El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aterrizó ayer en Helsinki, ciudad en la que hoy mantendrá la primera cumbre con su par ruso, Vladimir Putin, desde que llegó a la Casa Blanca. Ambos tuvieron dos oportunidades de conversar en el pasado, pero en encuentros informales.

Trump llegó a la capital finlandesa después de una polémica visita a Reino Unido. Allí, en medio de masivas protestas callejeras en su contra, se atrevió a aconsejarle a la primera ministra británica, Theresa May, que demandara a la Unión Europea en lugar de negociar los términos del brexit, reveló ayer la mandataria en declaraciones a la cadena BBC. Más tarde, calificó al bloque europeo de “enemigo”.

La cumbre con Putin se desarrollará en un momento en el que las relaciones entre sus países no están en los mejores términos, por múltiples desacuerdos en materia de política exterior y por las dudas que sigue generando la supuesta injerencia de Rusia en las elecciones en las que Trump resultó ganador. Se espera que esta cuestión, que involucra a varias personas del entorno del mandatario estadounidense, y que el Kremlin continúa negando, sea uno de los puntos centrales del encuentro bilateral.

En una entrevista emitida ayer por la cadena estadounidense CBS, Trump dijo que le volverá a “preguntar” a Putin si Moscú interfirió en las elecciones de 2016, aunque sin insistir demasiado al respecto.

El viernes aumentó la tensión sobre esta cuestión cuando el fiscal especial que investiga la interferencia de Moscú en las elecciones, Robert Mueller, imputó a 12 agentes de inteligencia rusos por el supuesto robo de datos al equipo de la rival electoral de Trump, Hillary Clinton.

El asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, John Bolton, dijo ayer a la cadena ABC que esa decisión judicial “fortalece” la “mano negociadora” de Trump y “demuestra que la Justicia estadounidense es consciente de los esfuerzos rusos para interferir en las elecciones”. Agregó: “Creo que ahora el presidente puede poner esto encima de la mesa y decir: esto es un tema serio”.

Sin embargo, el mandatario estadounidense reconoció ayer en la entrevista con la CBS que iba a la cumbre “con pocas expectativas”, si bien consideró que “nada va a salir mal” e, incluso, “quizá salga algo bueno”.

Putin, en cambio, parece asistir al mano a mano con objetivos más claros. El principal, según adelantó su gobierno, es hacerle entender a Trump que Rusia no es una amenaza para su país. “La tensión actual no tiene fundamentos objetivos. La Guerra Fría hace mucho que terminó. La época de la aguda confrontación ideológica de la Unión Soviética y Estados Unidos es cosa del pasado”, dijo ayer Yuri Ushakov, asesor de Putin.

El jefe del Kremlin también hará “propuestas concretas” para mejorar la cooperación económica entre ambos países, aseguró Ushakov. A Rusia le preocupan, en particular, las sanciones directas de Washington, que no sólo dañan la economía del país, sino que además fuerzan a que terceros países se sometan también a ellas, lo que amenaza sectores y empresas estratégicas para Moscú.

Por eso, Putin intentará convencer a Trump de que deje de presionar a Alemania y a otros países europeos para que renuncien a aumentar sus compras de gas ruso y cancelen el proyecto del gasoducto Nord Stream II por el fondo del mar Báltico. “En nuestra opinión, es una cuestión de libre competencia económica. La postura estadounidense nos parece contradictoria con las reglas del comercio internacional”, dijo al respecto Ushakov.

Por otro lado, algunos expertos esperan que los líderes avancen en un posible acuerdo para renovar durante cinco años más el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, que expira en febrero de 2021. Es probable que, además, ambos presidentes busquen acercar posturas sobre los conflictos en Siria y Ucrania, y el futuro del programa nuclear de Irán.

Pero, más allá de lo que esta reunión pueda lograr para calmar las aguas a nivel mundial, muchas de las políticas que Putin y Trump impulsan en sus respectivos países despiertan rechazo, y miles de finlandeses quisieron dejarlo claro en una multitudinaria protesta que realizaron ayer en la capital bajo el lema “Hagamos a los derechos humanos grandes de nuevo”.

Los casi 2.000 manifestantes condenaron, por un lado, la política migratoria de Trump y, por el otro, el recorte de libertades, la persecución a la comunidad LGBT y el encarcelamiento de activistas por parte del gobierno ruso.

El principal diario finlandés, Helsingin Sanomat, se sumó a la ola de repudio y empapeló la ciudad con afiches en los que se leía en inglés y ruso “Señor presidente, bienvenido a la tierra de la libertad de prensa”, en alusión a medidas de los dos gobiernos que han ido en contra de ese derecho.