En un patio con banderas de Corea del Norte y de Estados Unidos, en el hotel Capella, en Singapur, comenzó anoche la cumbre entre el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente estadounidense, Donald Trump. Los dos gobernantes se dieron allí un largo apretón de manos, parados sobre una alfombra roja, y un momento después, en el interior del hotel, volvieron a posar para las cámaras.

Trump se declaró confiado en el “éxito tremendo” que tendría el encuentro y en que va a desarrollar “una relación estupenda” con el líder norcoreano. A su vez, Kim manifestó: “No ha sido fácil llegar hasta aquí; ha habido muchas viejas prácticas, prejuicios y obstáculos en nuestro camino hasta aquí, pero hemos superado todo eso”.

Su encuentro, en la isla Sentosa, fue resultado de meses de negociaciones y ha sido llamado “la cumbre del siglo” por el impacto que podrían tener fuera de sus países las decisiones que tomaran los dos gobernantes. El principal reto era llegar a un acuerdo sobre la desnuclearización de la península de Corea que contemplara los intereses y demandas de las dos partes.

Para Trump los 40 minutos que duró el encuentro, que comenzó a las 9.00, hora de Singapur (22.00 de Uruguay), eran más que suficientes: el sábado, después de la cumbre del G7, había asegurado que sólo iba a llevarle “un minuto” darse cuenta si Kim quería negociar “en serio”.

Washington y Pyongyang eligieron Singapur como punto de encuentro por su “neutralidad” –mantiene relaciones diplomáticas con los dos países– y su “seguridad” –cuenta con uno de los ejércitos más armados de Asia–, según explicó la Casa Blanca. Como garantía extra, Singapur no permite protestas públicas salvo que tengan una autorización previa.

En la reunión cara a cara, no participaron asesores políticos ni integrantes de los equipos de los dos gobiernos. Trump y Kim sólo estuvieron acompañados por sus respectivos traductores, un factor que hacía más impredecible la primera reunión entre dos líderes que hace tan sólo unos meses mantenían un fluido intercambio de amenazas e insultos.

“Creo que este encuentro llevará a la paz”, dijo Kim una vez que terminó la cumbre, mientras ambos mandatarios mantenían una reunión de trabajo en la que participaron las delegaciones de los dos países. El presidente estadounidense lo escuchaba y asentía. “Lo resolveremos, seremos exitosos. Y espero encontrarme nuevamente con usted”, dijo Trump. Los calendarios oficiales marcaban el retorno de los mandatarios a sus países para unas horas después.

Poco antes del encuentro, las delegaciones de los dos países continuaban negociando en Singapur con el propósito de conseguir un acuerdo sólido en torno a que Corea del Norte abandonara su arsenal nuclear. El método de ese desarme y los plazos que tendrá que manejar Pyongyang eran los dos componentes que más podían complicar las negociaciones.

El gobierno de Kim mostró su disposición a abandonar sus armas nucleares durante la cumbre que las dos Coreas celebraron el 27 de abril en su frontera, pero advirtió que no quiere que se le imponga una fórmula unilateral y prefiere un proceso de desarme progresivo. A su vez, Washington ha insistido en que su exigencia irrenunciable es alcanzar una desnuclearización “completa, verificable e irreversible”, si bien en los últimos días ha abierto la puerta a un proceso “por fases”.

Pocos analistas creen que Pyongyang esté verdaderamente dispuesto a renunciar de manera irreversible a un programa nuclear al que le dedicó varias décadas y una innumerable cantidad de recursos económicos. Si accede a hacerlo, tendrá que acordarlo a cambio de concesiones importantes.

Además, deshacerse del programa también cuesta caro. Un estudio de la Universidad Kookmin de Seúl calculó que los costos directos e indirectos rondarían los 20.000 millones de dólares. Esta suma incluiría, entre otras cosas, el desmantelamiento de las bombas y de las instalaciones atómicas, y la construcción de dos reactores nucleares para producir electricidad.

Para completar el proceso hará falta al menos una década, si no surgen imprevistos, según estimó el Centro para la Seguridad Internacional y la Cooperación de la Universidad de Stanford en un informe reciente.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, dijo ayer en una conferencia de prensa que si bien era “muy optimista” sobre los resultados de la cumbre, esta es sólo el inicio de un proceso. Agregó: “Estas conversaciones establecerán un marco para el difícil trabajo que vendrá después”.