El color verde, los pañuelazos y una consigna: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Los tres elementos, solos, podrían resumir lo más simbólico del debate que se instaló en Argentina y que invadió páginas, pantallas y calles en los últimos meses.
El proyecto de ley que busca despenalizar y legalizar la interrupción voluntaria del embarazo se debate hoy en la Cámara de Diputados, en una sesión que empieza a las 11.00 y que podría llegar a extenderse durante 20 horas. Aunque después deberá tratarlo el Senado, lo que sucederá en ese recinto no tiene precedentes, porque es la primera vez en la historia del país que la iniciativa logra pasar a trámite parlamentario, después de seis intentos y siete años de espera.
La situación que se desarrollará puertas afuera no es menos importante: está previsto que continúen las movilizaciones que mujeres de edades, niveles socioeconómicos, profesiones, creencias, colectivos y orientaciones sexuales diferentes lideraron en las semanas previas. “Ni una muerte más por aborto clandestino” es una de las consignas que se renuevan en cada agite de puños y pañuelos.
En la base del reclamo por el aborto legal está el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos, en un país en el que se realizan entre 370.000 y 520.000 abortos al año –según datos de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito–, muchos de ellos en condiciones de clandestinidad que ponen en riesgo la vida de la persona gestante. Es una batalla vieja, pero que adquirió nuevas dimensiones en un contexto regional en el que las reivindicaciones de los colectivos feministas están en pleno auge.
El texto de la ley, que toma como base el que fue propuesto por la Campaña Nacional, establece que toda mujer tiene derecho a pedir la interrupción de su embarazo dentro de las primeras 14 semanas de gestación o, más allá de ese plazo, si corre riesgo la vida o la salud de la mujer, por inviabilidad de vida extrauterina del feto o si el embarazo es producto de una violación. Eso es lo que está en juego.
El dictamen del proyecto fue aprobado ayer por el plenario de comisiones de Diputados con 64 votos a favor y 57 en contra. El documento tuvo modificaciones de último momento respecto de la propuesta original, entre las que se destacan la responsabilidad de los médicos en los casos de mala praxis y la confidencialidad de todos los datos recabados en la práctica.
La semana pasada, las cuatro comisiones de diputados que trataron el proyecto –Legislación General, Familia y Mujer, Salud y Legislación Penal– ya habían redactado un dictamen preliminar en el que incluyeron la creación de un registro de objetores de conciencia en el que podrán inscribirse los médicos pero no los centros de salud. Estos últimos siempre deberán garantizar la práctica y sólo podrán derivar casos ante determinadas excepciones.
Horas inciertas
Anoche, el resultado de la votación en Diputados se pronosticaba incierto, y la duda aumentaba porque muchos legisladores seguían indecisos. El diputado oficialista Daniel Lipovetzky, presidente de la Comisión de Legislación General de la cámara baja, dijo de tarde que la brecha entre quienes votarían a favor y en contra del proyecto era “de uno o dos”, y que “prácticamente” había “un empate técnico”. En declaraciones a Radio Continental, Lipovetzky agregó que el proyecto “se aprueba con mayoría simple y eso depende de cuántos diputados estén en el recinto al momento de votar”, por lo que “uno o dos votos no marcan diferencia”. Describió a la vez el clima a la interna: “Hay mucha tensión, mucho nerviosismo, mucha ansiedad”.
El diputado admitió, por otro lado, que muchos legisladores han sufrido “presiones” de diferentes sectores para que cambien su voto, tanto a favor como en contra del proyecto de ley. El propio Lipovetzky, que ya expresó su respaldo a la despenalización, denunció una “campaña sucia” en su contra. “Se metieron con mi vida personal con mentiras, dijeron que yo había contratado una persona que nunca fue mi asesora. Lo instalaron en las redes e intentaron viralizarlo”, contó esta semana en la radio Millenium.
Las redes sociales se han transformado en la plataforma más utilizada para recurrir a estas estrategias de “persuasión”, ya que permiten enviar mensajes de manera anónima. Una diputada favorable al aborto legal advirtió ayer al diario La Nación: “Asesino es lo más suave que te dicen [...] Junto a fotos y videos de fetos descuartizados por abortos te acusan de nazi, de genocida. Es una barbaridad”.
En tanto, el periodista Óscar Correa, de la provincia de Salta, dijo ayer en Twitter que los diputados locales favorables a la despenalización del aborto han recibido mensajes como “sabemos dónde vivís”, “sabemos por dónde andan tus hijos” y “ojo con lo que vas a hacer”. Además, informó que las calles de la capital salteña están empapeladas con afiches en los que, junto a la imagen de una pistola, se lee: “Abortar es matar. Que el pañuelo verde no te tape los ojos”. Correa recordó que, de acuerdo con datos divulgados por el jefe de Gabinete argentino, Marcos Peña, Salta es la provincia que registra la mayor tasa de abortos en el país.
Del otro lado de la cancha también han denunciado amenazas e intimidaciones. Una diputada de Cambiemos contraria al proyecto aseguró en declaraciones a La Nación: “Todos los días recibo mensajes en mi correo electrónico diciéndome que soy una asesina, que quiero que sigan muriendo mujeres pobres por aborto. Es un bombardeo constante”.
Una marea verde
El proyecto para legalizar y despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo llega a los ojos de los diputados unos días después de que finalizaron las audiencias públicas en las que, durante dos meses, médicos, abogados, activistas, estudiantes, artistas, periodistas y representantes de la sociedad civil expusieron sus posturas a favor y en contra.
En líneas generales, los expositores favorables a la legalización argumentaron que el aborto ya existe, por eso el debate no gira en torno al binomio “aborto sí / aborto no”, sino que se trata de decidir por “aborto legal o aborto clandestino”. La despenalización de la práctica, defienden, da garantías a las mujeres de que sus vidas y su salud no corren peligro.
Por el contrario, quienes se manifiestan en contra del aborto afirman que la vida de una persona empieza desde la concepción, por lo que abortar implica “matar” a un ser humano. Esta es la postura que apoya el centenar de organizaciones civiles que, nucleadas en el movimiento Unidad Pro Vida, también han organizado marchas en los últimos meses.
Las audiencias públicas en el Congreso consolidaron un debate que logró un alcance inédito tanto en las calles como en las redes sociales. El grito colectivo, que iniciaron organizaciones feministas y mujeres independientes, incentivó la reflexión de distintos actores sociales y políticos y alentó a muchas mujeres a contar sus experiencias personales con respecto al aborto. En los salones de clase, en los lugares de trabajo y en los espacios públicos el pañuelo verde de la Campaña Nacional se convirtió en un símbolo. Esté atado al cuello, a la muñeca o a la mochila, el pedazo de tela se convirtió en una señal de complicidad y de lucha compartida.
La discusión llegó incluso al prime time de la televisión argentina. Se habló del aborto hasta en los programas de chimentos y también acaparó los discursos de la última ceremonia de los premios Martín Fierro. En esto tuvo mucho que ver el trabajo y activismo de decenas de actrices argentinas que se organizaron y se agruparon para sumarse al reclamo. El punto máximo de esta labor tuvo lugar esta semana, cuando lograron que dos de los conductores con más llegada al público argentino, Susana Giménez y Marcelo Tinelli, se pronunciaran públicamente a favor de la despenalización del aborto. “Nadie va a obligar a nadie a hacerse un aborto si no quiere, y quien, desesperada, tome esa decisión va a poder hacerlo en condiciones humanas e higiénicas. Esta pelea es más que nada para proteger a las mujeres de menos recursos que recurren a lugares horrorosos o a métodos caseros sumamente peligrosos corriendo riesgos enormes”, dijo Giménez. Tinelli, por su lado, tuiteó: “El aborto existió hoy y siempre. Con dolor, en silencio, las mujeres abortan clandestinamente en condiciones aberrantes. Muchas mueren. Hoy podemos cambiar la historia”.
La movilización llegó esta semana incluso a colegios y universidades, en donde fueron convocadas anoche vigilias y otras actividades en apoyo a la ley. En total, 14 liceos fueron ocupados por estudiantes así como dos facultades de la Universidad de Buenos Aires. Los liceales también reclaman, específicamente, que no se elimine el artículo de la ley que habilita a niñas y adolescentes a abortar sin autorización de sus padres.
Más allá de lo que voten hoy los diputados, lo que logró el movimiento por el aborto legal en Argentina ya hizo historia. No hay marcha atrás. Las mujeres que lo encabezan –en su mayoría jóvenes– no sólo desafiaron las leyes y normas que limitan sus derechos sexuales y reproductivos sino que, además, generaron un debate y una movilización masiva que promete no quedarse entre las paredes del Congreso.
Si el proyecto llega a obtener hoy la media sanción de la cámara baja, pasará inmediatamente a manos del Senado, donde se estima que los votos en contra serán mayoría. La campaña verde deberá redoblar la apuesta.
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