayuden a cubrir parte de los gastos de gestión y limpieza de desperdicios, así como que participen en campañas de concientización sobre el uso de productos de plástico descartables.

La iniciativa de la CE deberá ser ahora analizada por el Parlamento Europeo y el Consejo de Ministros de la UE. De aprobarse, todos los productos que aparecen en la lista tendrán que ser fabricados “exclusivamente” con materiales “sustentables”.

“No quiero que se entienda mal: estos productos no desaparecerán, sólo se fabricarán con otros materiales”, insistió el vicepresidente primero de la CE, Frans Timmermans, durante la presentación del proyecto.

La meta que persigue el organismo europeo es reducir a la mitad los residuos de estos productos con el objetivo de evitar daños sobre el medioambiente que, para 2030, supondrían costos de unos 265.000 millones de dólares y la emisión de 3,4 millones de toneladas de dióxido de carbono.

Además de la prohibición de los productos específicos, la estrategia pretende que los envases de plástico para bebidas sólo estén permitidos si el diseño permite que las tapas sigan adheridas al resto del producto. Bruselas también establece como obligación que los países miembros del bloque recolecten 90% de las botellas de plástico descartables de acá a siete años.

El proyecto de la CE propone, al mismo tiempo, introducir nuevos requisitos de etiquetado de toallitas femeninas y otros productos sanitarios para informar sobre su impacto en el medioambiente.

“Los plásticos de un solo uso no son una opción inteligente desde los puntos de vista económico y ambiental, y las propuestas que se presentan hoy ayudarán a las empresas y a los consumidores a evolucionar hacia alternativas sustentables. Europa tiene la oportunidad de asumir el liderazgo”, resumió la semana pasada el vicepresidente de la CE para el Empleo, el Crecimiento y la Inversión, Jyrki Katainen. El funcionario aclaró además que si bien la propuesta no contempla un impuesto sobre el plástico, el organismo “considera” la posibilidad de avanzar en esa dirección.

El organismo europeo apuesta a que su plan “inspire” un cambio en el resto del mundo. En este sentido, el texto del proyecto afirma: “Mientras la UE hace sus propios deberes, colaborará con socios de todo el mundo para encontrar soluciones mundiales y desarrollar normas internacionales”.

Por ahora, el único país de la UE que tomó medidas al respecto fue Francia, cuando en 2016 aprobó una normativa para prohibir los cubiertos de plástico. En su momento, el gobierno francés defendió la decisión porque estos objetos están elaborados principalmente con polipropileno o poliestireno, dos compuestos cuya descomposición de forma natural es prácticamente imposible.

Antes de que entrara en vigor la iniciativa francesa, 1.600 millones de cubiertos de plástico eran incinerados por año, mientras 2.400 millones eran enviados directamente al vertedero, donde tardan más de cinco siglos en degradarse, según datos de la Asociación de Salud Medioambiental de Francia.

Está bien, pero no alcanza

Varias organizaciones medioambientales celebraron la propuesta de la CE, aunque consideraron que es necesario ampliar las prohibiciones a otros productos que se abandonan en el medio natural o urbano, como los envases de alimentos, los encendedores y las maquinitas de afeitar.

Algunas de ellas, como el Foro Mundial para la Naturaleza, reclamaron que la problemática de los plásticos se aborde de manera global. En esta línea, su secretario general, Juan Carlos del Olmo, dijo a la agencia Europa Press que la organización pide la creación de “una especie de Acuerdo de París” ‒el pacto global sobre el cambio climático firmado en 2016‒, porque muchos de los residuos que se alojan en el mar Mediterráneo provienen de países que no forman parte de la UE.

Otros activistas afirmaron que dejar en manos de cada país la consecución del objetivo de recoger 90% de las botellas de plástico es “una irresponsabilidad y una quimera”, como dijo a Europa Press el responsable de Residuos de Ecologistas en Acción, Carlos Arribas. A su entender, los países “han demostrado ser ineficaces, ya que llevan actuando durante más de 20 años y la contaminación no cesa”.

En un sentido similar se manifestó Greenpeace: “Las recomendaciones son demasiado genéricas a nivel cuantitativo y dejan en manos de cada país la cuestión numérica de cuánto se termina reduciendo”. Además, la organización criticó que el proceso de revisión que se ha establecido para evaluar esta propuesta ‒que probablemente dure seis años‒ es “demasiado largo”.

Por otro lado, Greenpeace pidió medidas “más ambiciosas” y consideró que la lista de plásticos prohibidos debería ampliarse con el tiempo, como si fuera un “documento vivo”.

La isla de la basura

Más allá del alcance que le quiera dar la CE a su estrategia, la contaminación de las aguas es un problema global porque todo el mundo utiliza el plástico. Y, claro, todo el mundo lo desecha. Sin embargo, afecta más o menos a cada país en función de los distintos niveles de consumo y las políticas públicas que lo regulen, y también influyen las corrientes marítimas. Por eso, el pedido de que la problemática se aborde de manera global no es inocente.

Una investigación publicada en marzo por la revista científica estadounidense Nature reveló que la concentración de plásticos en los océanos está aumentando de manera “acelerada” y alimenta la “isla” de basura ubicada en el océano Pacífico. Este es el punto donde la acumulación de basura marítima es más grande y está ubicado entre Hawái y California.

De acuerdo con el estudio, liderado por el oceanógrafo neozelandés Laurent Lebreton, esta masa de residuos ocupa 1,6 millones de kilómetros cuadrados ‒es decir casi tres veces el tamaño de Francia, como para comparar‒ y contiene cerca de 80.000 toneladas de plástico. La última vez que se realizó esta medición, la cifra era 16 veces más baja. Sumado a esto, los investigadores descubrieron que la isla “se está moviendo” más de lo que se esperaba.

El trabajo científico ‒que se elaboró a lo largo de tres años‒ descubrió otros datos bastante abrumadores acerca de la “isla de basura”, como es conocida, y de la cantidad “impactante” de plástico que concentra. El más sorprendente es que los materiales plásticos constituyen 99,9% de todos los residuos que se concentran en esa parte del Pacífico. También reveló que, aunque la mayoría de los desechos que encontraron los expertos estaban fragmentados, también había un número reducido de objetos enteros, como botellas, tapas, cintas de embalar, cuerdas y redes de pesca.

Otro hallazgo interesante, que muestra lo lenta que es la descomposición de los plásticos, es que en 50 objetos rescatados pudo leerse la fecha de producción: uno era de 1977, siete de los años 80, 17 de los 90, 24 de la década de 2000 y uno de 2010.

Lebreton concluye el informe asegurando que la situación de contaminación por los plásticos “está empeorando”. El diputado Florent Marcellesi, que integra la bancada del grupo ecologista Los Verdes en el Parlamento Europeo, fue un poco más lejos y afirmó, después del anuncio de la CE, que “sin un cambio de política, en el año 2050 habrá en los océanos más plástico que peces”.