La crisis del gobierno británico se tradujo ayer en dos renuncias, pero empezó hace semanas y tuvo su punto más alto el viernes. Ese día el gabinete se reunió en la casa de campo de la primera ministra Theresa May, en Chequers. El encuentro se extendió durante todo el día, y al final May cantó victoria: “Hoy, tras un debate detallado, el gobierno ha acordado su posición colectiva para el futuro de nuestras negociaciones con la Unión Europea [UE]”.

El acuerdo, que ayer May reivindicó, trata sobre cuestiones comerciales y establece que Reino Unido adoptará algunas normas de la UE para el intercambio de productos –no así de servicios– para evitar una doble tributación de exportaciones e importaciones.

Esta adaptación de Reino Unido fue leída como una concesión demasiado grande por el sector del Partido Conservador que defiende un brexit duro, y que hasta ayer tenía al menos a siete representantes en un gabinete estrictamente equilibrado que se propone llevar adelante la salida del país del bloque regional.

Los principales representantes de ese sector son los que ayer renunciaron a sus cargos: el titular del Ministerio para la Salida de UE (más conocido como “ministerio del brexit”), David Davis, y el canciller, Boris Johnson. El primero presentó su dimisión en la noche del domingo y dio a conocer su opinión sobre el acuerdo del viernes en una carta enviada a May, a la que accedieron también medios británicos, y en una entrevista publicada ayer por la BBC. El ahora ex ministro consideró que Reino Unido se ponía en una “posición débil de negociación” al asumir esa postura, porque entrega a la UE “el control de amplios sectores” de la economía. Agregó que el principal objetivo del brexit es devolverles los poderes a las instituciones británicas y, a su entender, esta decisión es un paso en el sentido opuesto.

Ayer presentó su renuncia Johnson, uno de los principales líderes de la campaña por el brexit en el referéndum de 2016 y una figura que antes de ocupar la cancillería se perfilaba para crecer dentro del Partido Conservador. Si bien Johnson no se pronunció públicamente sobre este tema, según informaron medios británicos, el viernes, en la reunión del gabinete, llegó a decir que el plan de May era “una mierda”.

Estas salidas del gabinete son un dolor de cabeza para May, no sólo porque tuvo que sustituir a dos de sus principales ministros, sino también porque pueden traducirse en un problema en el Congreso si los diputados euroescépticos más radicales asumen la misma posición que los ahora ex ministros. Y todo indica que así va a ser: el líder de quienes mantienen esa posición, Jacob Rees-Mogg, dijo ayer a la BBC que sin el respaldo de Davis será “muy difícil” que la propuesta de May “consiga el apoyo de los diputados conservadores”. Tanto Rees-Mogg como otro diputado de su sector, Peter Bone, recomendaron a May que revise el acuerdo alcanzado el viernes para ceder menos ante la UE. “Tenemos que asegurarnos de que la renuncia de Davis cambie el curso del brexit”, tuiteó otra diputada de ese sector, Andrea Jenkyns.

Sin embargo, May defendió el plan acordado el viernes. Al presentarlo ante la Cámara de los Comunes, ayer, dijo a los diputados: “En los dos años que transcurrieron desde el referéndum [en el que se decidió el brexit], hemos tenido un animado debate nacional, con puntos de vista potentes que tuvieron eco en la mesa del gabinete, como lo han hecho en las mesas de desayuno de todo el país”. Pese al tono de sus declaraciones, May cuenta con una mayoría muy ajustada en la Cámara de los Comunes, y una pérdida de apoyo de algunos tories podría significar tanto el fracaso en la votación del brexit como, eventualmente, la caída de su gobierno.