Las últimas décadas mostraron cambios importantes en la composición del elenco partidario, tanto en nuestro país como en la región. En Uruguay se observa, desde principios de este milenio, una modificación en los mecanismos de reclutamiento de la élite política uruguaya –históricamente diversos y con participación de clases altas y medias-altas urbanas– junto a una transformación de las bases sociales de legitimidad de los nuevos elencos.
Los empresarios en la política en Uruguay en tiempos de cambio (2000-2015) es un trabajo aún inédito al que accedió la diaria, del sociólogo y doctor en Ciencia Política Miguel Serna y el magíster en Sociología Eduardo Bottinelli. Los investigadores, que vienen trabajando el tema en escala nacional y regional (ver ladiaria.com.uy/USJ y ladiaria.com.uy/USK) buscaron comprender los grados de participación de empresarios, así como los impactos del denominado “activismo político empresarial”, mediante el estudio de trayectorias biográficas de 375 parlamentarios e integrantes de gabinetes de gobierno de 2000 a 2015.
Una de las primeras novedades encontradas es la convergencia entre grupos políticos dirigentes y élites económicas desde dos direcciones opuestas. Por un lado, la inclusión de dirigentes provenientes del ámbito sindical y de las redes asociativas de economía social de la sociedad civil, así como de pequeños empresarios y emprendedores provenientes de clases medias urbanas y rurales. Por otro, la convergencia de acuerdos estratégicos con grupos empresariales multinacionales en sectores agropecuarios –ganadero, forestal, cerealero–, que van “moderando y mediando el conflicto entre capital y trabajo”, al tiempo que “mantienen los incentivos fiscales al capital y a la inversión directa del capital extranjero”.
Los datos muestran algunas diferencias notorias entre el Frente Amplio (FA) y los partidos tradicionales: en 2000, 37% de los diputados frenteamplistas y 9% de los senadores de esa fuerza política eran principalmente trabajadores asalariados; en 2010, 30% y, considerando también a los ministros, 19%, respectivamente. En contraposición, en 2000, la proporción de profesionales universitarios entre los diputados blancos y colorados fue de 50%, y entre los senadores y ministros, 60%. En 2010, los porcentajes fueron 34% entre los diputados y 39% entre los senadores. En términos generales, se detectó 20,2% de políticos empresarios, lo que indica una clara “sobrerrepresentación”, ya que se trata de “una proporción tres veces mayor a la que ocupan en el conjunto de la población”, señalan los autores.
Pese a los cambios de relación de fuerzas electorales en el período, la presencia general de empresarios en la política se ha mantenido estable, entre 19,5% y 21,3%, aunque la participación por partido muestre algunas diferencias relevantes: la proporción en el FA (13,9%) es la más baja; en el Partido Nacional (PN), la más alta (32,3%), y en el Partido Colorado (PC) está en el medio (22,4%).
Las variaciones por partido en las cuatro elecciones nacionales consideradas también permiten extraer algunas conclusiones. En el caso del FA, la cantidad de empresarios-políticos en los cargos ha oscilado entre 14,3% y 16,5%, con una proporción mayor en el primer período de gobierno (2005-2010) y en el siguiente (2010-2015) –elemento “no menor” para los autores–. En el PC, los dos períodos en los que el partido obtuvo la mayor cantidad de cargos –2000-2005 y 2005-2010– muestran a la vez la participación más elevada de empresarios, en el entorno de 24%, y en los dos con niveles más bajos de votación –2010-2015 y de 2015 a la fecha– hay un descenso de alrededor de 18%. En el caso del PN, se aprecia en los dos primeros períodos una proporción estable de empresarios en los cargos políticos considerados, de alrededor de 25%, que asciende en los dos siguientes, pasando a casi 30% en 2010-2015 y a 34% de 2015 a la fecha.
La distribución de los distintos tipos de empresarios dentro de cada partido también da cuenta de algunos “patrones históricos claros”. El PN, además de ser el que tiene mayor presencia empresarial, muestra una alta proporción de productores rurales: del mencionado 32% de empresarios, más de la mitad (18%) son rurales. En el PC se aprecia la histórica vinculación con el empresariado urbano. Y en el FA una distribución un poco más diversa, dividida en partes iguales entre productores rurales, empresarios urbanos, comerciantes y managers.
Un análisis de correspondencias múltiples permitió identificar algunos perfiles diferenciados de grupos políticos dirigentes, que coinciden con la percepción intuitiva habitual. Aquellos con mayor profesionalización política y niveles más altos de capital económico se encuentran más próximos a posiciones político-ideológicas identificadas con la derecha y la centroderecha. El perfil de profesional universitario con alto capital cultural se acerca más al espacio ideológico de centroizquierda. Y los provenientes de ocupaciones más “tribunicias” –como la de docente–, así como los trabajadores no calificados y cooperativistas, se asocian en mayor medida con la izquierda; también se observa “cierta proximidad” de este último grupo con organizaciones sociales vinculadas a los gremios de trabajadores, de la educación y defensoras de los derechos humanos.