El gobierno turco ordenó ayer el despido de 18.632 empleados estatales, en su mayoría militares y policías, por mantener supuestos vínculos con “organizaciones que amenazan la seguridad del Estado”. El decreto está amparado por el estado de emergencia que el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, decretó luego del fallido golpe de Estado de julio de 2016.
En total, casi 9.000 policías y 6.000 militares fueron despedidos, así como unos 1.000 empleados del Ministerio de Justicia y alrededor de 650 profesores. Además, 12 asociaciones, tres diarios y un canal de televisión fueron clausurados por el decreto, probablemente el último que el gobierno ordena bajo el estado de emergencia.
Las expulsiones forman parte de la intensa purga que inició el gobierno turco hace dos años para desterrar del sistema público a simpatizantes del líder religioso y político Fethullah Gülen, exiliado en Estados Unidos y al que Erdogan acusa de haber instigado el intento de golpe. Desde ese entonces, unos 130.000 funcionarios han sido despedidos de su trabajo. Otras miles de personas se encuentran también detenidas, muchas todavía a la espera de juicio.
Organizaciones defensoras de los derechos humanos cuestionaron estas purgas masivas por considerarlas “arbitrarias”, ya que se disponen bajo acusaciones genéricas. Además, según denunció Amnistía Internacional, los funcionarios despedidos están condenados a la “muerte profesional”, porque se les impide trabajar para el Estado de por vida y difícilmente encuentran empleo en el sector privado por la mancha que supone que sean personas señaladas como “enemigos políticos”.
Se prevé que el estado de emergencia termine hoy, cuando Erdogan asuma la presidencia una vez más. Eso prometió durante la campaña para las elecciones del 24 de junio, que se convocaron de manera anticipada, y en las que ganó. Este mandato, sin embargo, será diferente. El líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo tendrá más poder en sus manos, ya que hoy entra en vigencia el nuevo sistema presidencialista, por el cual Erdogan asumirá las funciones de jefe de Estado y de jefe de gobierno. Se convertirá así en el mandatario más poderoso de Turquía desde que Mustafa Kemal Atatürk fundó la república, en 1923.
De ahora en más, el presidente–que gobierna Turquía desde 2002– podrá elegir a los miembros del gobierno y otros funcionarios públicos sin tener que esperar por la aprobación del Parlamento, entre otras potestades.