“No en nuestro nombre”, fue una de las frases que más se leyeron el fin de semana en las pancartas que miles de personas agitaron por 750 ciudades de Estados Unidos para exigirle a su presidente, Donald Trump, que frene una política migratoria que consideran “inhumana” y “discriminatoria”.

Las protestas nacieron de la indignación que generó en el país –y en el resto del mundo– la imagen de niños inmigrantes llorando y encerrados en jaulas tras ser separados de sus padres en la frontera con México, una de las consecuencias de la política de “tolerancia cero” que impulsó en abril el gobierno estadounidense. La estrategia implicaba el procesamiento penal de los adultos que cruzaran la frontera de manera irregular y la detención de sus hijos por separado.

Ante el revuelo que causó, el gobernante terminó dando un paso atrás y hace dos semanas ordenó frenar la separación de las familias para, en cambio, detenerlos a todos juntos. Sin embargo, en la práctica, la situación no ha cambiado de manera sustancial. Según las cifras oficiales, 538 niños han podido reencontrarse con sus padres en los últimos diez días, pero más de 2.000 permanecen solos en los albergues estatales.

El sábado, bajo el lema “Las familias deben estar unidas”, los manifestantes exigieron a Trump que reúna a esos niños con sus padres e impulse una política que deje de criminalizar a los inmigrantes indocumentados. La protesta más masiva fue la de Washington, que, de acuerdo con los grupos organizadores, reunió a más de 30.000 personas frente a la Casa Blanca. Pero Trump no estaba ahí: casualmente, o no, pasó el fin de semana en un club de golf que posee en Nueva Jersey.

En las distintas ciudades, los manifestantes escucharon discursos de personalidades famosas, así como de políticos demócratas que se sumaron a las movilizaciones, en plena campaña para las elecciones legislativas que tendrán lugar en noviembre.

En Boston, la senadora demócrata Elizabeth Warren advirtió: “Este momento representa una crisis moral para nuestro país”. Unos kilómetros más al sur, en Atlanta, el congresista demócrata John Lewis, uno de los líderes del movimiento por los derechos civiles de los años 60 en Estados Unidos, pidió a los manifestantes que generen “problemas” al gobierno de Trump para forzarlo a terminar con la “tolerancia cero”. Y lamentó: “El mundo está llorando con nosotros”.

Cuando ya empezaban a mermar las movilizaciones, y sin hacer ni una mínima mención a ellas, el mandatario volvió a insistir sobre la propuesta de deportar “inmediatamente” a los inmigrantes que entran ilegalmente al país sin darles la oportunidad de exponer su situación ante un juez. “Cuando la gente entra ilegalmente en nuestro país, debemos inmediatamente devolverlos afuera sin pasar por años de maniobras legales. Nuestras leyes son las más tontas de todo el mundo”, escribió en Twitter.

De implementarse, la propuesta de Trump violaría el principio de debido proceso que establece que los inmigrantes detenidos tienen derecho a comparecer ante un juez, quien decide si deben ser expulsados o si pueden presentar una petición de asilo.